SAN FRANCISCO JAVIER, ORACIONES PARA PETICIONES


Amabilísimo y amantísimo Santo:
adoro con vos humildemente a la Divina Majestad
y le doy gracias por los singulares dones de gracia
que os concedió en vida y por la gloria de que ya gozáis.
 
Os suplico con todo el afecto de mi alma,
me consigáis por vuestra poderosa intercesión,
la gracia importantísima de vivir y morir santamente.


 Os pido también me alcancéis la gracia especial
que os pido:
(aquí se piden las gracias que se desean obtener del santo)
 
Y si lo que pido no conviene a mayor gloria de Dios
y bien de mi alma, quiero alcanzar
lo que para eso fuere más conveniente.
 
Amén.

Un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Se puede terminar con la siguiente
oración atribuida a San Francisco Javier:

ORACIÓN

Eterno Dios, Criador de todas las cosas:
acordaos que Vos criasteis las almas de los infieles
haciéndolas a vuestra imagen y semejanza.


Mirad, Señor, como en oprobio vuestro
se llenan de ellas los infiernos.
 
Acordaos, Padre celestial,
de vuestro Hijo Jesucristo,
que derramando tan liberalmente su sangre,
padeció por ellas.
 
No permitáis que sea vuestro Hijo
por más tiempo menospreciado de los infieles,
antes aplacado con los ruegos y oraciones
de vuestros escogidos los Santos y de la Iglesia,
Esposa benditísima de vuestro mismo Hijo,
acordaos de vuestra misericordia,
y olvidando su idolatría e infidelidad,
haced que ellos conozcan también al que enviasteis, Jesucristo, Hijo vuestro,
que es salud, vida y resurrección nuestra,
por el cual somos libres y nos salvamos;
a quien sea dada la gloria por infinitos siglos de los siglos.
 
Amén.

Oh Dios, que quisiste agregar a tu Iglesia
las naciones de las Indias por la predicación
y por los milagros de San Francisco Javier:
concédenos que, pues veneramos la gloria
de sus insignes merecimientos, imitemos,
también los ejemplos de sus heroicas virtudes.
 
Por nuestro Señor Jesucristo,
que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
 
Amén.
 


SOBRE SAN FRANCISCO JAVIER:
 
El amor de Dios, que San Francisco Javier había bebido en los Ejercicios espirituales de San Ignacio, de tal modo abrasaba su corazón, que su único deseo era trabajar en la extensión de su gloria. Amor divino, abierto está mi corazón, consumido con los ardores que abrasan el alma del gran Javier. En cuanto a vosotros, placeres de la tierra, desde ahora os dejo; hasta aquí me he consagrado al mundo, a sus vanos honores y a sus placeres falaces. «Muy justo es amar sobre todas las cosas a Aquél en quien puedo encontrar el cumplimiento de mis deseos». (San Euquerio).
 
El amor al prójimo le hizo emprender largos y penosos viajes para la conversión de las almas. Este amor lo condujo a los hospitales donde, para vencerse a sí mismo y aliviar a los enfermos, llevó el heroísmo hasta succionar el pus de sus úlceras. ¿Estoy yo animado del mismo celo y del mismo amor por el prójimo? ¿Qué hago para aliviar sus necesidades temporales y espirituales?
 
El amor a los sufrimientos le hizo desear quedar prisionero en China por el resto de sus días y padecer allí el martirio. Se privó de todos los placeres aun más inocentes, y ejerció en su cuerpo muy grandes austeridades, en expiación de sus pecados y de los del prójimo. ¡Qué cobarde que soy yo! en los sufrimientos digo siempre: «¡Basta!», y San Francisco Javier exclamaba: «¡Todavía más, Señor, más todavía!». Dios mío, no tengáis en cuenta mi repugnancia; aumentad mis sufrimientos, pero aumentad al mismo tiempo mi paciencia y mi amor.
 

 
 

0 comentarios:

Publicar un comentario

SÍGUEME EN FACEBOOK