VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS, HISTORIA DE LA PATRONA DE GRANADA


Uno por uno rompían los monarcas castellanos los duros eslabones de la cadena con que amarraban en otro tiempo a nuestra hermosa península los musulmanes.

Solo una ciudad, la mas bella entre todas las de nuestro privilegiado suelo, Granada, gemía triste bajo el ominoso yugo de la Media luna. Llegó, sin embargo, un día en que libre de los invasores, vio gozosa ondear triunfante en sus altos minaretes las victoriosas armas de Castilla junto al signo de nuestra Redención.

¡Bien hace en llorar el rey moro la pérdida de Granada, que solo con lágrimas en los ojos se puede abandonar para siempre tan encantadora ciudad!

¡Gloria, gloria inmortal a aquella mujer extraordinaria, a aquella piadosa reina que tanto trabajó para conquistar al fiero musulmán el rico tesoro que en otro tiempo nos arrebatara!

¡Agradecimiento eterno a Fernando, el valiente caballero, el cristiano rey, digno consorte de Isabel!

Con la toma de la hermosa y poética Granada por tan ilustres monarcas, se acabó de recuperar por completo lo perdido.

Con la conquista de esta bella ciudad de Andalucía, concluye definitivamente en España la dominación musulmana.


Siempre será memorable en la historia el día 2 de Enero, del año de gracia de 1492, en el que tuvo lugar tan glorioso hecho.

Con él, puede decirse, está unido el origen de la gran devoción que en Granada se profesa a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Angustias.

Dueños los cristianos del último asilo de los invasores, se apresuraron en purificar sus antiguos templos, profanados por las ceremonias del Corán.

La mezquita donde se rendía adoración al falso Profeta, fue otra vez trasformada en iglesia cristiana, donde se celebró el culto de nuestra santa religión.

Y como si la noble reina doña Isabel no se hallase satisfecha de la adoración que recibía el Señor en los muchos templos de Granada, mandó construir una capilla en honor de la Madre de Dios en las afueras de la ciudad, y en la parte que mira a la famosa Sierra Nevada.

Meditaba la piadosa reina con mucha frecuencia en la pasión y muerte de nuestro buen Jesús, y al considerar las terribles penas, las grandes amarguras de su cariñosa Madre, viéndole sufrir tanto por redimir al hombre, su alma se llenaba de dolor y tiernas lágrimas se escapaban de sus ojos, corriendo por sus hermosas mejillas.

Cuando estuvo concluida la obra de la nueva capilla, y en disposición ésta de que pudiese ser visitada por los fieles, se pensó en el nombre con que debía ser conocida.

- Ninguno mejor, había exclamado doña Isabel, que el de Nuestra Señora de las Angustias. Invocando a la amorosa Madre de Jesucristo con tan triste nombre, recordarán a todas horas los crueles dolores con que se viera en otro tiempo atormentado su divino corazón, y conmovido este dispensará su gracia a aquellos sus devotos que vayan a adorarla al nuevo santuario.

Cada día iba aumentando el número de los cristianos que salían de la ciudad para frecuentar aquella pequeña iglesia, donde comenzaba a recibir un fervoroso culto la Protectora de los discípulos de la fe.

Aunque algún tanto humilde, como el origen de todas las grandes cosas, el santuario de la Virgen era tenido en gran estima por los granadinos. Solo echaban en él de menos una imagen de María, que la representara en aquellos tan terribles días de prueba.

Deseosos de complacer algunos devotos de la Virgen a los demás fieles, encargaron a hábiles artistas la fabricación de la ansiada imagen.


El cielo, sin embargo, siempre generoso con los que aman sinceramente a María, quiso llenar sus piadosos corazones de religiosa satisfacción y de inmensa alegría.

Un prodigio obrado por la Madre del Dios, haría ver a todos los que la iban a rendir sus homenajes en la nueva capilla, el placer que recibía cuando era invocada con el nombre de Nuestra Señora de las Angustias.

Se retiraban una tarde, al anochecer, los fieles que habían concurrido al santuario de la Virgen, pues siendo ya hora avanzada, se disponía a cerrarlo el encargado del mismo.

