NUESTRA SEÑORA DE MELROSE


Tiempos atrás, uno de los santuarios mas famosos de Escocia, era el de Nuestra Señora de Melrose en el Border.
 
De muy humilde origen, pues tuvo lugar su milagrosa aparición en un bosque a dos pobres cazadores, llegó a tal grado de esplendor y grandeza, que convertido en hermosa abadía, fue albergue muchas veces de poderosos príncipes e ilustres guerreros, los que no se contentaron con mostrar su agradecimiento en vida con numerosas ofrendas y ricos donativos, sino que después de muertos quisieron que descansaran sus restos en ella, embelleciendo su iglesia con suntuosos y artísticos sepulcros.


Y era tan grande la devoción de los caballeros y montañeses que iban a visitar a Nuestra Señora que no emprendían obra alguna de importancia sin demandar antes su poderosa protección.

Estaba adornado su sagrado altar con las banderas que les guiaran al combate, y las que cogían al enemigo, trofeos puestos por los vencedores a los pies de la Reina de los cielos que sabia sacarles libres de todos los peligros y auxiliarles en todas ocasiones.

Se veían allí el inglés y el escocés abandonando sus rencillas y deponiendo su odio, que no les permitiría acercarse dignamente a la Virgen para implorar sus favores.

Se veían allí a todas horas peregrinos de las diferentes partes de Escocia postrados de rodillas ante la sagrada imagen adorándola con fervor y cantando con entusiasmo sus glorias.

Si el alma de algún cristiano se hallaba presa de crueles remordimientos, acababa por ir a Melrose, y después de confesar sus pecados, sinceramente arrepentido de ellos, encontraba allí el suspirado consuelo y la dulce tranquilidad de los justos.

Si afligido tu cuerpo con penosas enfermedades, marchabas a orar en la iglesia de la célebre abadía, teniendo ardiente fe en el poder divino, pronto encontrabas también milagrosamente el remedio que te curase y te devolviese tu salud.


Al ver el recogimiento y devoción de los fieles dentro del recinto de tan venerada iglesia, no se podría dudar ni un instante siquiera del amor y cariño hacia los cristianos de la amorosa Madre del Salvador.

Al contemplar aquellos monumentos expiatorios que los grandes pecadores que iban allí a llorar sus culpas levantaban para honra de la Virgen María y para recuerdo de su ingratitud y olvido cuando la ofendieran en impíos goces o en ilícitos tratos, se comprendía cuán grande era la influencia que ejercía en aquellos países Nuestra Señora de Melrose.

Todavía existe un tratado de paz entre dos clanes enemigos, por el que se ve se obligaban los jefes a hacer cuatro romerías a los cuatro mas célebres santuarios de Escocia por la salud del alma del jefe del clan enemigo que pereciera en el combate.

Y todavía se oye pronunciar con respeto el nombre de aquel tan venerado santuario convertido en ruinas por el furor de los apóstoles del calvinismo.

Cuando sus perniciosas doctrinas, cuando sus errores y sofismas conturbaron las almas de los infelices cristianos, cuando los templos caían por tierra y eran profanadas las imágenes de los santos, la antorcha revolucionaria alumbró también con su luz lúgubre y fatídica aquellos lugares, dejando ver solo entre los escombros algún trozo del altar de Nuestra Señora de Melrose, en el que como si permaneciera aun su divina estatua tan reverenciada en toda la Escocia, se arrodillaba triste y afligido el atrevido religioso que, a la pálida luz de la melancólica luna, se le veía deslizarse por entre las derruidas columnas, guiando a algún corto número de fieles que conservaban puras sus creencias, yendo en medio de tantos peligros a rendir culto en el silencio de la noche a la Madre de Dios.

Pero ya de aquel magnifico edificio pocos vestigios quedan, y de la famosa romería de la Virgen de Melrose, solo resta la piadosa tradición que conservan los habitantes del país.


 

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