GOZOS del Carmen
Prodigioso y admirable
Imán de nuestro desvelo;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
1.- Salve, Reina de los, cielos,
De misericordia Madre,
Vida y dulzura divina;
Esperanza nuestra, Salve;
Nubecilla etc.
2.- Dios te Salve, Templo hermoso
Del divino Verbo en carne,
Sálvete Dios, Madre Virgen,
Pues eres Virgen y Madre;
Nubecilla etc.
3.- Volvednos, Madre piadosa,
Vuestros ojos admirables,
Y mirad por vuestros hijos,
Pues que sois piadosa Madre;
Nubecilla etc.
4.- Socorrednos, pues escucha
Que en las penas y combates
A ti suspiramos todos
En este lloroso valle;
Nubecilla etc.
4.- Mostradnos a vuestro Hijo
De Josafat en el Valle,
Piadoso, pues que nació
De ese cristal admirable;
Nubecilla etc.
5.- Rogad por vuestros devotos
A la bondad inefable;
Pues murió para salvarnos,
Por su clemencia nos salve;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre. La devoción al Carmen era viva y autentica. Antes de Guerra había una capillita del Carmen que andaba de casa en casa, entre aquellas mujeres piadosas que la solicitaban. Alguien la guardó desobedeciendo la orden de llevar a la quema toda imagen religiosa que hubiese en las casas; pero en uno de los registros del comité la encontraron y la destruyeron. Tan delicadamente se amaba esta advocación mariana que apenas concluida la guerra no falto quien en su primer viaje a Valencia compró una imágen de Ntra. Señora, en recuerdo devoto de aquella.
Ese día se imponían los escapularios a los devotos que lo solicitaban. La palabra escapulario viene del Latín "scapulae" (significa sobre los "hombros"). Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Los laicos no pueden llevar hábito, pero aquellos que desean asociarse a los religiosos en su ideal de vida y en la búsqueda de la santidad usaban el escapulario. Según una rancia tradición la Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura para que todos sus devotos lo pudieran llevar significando así su consagración a ella y experimentando su protección. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa.
Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."
La Santísima Virgen se apareció al Papa Juan XXII en el siglo XIV y le prometió para quienes cumplieran los requisitos de esta devoción que "como Madre de Misericordia con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, (...) sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza".
Y de esa promesa surgió el privilegio sabatino consistente intercesión de María por el difunto liberándolo del purgatorio el primer sábado después de su muerte por medio de su especialísima intercesión. Nada tenía de extraño pues que, muchos gaibielanos, pidieran ser amortajados en el momento de su muerte con el escapulario puesto para poder presentarse así, en el Cielo, acompañados de esta benefactora insignia.
Las condiciones exigidas para que se aplicase este privilegio eran:
1) Usar el escapulario con fidelidad.
2) Observar castidad de acuerdo el estado de vida propio.
3) Rezo del oficio de la Virgen (oraciones y lecturas en honor a la Virgen) o rezar diariamente 5 décadas del rosario.
El Papa Pablo V confirmó en una proclamación oficial que se podía enseñar acerca del privilegio sabatino a todos los creyentes.
“Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: “Dios te salve, María; llena eres de gracia” (rezar tres Avemarías)....
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