ORACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio María,
que joven artesano,
supiste huir los peligros del mundo,
y en la práctica de la piedad
y en la aplicación al trabajo cotidiano
encontraste el medio de santificar el alma
y conservar puro y fuerte el cuerpo!
Enséñame a comprender
la virtud santificadora del trabajo
cristianamente cumplido,
y alcánzame la gracia de que a tu imitación
sepa santificar mi vida
consiguiendo un trabajo digno, honesto,
y bien remunerado, para que en él,
pueda desarrollarme como ser humano
y alcanzar el sustento diario
que me permita mi subsistencia
y la manutención de los míos,
sin agobios ni carencias.
¡Oh glorioso San Antonio María,
que apenas sentiste la vocación de Dios
¡Oh glorioso San Antonio María,
que apenas sentiste la vocación de Dios
a un ministerio más alto y heroico,
renunciaste al lisonjero porvenir
que el mundo te ofrecía,
abrazando el estado eclesiástico!
Alcánzame la gracia de ser siempre
dócil a las celestes inspiraciones,
para que, aun a costa de dolorosos sacrificios,
sepa seguir el divino llamamiento
y servir al Señor en el puesto
en que él quiere le glorifique.
¡Oh glorioso San Antonio María,
¡Oh glorioso San Antonio María,
que ungido sacerdote del Señor,
no pensaste en otra cosa, ni ambicionaste
sino evangelizar a los pobres y humildes
y retornar a Dios a los pecadores arrepentidos,
renovando en tu vida y persona
las maravillas y hechos de los Apóstoles!
Alcánzame que, encendido en el celo de las almas,
me emplee en llevar a Dios
a mis hermanos extraviados,
con la palabra, con el ejemplo y con la oración,
siendo así un verdadero testigo y apóstol de Cristo.
¡Oh glorioso San Antonio María,
¡Oh glorioso San Antonio María,
que ya desde los tiernos años
escogiste a la Santísima Virgen
por madre y maestra de tu vida espiritual,
logrando así llegar
a las más altas cumbres de la santidad!
Alcánzame para con ella
verdadera piedad de hijo;
que conozca sus grandezas y excelencias,
que sienta el atractivo de su Corazón maternal,
para mejor conocer, amar y servir
a su Santísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Señor, Dios y Padre nuestro,
Señor, Dios y Padre nuestro,
que en los designios de vuestra bondad adorable
predestinasteis a San Antonio María Claret
predestinasteis a San Antonio María Claret
para el ministerio apostólico de la salvación de las almas
y le previnisteis con especiales dones de gracia,
a fin de que fuera dechado de santidad
en los distintos estados de la vida cristiana.
Yo os alabo y doy gracias
por los tesoros de virtud que depositasteis en su alma,
sobre todo aquel espíritu de caridad
con que acogía a cuantos recurrían a él
en sus necesidades espirituales y temporales.
Concededme la gracia de saber seguir
sus ejemplos e imitar sus virtudes,
y especialmente la que vengo a pediros en esta plegaria
mediante su poderosa intercesión ante Vos.
y especialmente la que vengo a pediros en esta plegaria
mediante su poderosa intercesión ante Vos.
Os la pido también por el Corazón Inmaculado de María,
de cuyas glorias y misericordia
le hicisteis apóstol predilecto.
Amén.
INFANCIA DE ANTONIO Mª CLARET
Día de Navidad de 1807, en Sallent, Cataluña. Las campanas de la parroquia tocan alborozadas. Esta vez no festejan el Nacimiento de Jesús, sino el bautizo de Antonio Claret y Clará, nacido dos días antes.
Sus buenos padres, Juan y Josefa, con sus ejemplos e instrucciones lo preparan para ser un hombre de bien. La casa de Antonio era un hogar donde se hospedaban la fe, la piedad y el cariño.
Los leños chisporrotean hechos ascuas, ahuyentando el frío. Mientras el cierzo helado sopla por las mal ajustadas ventanas, Juan, el padre, instruye a sus hijos, que le escuchan atentos, mientras la madre mueve ágil los dedos en el bolillero.
Pasa el tiempo... Antonio, como otras veces, ha subido a la ermita de Fusimaña, cerca de Sallent. Se hace fuego para la comida. De pronto, las llamas prenden en su vestido, que arde, mas su cuerpo queda ileso.
Intrépido y osado, intenta un día escalar un difícil ribazo. Sólo algún pequeño arbusto brota de entre las hendiduras del peñasco. Antonio empieza a trepar, pero pronto nota con espanto que uno de los arbustos se desgaja rodando con él por el ribazo.
- "¡Está muerto!" -gritaron cuantos le vieron.
Pero él se levantó sonriendo, sin haberse hecho ni un leve rasguño.
¡Qué pareja tan linda formaba con su hermana Rosa! ¡Dos ángeles escapados de un lienzo de Murillo! Cruzaban el bosque, lleno de rumores y de leyenda. Dejaban a su paso los matorrales irisados de flores silvestres. Las aves les festejan con sus cantos. Antonio y María seguían adelante, los ojos fijos en la blanca ermita solitaria.
¡Abre la iglesia, santero, que llegan dos ángeles a extender las alas de su inocencia junto a su Reina! Lo decía el párroco a los monaguillos; lo decía el maestro a los escolares; lo decían las madres a sus pequeños: imitad a Antonio Claret, sed como él.
Y ser como él significaba ser piadoso, obediente, aplicado, el primero en todas las cosas buenas. Los niños no sabían envidiarle. ¡Lo veían tan superior a ellos! Y además, ¡era tan sencillo, tan buen compañero, se jugaba tan bien en su compañía!
Su padre era tejedor. Antonio también lo sería. No por vocación, sino por necesidad. Y esperando en que un día se le abriría el camino espiritual, empezó a tejer. El telar, la lanzadera, las agujas, las ruedos y las tijeras fueron sus compañeros durante muchos años. Y en el oficio ejercitaba su paciencia. Cuando un hilo se le rompía no se enfadaba, sino que exclamaba tranquilo:
- "Tú te has rolo, yo te anudaré".
No se contentó con ser un tejedor vulgar. Quiso ser el mejor y progresar en el arte. Y se dedicaba a examinar con la lupa los tejidos, para inventar muestras nuevas y tejidos más perfectos.
Además, desde muy pequeño aprendió a dibujar, pero en donde progresó fue en la Lonja de Barcelona. Allí, de cara al mar, pasaba cuantas horas podía dedicado al arte del lápiz, con ilusión y fortuna.
Un día fue a la feria "dels Encants", y vio una historia en siete u ocho dibujos.
- ¿Cuánto valen?
- Cuatro reales.
- Son caros. Hagamos un trato. Déjemelos copiar por un real, y mañana se los devuelvo.
El vendedor -cosa rara- se fio.
Al día siguiente, Antonio los había copiado. El obispo de Vich le dijo un día: "Creo que es de Dios su vocación. En el Seminario de Vich puede empezar la filosofía."
Su padre sintió un gran alivio en su dolor.
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