Santa Escolástica era hermana gemela de San Benito y al igual que él, nació en Nursia a finales del siglo V. Desde muy niña ya sintió la llamada a la vida religiosa y al fundar San Benito el Monasterio de Montecassino, hizo lo propio con un convento cercano, llamado de Piumarola, en cual quedó Escolástica como abadesa regente. Es por este motivo que poco se sabe de su vida y si sabemos algo más es gracias a San Gregorio Magno, que dejó escrito en sus Diálogos, en el capítulo XXXIII, la narración del Milagro de Santa Escolástica:
Narra San Gregorio que los hermanos gemelos se amaban mucho y únicamente una vez al año, visitaba Escolástica a Benito. Este bajaba desde su monasterio a una posesión no muy lejana del mismo, y allí pasaban el día dedicados a la alabanza divina y a glorificar a Dios. En esta ocasión estando ya la noche muy entrada, Escolástica, presintiendo que era la última vez que vería a su hermano, le rogó que la dejara permanecer allí esa noche en su compañía, a lo que Benito se negó, diciéndole que el no podía pasar una noche fuera del monasterio.
Narra San Gregorio que los hermanos gemelos se amaban mucho y únicamente una vez al año, visitaba Escolástica a Benito. Este bajaba desde su monasterio a una posesión no muy lejana del mismo, y allí pasaban el día dedicados a la alabanza divina y a glorificar a Dios. En esta ocasión estando ya la noche muy entrada, Escolástica, presintiendo que era la última vez que vería a su hermano, le rogó que la dejara permanecer allí esa noche en su compañía, a lo que Benito se negó, diciéndole que el no podía pasar una noche fuera del monasterio.
Estaba esa noche el cielo totalmente despejado, y Escolástica al oír la negativa de Benito, juntó las manos sobre la mesa con los dedos entrelazados y apoyó en ellas la cabeza, empezando a rezar a Dios con ferviente devoción para que la permitiera pasar unos momentos más junto a su amado hermano.
Al levantar la cabeza de la mesa, era tal la cantidad de relámpagos y truenos y tan violenta la inundación de la lluvia, que ni el santo Benito ni los monjes que le habían acompañado pudieron atravesar el umbral del lugar donde estaban sentados.
Así sucedió, mientras Escolástica tenía la cabeza apoyada en las manos había derramado sobre la mesa tal cantidad de lágrimas, que provocaron que el despejado cielo descargara una tormenta.
Entonces, viendo el hombre de Dios, que en medio de tantos relámpagos y truenos y de aquella lluvia torrencial no le era posible regresar al monasterio, entristecido, empezó a quejarse diciendo: "¡Que Dios todopoderoso te perdone, hermana! ¿Qué es lo que has hecho?".
Entonces, viendo el hombre de Dios, que en medio de tantos relámpagos y truenos y de aquella lluvia torrencial no le era posible regresar al monasterio, entristecido, empezó a quejarse diciendo: "¡Que Dios todopoderoso te perdone, hermana! ¿Qué es lo que has hecho?".
A lo que ella respondió: "Te lo supliqué y no quisiste escucharme; rogué a mi Señor y él me ha oído. Ahora, sal si puedes. Déjame y regresa al monasterio".
Pero al no poder salir fuera de la estancia, tubo que quedarse a la fuerza, ya que no había querido permanecer con ella de buena gana. Y así fue cómo pasaron toda la noche en vela, manteniendo coloquios sobre la vida espiritual.
Tres días después, Escolástica fallecía y Benito tuvo la certeza de ver volar su alma al cielo desde su celda, en forma de cándida paloma y comprendió así que había entrado en la casa de Dios, la gloria eterna.
Tres días después, Escolástica fallecía y Benito tuvo la certeza de ver volar su alma al cielo desde su celda, en forma de cándida paloma y comprendió así que había entrado en la casa de Dios, la gloria eterna.
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