Al salir las últimas personas que quedaban en la capilla, una hermosa señora penetró en ella, y se dirigió hacia el altar, ante el cual la vio postrarse devota el vicario encargado.

Reparó este también, que aquella hermosa señora iba vestida con rico traje y acompañada por dos gentiles mancebos.

Aunque nadie mas quedaba en la capilla, no quiso el vicario molestar a la bella dama en sus oraciones, y se retiró esperando a que terminara para concluir él de cerrar.

Cuando ya bien entrada la noche se adelantó al altar para ver si se marchaba la señora, notó con sorpresa que habían desaparecido los dos gallardos jóvenes sin que él los hubiera visto salir, a pesar de hallarse en la puerta.

Creyó, sin embargo, que en un momento de distracción habrían pasado sin el verlos.

La señora entretanto, rezaba sus oraciones de tal modo, que haciéndose ya muy tarde le pareció oportuno al vicario indicárselo para que así despejara la capilla.

Se acercó pues a ella, y figurándose que hablaba con un ser viviente, articuló varias palabras, diciéndola que la hora avanzada en que se encontraban, le obligaba a molestarla en su devoción para cerrar el santuario.

Como no oyese respuesta alguna de la dama, ni observase ningún movimiento en ella, supuso que no le había oído; pero cuando guiso repetirle su advertencia, fijándose mas en ella, vio asombrado que no hablaba con ninguna persona, pues lo que tomara por una hermosa señora, no era mas que una bellísima y perfecta imagen de la Virgen, que sostenía sobre sus rodillas el triste cadáver de su divino hijo Jesús.

Iba creciendo el asombre del ermitaño conforme apreciaba todas estas particularidades que no había antes observado y aunque lo extraordinario del suceso le asombró, repuesto por fin de su turbación, no quiso detenerse ni un momento en anunciar a voces el milagro que acababa de verificarse en la capilla.

Las gentes que habitaban cerca de la misma, y muchas de la ciudad, hasta donde llegó refiriendo el prodigio a voz en grito el ermitaño se apresuraron a volver con éste al santuario, y todos llenos de admiración primero y luego de inmenso júbilo, contemplaron la preciosa imagen que tan milagrosamente donaban los cielos a la capilla, y con respetuosa veneración la adoraron como trasunto fiel de la amorosa Madre de Dios en los momentos angustiosos en que perecía su divino Hijo sobre la cima del Calvario.

— ¡Bendito, bendito sea el Señor que nos hace tan precioso donativo! exclamaron los piadosos granadinos.

— ¡Bendita, bendita sea la cariñosa Protectora de los cristianos, repitió el viejo vicario, que comprendiendo nuestros vivos deseos de poseer su divino retrato, nos ofrece su preciosa estatua, en sagrada imagen.

La nueva del prodigio se extendió pronto por Granada, la población entera abandonó presurosa sus hogares y se dirigió hacia el santuario, ansiosa de admirar la imagen de Nuestra Señora de las Angustias que, obra sin duda de los ángeles, les regalaba el cielo.


Siendo tan pequeña la capilla y tan grande la multitud que acudió a ella, era imposible que todos pudieran caber de una vez.

Grande fue la confusión que produjo en el santuario, y sus alrededores, el deseo que todos tenían de admirar cuanto antes la preciosa imagen de Nuestra Señora.

No obstante, el respeto que les infundía el milagro contado, y mil veces repetido por los devotos de María, hizo que no hubiese que lamentar desgracia alguna entre la multitud, entrando esta poco a poco en la capilla y contemplando con admiración todos, unos después de otros, la divina imagen.

Se colocó luego ésta en el altar mayor, y todos los días los granadinos y los demás habitantes de la otras poblaciones de Andalucía, iban en romería al santuario a adorar y bendecir a la Madre de Jesucristo.

Desde el primer momento en que fue objeto del culto de los fieles la prodigiosa imagen, se verificaron tantos y tan extraordinarios acontecimientos, tan maravillosos milagros, ya viéndose curados y sanos algunos pobres enfermos, ya remediadas otras personas en sus necesidades y aflicciones, que la piedad y devoción de todos pensó en edificar un templo mas espacioso, o al menos ejecutar algunas obras de ensanche en el antiguo santuario ermita.

