ORACIÓN DE LAS 3 SANTAS VÍRGENES PARA PEDIR UNA RECONCILIACIÓN CON TU AMOR


En siglo III de nuestra Era, durante los tiempos heroicos del cristianismo en el Imperio Romano, Santa Inés se entregó al sacrificio por dar testimonio propio de la verdad.

 
El juez, obedeciendo órdenes implacables, la sentenció a ser decapitada, y la sentencia se ejecutó con escalofriante crueldad. El delito había sido, sencillamente, presentarse y afirmar su fe.


Cuando ocurrió la ejecución, el rasgo sobresaliente fue la conmovedora castidad, el delicado rubor de Santa Inés. San Dámaso escribió un epitafio en su homenaje, cuya traducción al español "Al padre Carlos de María y Campos, S.J", es como sigue:
 
"La fama refiere que los padres de Santa Inés contaron cómo su hija, cuando resonó la lúgubre trompeta, siendo aún niña, súbitamente se apartó al regazo de la nodriza, y despreció las amenazas y la rabia al tirano cruel, cuando éste quiso quemar con llamas su noble cuerpo. Y cómo Inés, con sus débiles fuerzas superó el inmenso temor, y echó su abundante cabellera sobre los miembros descubiertos, para que un rostro humano no viese el templo del Señor.
 
¡Oh, venerable, honra y prez sagrada del rubor! ¡Sé propicia, te suplico, ínclita mártir, a las oraciones de Dámaso!"
 
Esta lápida se conserva hoy día en algún lugar de Roma.
 
Seis siglos más tarde, en Francia, vivió otra doncella de cualidades excepcionales: Santa Solange.
 
También ofrendó la vida para defender su pureza; también dio testimonio de fe cristiana, cuya fuerza es la mansedumbre y cuya violencia es el amor supremo. Cayó decapitada para la furia del intemperante.
 
Solange había sido una dulce pastorcita de ovejas, y como oveja presentó su cuello para perder la vida antes que la virtud y la libertad del alma.
 
Santa Germana Cousin vivió siete siglos después, en Francia también. En sus 22 años de vida, sólo conoció la humillación, el desamor y la injusticia de los humanos. A cambio de ello, se mostró siempre sonriente, dócil y caritativa, y no ciertamente como quien se acobarda por su desventaja, sino como quien es fuerte en el espíritu del amor, y perdona y se prodiga en bendiciones.
 
Fue un ejemplo más de virtud esencialmente cristiana. Santa Germana Cousin murió mansamente en el año 1601, a los 22 años de edad, después de seguir el camino de luz que antes habían recorrido Solange e Inés. Camino de luz que han seguido todas las santas vírgenes, cuyo tránsito parece acrecentar siempre la luminosidad de su estela común.
 
Las historias de cada una de estas tres santas vírgenes pertenecen a tres siglos distantes entre sí, y cada una está rodeada por el ambiente propio de su tiempo y bajo las circunstancias propias de su lugar. Si, embargo, nos muestran cómo, a través de tiempos diferentes y bajo condiciones distintas, la pureza y la santidad tienen siempre una invariable condición. Tienen candor y aparecen revestidos por esa fuerza encantadora de la espiritualidad, tanto más avasalladora si se toman en cuenta los factores hostiles que las produjeron.
 
Santa Inés, Santa Solange y Santa Germana Cousin son tres flores purísimas, muy parecidas por su fragancia. Las tres fueron segadas un día por el cuchillo de la maldad, y las tres nos dejan un recuerdo inmortal, porque en ellas, venciendo al odio, se posaron los rayos eternos del amor.


ORACIÓN DE LAS TRES SANTAS VÍRGENES
 
Purísimas Santa Inés, Santa Solange y Santa Germana,
tres jovencísimos lirios blancos
llenas del más ferviente amor a Dios,
rebosantes de belleza, virtudes y pureza,
cuyas vidas arrebatadas cruelmente
hoy sirven de modelo y ejemplo
 por ser fuente inagotable de amor
porque las tres fuisteis capaces
de vencer al odio y la tiranía.

Bellas almas, hermosas niñas,
dulzuras llenas de amor,
princesas de las reconciliaciones,
escuchad hoy mi súplica,
porque me encuentro sumido
en el dolor más profundo,
en la desolación y el abandono,
de quien más amo en esta vida.

Santa vírgenes que con vuestro amor
conseguisteis vencer al odio
y por ello habéis sido premiadas
gozando ahora de la gloria de Dios:
ayudadme a conseguir una reconciliación
con___________
para que nuestra vida recobre el amor,
la amistad, la armonía, el cariño,
y podamos volver a ser una pareja feliz.

Vosotras que todo lo disteis por amor a Dios,
podéis ayudarme a recuperar
los sentimientos y el amor de mi amado,
tengo la absoluta certeza de que es así,
hacedlo, insuflando buenos recuerdos en él,
procurando aliviar su rencor,
haciendo que recapacite y descarte la ira,
borrando el odio de su corazón.

Que sea vuestra pureza la que guíe
nuestros más íntimos sentimientos,
que fortalezca nuestros corazones,
que alivie nuestras penas y sufrimientos,
que nos devuelva la confianza perdida,
para que podamos volver a sentir
la gran dicha y el amor que sentíamos
cuando estábamos juntos y unidos.

Santa Inés, Santa Solange, Santa Germana,
rogad a Dios por mi,
para que vuestra sea la gloria,
y yo pueda recobrar la felicidad perdida.

Amén.

 

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