A SANTO TOMAS, ORACIÓN AL APOSTOL QUE TE AYUDA A LIBRARTE DE DEPRESIONES, CELOS Y TEMORES


Santo Tomás, fue conocido por su incredulidad.

 
Jesús apareció ante el santo  después de la crucifixión y, para que creyese en él, le hizo tocar sus heridas. A partir de ese momento y como testigo de la resurrección, fue uno de sus seguidores más fieles.
 
Según la tradición, este apóstol predicó en la India y allí debió morir.
 
Si has elegido orar a este devoto de apóstol debes despojarte de todo prejuicio para salir adelante.
 
En tu relación con los demás deja de lado las suspicacias, egoísmos o temores.
 
Y, especialmente, si tu problema es afectivo, presta mucha atención a, tus actos y palabras: con dulzura y comprensión lograrás todo del otro. Confiar es la clave.
 
 ORACIÓN

¡Oh glorioso santo Tomás,
apóstol amado de Jesucristo,
luz para todo el mundo, 
que con la claridad de tu predicación
y con los resplandores del Evangelio
alumbraste los lugares por donde pasaste
propagando el santo nombre
de tu amado y dulcísimo Maestro y Señor.

Gracias a tu incredulidad,
pudiste tocar las santas llagas
y con ello sanaste las de nuestra infidelidad,
cuando en la carne ya inmortal
reconociste y adoraste a nuestro Señor,
resucitado de entre los muertos.
 
Tú que con gran trabajo y esfuerzo
alimentaste el rebaño del Señor
y como conquistador del mundo pagano
domesticaste a personas fieras y bárbaras
y las sujetaste al suave yugo de Cristo,
amansándolas con amor y compasión,
enseñándolas con tus palabras, 
asombrándolas con tus milagros,
y a la hora de tu cruel muerte
consiguiéndolas el perdón y la bendición
de nuestro Dios y Señor.

Por medio de tus oraciones Santo mío,
y nombrándote mi intercesor y abogado, 
espero recibir del Señor
lo que tú con lágrimas y sangre sembraste.
 
Ayúdame, oh Tomás glorioso,
pon tu mano sobre mi,
para que cuando yo caiga, me levante,
para que cuando yo tema, reciba valor,
para que cuando la depresión se adueñe de mi,
recobre el ánimo y las fuerzas
y no me deje caer en el abandono y la tristeza.
 
¡Oh apóstol santísimo, Tomás!
Tu que guiaste a tantas naciones incrédulas,
domina el arco que ellos flechan,
para que sus saetas de odio se conviertan
en flechas de amor, paz y concordia,
y que estas sean penetrantes y eficaces,
para que aquellas ovejas descarriadas
se junten con las de Nuestro Señor
 y reconozcan , adoren y obedezcan
a un solo Dios, trino y uno verdadero,
y a Jesucristo por su único y sumo Pastor.

Escucha ahora mi oración,
 para que pueda merecer aparecer
ante Su Divina presencia,
y que me sea concedida la gracia y la luz
que me conduzcan a El, lleno de fe.
 
 Nuestro Salvador tuvo para ti
gran compasión sobre tu debilidad
y erradicó de ti la duda que presentabas
de si era El quien había resucitado de la tumba.
Ora a El por mi, para que misericordiosamente
venga a ayudarme en mis momentos de angustia, 
cuando me asaltan los celos,
cuando los temores se hacen dueños de mi mente,
y me hacen sentirlo en mi corazón.
 
El te dijo, cuando se mostró a si mismo delante de ti:

‘¡Felices los que creen sin haber visto!’
Yo deseo pertenecer a esos felices.
 
Te imploro que ores para que pueda obtener
la fe del corazón y la voluntad,
que destierren mis temores y mis miedos,
que alejen de mi la tristeza cuando me abruma,
que me den la fortaleza y voluntad
de aplacar mis inseguridades
para que los celos no me asalten
y así se restablezca la paz de mi alma.
 
Reza para que mis días de oscuridad sean cortos
y que los luminosos se acrecienten, 
para que cuando contemple la imagen 
del infante divino envuelto en pañales
y recostado sobre un pesebre,
pueda exclamar con toda mi fe y devoción:
"¡Señor mío y Dios mío!"

Y que cuando llegue mi hora
pueda ver ese reino de Dios del cual tu predicaste
y por el cual, también yo espero.
 

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