SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, ORACIÓN AL PATRONO DE MAESTROS, PROFESORES Y EDUCADORES


ORACIÓN
 
¡Oh glorioso San Juan Bautista de La Salle,
apóstol de la niñez y de la juventud,
sed desde lo alto del cielo nuestro guía y protector.
 
 Interceded por nosotros, asistidnos,
para que preservados de toda mancha
de error y de corrupción,
permanezcamos fieles a Jesucristo
y a la cabeza infalible de la Iglesia,
el Sumo Pontífice.


 Haced que, ejercitándonos en las virtudes
en que fuisteis tan admirable ejemplar,
merezcamos ser participantes de la gloria
que ahora gozáis en la patria celestial.

Oh Dios, Padre mío celestial,
que para formar a los niños pobres en la vida cristiana
y para afianzar a la juventud en el camino de la verdad,
 elegiste a S. Juan Bautista de La Salle,
y en torno a él surgió en tu Iglesia
una nueva Congregación religiosa,
concédenos, por su intercesión y ejemplo,
buscar tu gloria en la salvación de las almas,
para que podamos participar
de tu recompensa en el cielo.
 
Amén.

 
A CERCA DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE

Entre los grandes bienhechores de la niñez y de la juventud ocupa un lugar distinguido el fundador del Instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas, no solamente por haber dotado a la sociedad de un cuerpo de maestros dedicado únicamente al oficio de la enseñanza, sino principalmente por haber trazado a la educación nuevos derroteros, que hoy, acostumbrados como estamos a ellos, no nos producen ya el asombro que se merecen.

La obra monumental concebida por él es la enseñanza popular conforme a la doctrina de la Iglesia.

Fue San Juan Bautista de la Salle como el Cristóbal Colón de un mundo nuevo, porque tuvo la gloria de descubrir en medio de la cultísima Europa tribus salvajes sumidas en las tinieblas de la ignorancia, y de iluminarlas con benéficos destellos.

Se le puede llamar el fundador de la ciencia pedagógica y de las escuelas normales, donde se preparan los maestros que necesita el numeroso pueblo escolar que va a las aulas.


Nació Juan Bautista de la Selle en el seno de una rica y noble familia de Reims, Francia, el día 30 de abril de 1651, y desde muy niño mostró inclinación hacia el estado sacerdotal, confirmando esta inclinación con su comportamiento ejemplar, juicioso y piadoso.

Sus padres favorecieron esos propósitos, y desde jovencito comenzó a formarse como correspondía a sus anhelos, para lo cual entró en el Seminario de San Sulpicio y recibió las órdenes menores.

A la muerte de sus padres tuvo que encargarse de sus hermanos y esto le hizo vacilar un tanto en su deseo de ser sacerdote, pero un discreto consejo le dio nuevos ánimos para proseguir su carrera hasta el fin. El consejo provenía del canónigo Roland, apóstol también de la niñez, quien le confió el cuidado de unas "Escuelas del Niño Jesús", gratuitas y a cargo de una congregación femenina.
 
Juan Bautista parecía el destinado a gobernarla, pero providencialmente el arzobispo no lo consintió, y así quedó libre para su verdadero destino, que era mucho más importante.
 
Por entonces cierta dama, que había sido muy mundana, la señora Maullefer, se sintió movida a fundar una obra de caridad, y se valió de Adrián Nyel para realizarla, quien con el canónigo Juan Bautista de la Salle, abrió las puertas del primer plantel de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
 
Muy pronto Nyel promovió la apertura de nuevas escuelas en Reims, las que dejaba sin consolidar por iniciar el trabajo de otras, pero abría el surco y elegía al señor de la Salle para dirigirlas.
 
Juan Bautista vio que sin un reglamento y sin orden, aquello no daría resultados duraderos, y fue entonces cuando comenzó a mostrar sus notables cualidades pedagógicas.
 
Otro paso en esta dirección, la renuncia de sus bienes, muy cuantiosos por cierto, puso al santo al nivel de los maestros pobres. Renunció también a su canonjía y nadie pudo ya decir que vivía como los ricos, pero en cambio más de uno declaró que se había vuelto loco.
 
Numerosas fueron las persecuciones que el nuevo instituto y su fundador hubieron de sobrellevar durante muchos años. Los maestros de paga, principalmente, hostilizaron las escuelas gratuitas y llegaron hasta invadidas y destrozar el mobiliario que tenían.
 
Otra vez se llevó al santo a los tribunales acusado de delitos que no había cometido, y cuando no eran los hombres eran las desgracias y el hambre las que caían sobre él y su obra, amenazando destruirla por completo. Pero las virtudes del heroico sacerdote resplandecían cada vez más, a medida que sus fuerzas se debilitaban.
 
Llegaba la hora de su glorificación, y un Viernes Santo de 1717 murió plácidamente.



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