SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, SU VIDA Y SU ORACIÓN


ORACIÓN

¡Oh bienaventurada Santa Teresita del Niño Jesús!
que habéis prometido hacer caer una lluvia de rosas,
desde el cielo, dirigid a mí vuestros ojos misericordiosos
y escuchadme en mis múltiples necesidades.
 
Grande es vuestro poder porque Dios,
os ha hecho grande entro los santos del cielo.


Os suplico, pues, oh mi amable protectora,
me alcancéis de Dios las gracias que os pido,
siempre que sea para mayor honra de Dios
y salvación de mi alma.
 
Os suplico de un modo especial
que me hagáis participar de las rosas
que nos habéis prometido,
apartando mi corazón de las vanidades
y de los placeres caducos de esta vida,
así como enseñándome a amar a Jesús y a María
con amor verdadero,
para que así pueda un día gozar con vos
de la eterna bienaventuranza.
 
Así sea.

V. Rogad por nosotros,
oh bienaventurada Santa Teresita.
 
R. Para que seamos dignos
de la lluvia de rosas que nos habéis prometido.
 

Santa Teresita nació el 2 de enero de 1873 en Alençon, Francia, de padre santos, canonizados por el Papa Francisco el 18 de octubre del 2015. La niña parecía una florecilla rosa entre los tules de su cuna; su hermana María es su madrina y le ponen el nombre de una santa española Teresa, pero el cariño de todos la llama siempre «Reinecita».

La nena se puso muy enferma a los pocos días de nacer y tuvieron que enviada al campo con su ama, donde pronto se curó. Cuando regresa a casa de sus padres es ya una chiquilla deliciosa; quiere mucho a sus hermanas, María, Paulina, Leonia y Celina, siendo la más cercana Celina, su compañera de juegos.
 

Teresita Sentía un gran amor por sus padres, pero su madre murió cuando ella tenía solo cuatro años, dejando a su padre y hermanas mayores para criarla. Para consolar su pena, elige por madrecita a su hermana Paulina, a la que quiere cada vez más, y más.

Al padre de Teresita, que llamaban el "Patriarca" por el parecido que tenía con San José, decide llevarse a sus cinco niñas a Lisieux, donde viven en una casa, rodeada de jardines, a la que ponen el nombre de «Los Buissonnets».

Muchas tardes pasean juntos; el anciano lleva de la mano a la niña y entran en las iglesias. Una noche mirando Teresita las brillantes estrellas, grita entusiasmada: ¡Papá mi nombre está escrito en el cielo!

Su hermana Paulina se va al convento de las Carmelitas y Teresita, enferma gravemente de pena. La Virgen María hace un milagro y la niña cura, porque le sonríe dulcemente la imagen de Nuestra Señora, a la que llaman desde entonces «Virgen de la Sonrisa».

Curada ya, asiste a la toma de hábito de su hermana, y hace su primera comunión con tanto fervor que parece un ángel con sus tirabuzones rubios, su traje blanco y su corona de rosas.

También María se va al convento Carmelita y Leonia a otro; ya solo quedan en la casa Celina y Teresita con el padre, que las mima mucho según va envejeciendo.

Una tarde de mayo estando con su padre en el jardín, le suplica que la deje ir al Carmelo como sus hermanas. El anciano le da permiso llorando de alegría, pero ella no puede ser monja tan pronto como desea porque es muy niña todavía. Visita en Roma al Papa León XIII durante una peregrinación en 1887 para pedirle que la deje entrar en el Carmelo y el Papa se lo concede.

Al entrar, se dedicó a vivir una vida de santidad, haciendo todas las cosas con amor y con la confianza de un niño en Dios. La enfermedad la sigue acosando en el convento y la rigurosidad de la vida comparada con los mimos y caprichos que había recibido en casa, no se lo pusieron fácil, pero decidió hacer un esfuerzo para ser caritativa con todos, especialmente con aquellos que no le gustaban. Realizaba pequeños actos de caridad siempre, y pequeños sacrificios sin importarle lo poco importantes que parecían. Estos actos la ayudaron a llegar a una comprensión más profunda de su vocación.

Escribió en su autobiografía que siempre había soñado con ser misionera, apóstol, mártir, pero era monja en un tranquilo claustro en Francia. ¿Cómo podría ella cumplir estos anhelos?

“La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que la Iglesia tenía un Corazón y que este Corazón estaba ardiendo de amor. Sabía que un amor llevó a los miembros de la Iglesia a la acción, que si este amor se extinguiera, los apóstoles no habrían proclamado el Evangelio por más tiempo, los mártires no habrían derramado su sangre nunca más. Comprendí que el Amor comprendía todas las vocaciones, que el Amor era todo, que abarcaba todos los tiempos y lugares... en una palabra, ¡que era eterno! Luego, en el exceso de mi delirante alegría, grité:
 
¡Oh Jesús, mi Amor... mi vocación, al fin la he encontrado ... Mi vocación es el Amor!"

Teresa se ofreció como víctima sacrificial del amor misericordioso de Dios el 9 de junio de 1895, la fiesta de la Santísima Trinidad y al año siguiente, en la noche entre el Jueves Santo y el Viernes Santo, notó los primeros síntomas de la tuberculosis, el Enfermedad que llevaría a su muerte.

Teresa reconoció en su enfermedad la misteriosa visita de la divina Esposa y dio la bienvenida al sufrimiento como respuesta a su ofrenda del año anterior. También comenzó a sufrir una terrible prueba de fe que duró hasta su muerte un año y medio después. "Sus últimas palabras, 'Dios mío, te amo', son el sello de su vida", dijo el Papa Juan Pablo II.

Desde su muerte, millones de personas han sido inspiradas por su "pequeño camino" de amar a Dios y al prójimo. Muchos milagros han sido atribuidos a su intercesión. Ella había predicho durante su vida terrenal que "Mi vida en el cielo la emplearé haciendo el bien en la Tierra".

Santa Teresita fue proclamada doctora de la Iglesia por el Papa Juan Pablo II en 1997, 100 años después de su muerte a la edad de 24 años. Es la tercera mujer en ser proclamada así, después de Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Ávila.


 

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