Reunidos varios de los más fervorosos fieles, formaron una piadosa hermandad o cofradía con el objeto de atender al culto de Nuestra Señora. Sus primeros acuerdos fueron los de procurar que cuanto antes se realizara lo que con tanta instancia se pedía por todos, aumentar la capacidad del templo.

Y no se crea que por falta de recursos no habían emprendido antes estas obras, pues numerosas órdenes religiosas se habían ofrecido a edificar un templo digno y suntuoso si se les hacía donación del santuario con la milagrosa imagen.

El ilustre Sr. D. Pedro Baca de Castró y Quiñones no quiso, sin embargo aceptar tales proposiciones, y aunque contestó a todos de una manera conveniente, trató de erigir la capilla en parroquia para mayor honra y gloria de María Santísima, como lo verificó en el año de 1609.

Por fin, después de no muchos años desde aquél en que tan milagrosamente se encontrara la imagen de la Virgen en la humilde y pobre capilla fundada por los Reyes Católicos, se convertía en un magnifico templo.

La nueva parroquia, como se hallaba en las afueras de la ciudad y por consiguiente en lugar despoblado, no tuvo en un principio muchos feligreses.

La fama de la poderosa influencia de aquella sagrada imagen, hizo que poco a poco muchos devotos de María, afanosos de verla y adorarla a todas horas en su nueva iglesia, fuesen edificando por los alrededores, fundando así un pequeño barrio que aumentó luego su vecindario con pasmosa rapidez y llegó a ser con el tiempo una de las principales parroquias de Granada.

Y fue, por último, tanta la devoción, tan grande el amor que se profesaba en esta ciudad a la amorosa Madre del Salvador, bajo la advocación gloriosa de Nuestra Señora de las Angustias, que algunos años después de haber edificado tan suntuoso templo, se la proclamaba con toda solemnidad patrona de los granadinos.

Muchos nombres ilustres pudiéramos aquí citar de las piadosas personas que con verdadera fe se han postrado en todos tiempos ante el sagrado altar de Nuestra Señora demandándole su poderosa protección.

El célebre D. Juan de Austria, cuando fue a Granada a pelear contra los sublevados moriscos, a la humilde capilla de María acudió devoto para que le concediera el triunfo sobre los infieles; y cuando victorioso regresaba a la corte antes de abandonar la hermosa ciudad, otra vez se dirigió al santuario de la Virgen a darle gracias por su divino favor, en el que sin duda había ganado aquellos verdes laureles que ponía a sus pies.

Y así como son muchos los grandes y poderosos de la tierra que humildes la han rendido homenaje de adoración, también son en gran número las joyas y alhajas con que la han obsequiado, dejando con estos ricos presentes en su magnífico templo, testimonio perenne de la gran veneración y afecto que la han profesado algunos piadosos cristianos.

Nada decimos de los privilegios y distinciones que esta antigua parroquia ha recibido en todos tiempos, lo mismo de los monarcas españoles que de los Pontífices romanos.

También nos creemos obligados a decir algo sobre el origen de la piadosa romería que se hace en Granada a un lugar, a cinco leguas de distancia, llamado Albuñuelas.

Uno de los venerables prelados de la ciudad, el ilustrísimo Sr. D. Francisco de Perea, natural de este mencionado pueblo, al ir en el año 1721 a administrar el sacramento de la Confirmación, quiso llevarles a sus habitantes un rico presente que le han tenido siempre en gran estima.

Era este el de una imagen de Nuestra Señora de las Angustias. Gozosos los de Albuñuelas cuando se la entregó el prelado, trataron inmediatamente de fabricarle una capilla.

Con este objeto se pensó en labrar un peñasco para que sirviera de pedestal a la Virgen, y al recibir el primer golpe de la piqueta, brotó del mismo un raudal de cristalina agua, dejando maravillados a todos los presentes, que comprendiendo por aquel milagro ser la voluntad de la Señora que la rindiesen culto en aquel mismo sitio, se construyó en él un pequeño santuario, y una fuente de tres caños al pie de la peña, a la que van a buscar la salud en sus aguas muchos enfermos.


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