SANTA JUANA DE FRANCIA, ORACIÓN PARA RECIBIR AYUDA Y PROTECCIÓN CONTRA TODO MAL


ORACIÓN
 
¡Oh santa princesa, Santa Juana!
Tu vida estuvo llena de virtudes heroicas
y por ello has merecido disfrutar ahora,
cual merecido premio de la gloria de Dios.
 
Tu ejemplo ha servido de aliento
en las graves dificultades de la vida
pues ¿quién mejor que tú, ha conocido
las desgracias y aflicciones  del mundo?


 Te fueron negadas todas las alegrías
y cayeron sobre ti, mas desgracias
de las que cualquier humano puede soportar,
pero tu corazón nunca las lamentó;
porque sabías que el Esposo de las almas
no busca en sus elegidos la belleza del cuerpo,
pues esta, a menudo, sería un peligro para ellos.  
 
El cetro que tus manos santas
llevaron por un tiempo
 pronto se les escapó,
y ningún reproche ni lamento salió de ti,
pues tu alma verdaderamente cristiana
vio en esta disposición de la Providencia
solo un motivo de gratitud  
por la liberación que se le otorgó.  
 
La realeza de la tierra no era suficiente para ti;
El Señor te destinó para el cielo.
 
Ruega por nosotros, sierva de Cristo,
pobres pecadores,
y concédenos la limosna de tu intercesión.  
 
Abre nuestros ojos a los peligros del mundo,
para que disfrutemos su prosperidad sin embriaguez
y sus reveses sin murmurar.  
 
Ayúdanos, preserva la preciosa semilla de verdad
y las virtudes que parecen próximas a desaparecer.
 
Intercede ante tu bien amada a María,
para que nos proteja y cobije bajo su manto,
y que nuestras necesidades sean aliviadas,
nuestras penas consoladas,
y nuestra salud confortada,
para que alejados y protegidos de todo mal,
podamos obtener mejores días.
 
Amén.
 
Una de las cosas que fueron decisivamente críticas en la vida de Juana de Valois (más tarde Santa Juana de Francia) fue el proceso y anulación de su matrimonio con el duque de Orleans.
 
Todos los historiadores están de acuerdo en que, según se desarrolló el mencionado proceso de nulidad, la inocencia y el candor de la atribulada mujer alcanzaron dimensiones sublimes.
 
Es de todos conocido el rigor con que la Iglesia ve la indisolubilidad del matrimonio por sacramento. Por eso cuando, como en el caso de Luis de Orleans y Juana de Valois, se pide a un tribunal eclesiástico que determine si hay o no nulidad de matrimonio, es preciso realizar la más cuidadosa y exhaustiva investigación, agotar hasta la última posibilidad de error o falsedad.
 
 
El proceso entablado a Santa Juana de Francia para fallar si existía o no la unión legítima con Luis de Orleans, resultó una terrible, pero necesaria prueba a la que la santa tuvo que sacrificarse. Los detalles más íntimos y personales tuvieron que hacerse del conocimiento público, para que los jueces pudieran considerar el caso con una investigación inequívoca.
 
Es históricamente conocida la arbitraria y atentatoria decisión del rey Luis XI de Francia, cuando determinó que su hija recién nacida (a la que ni siquiera había visto más de tres veces, y eso superficialmente) se comprometiera en matrimonio con el también recién nacido hijo del duque de Orleans.
 
Para obligar a que se firmara un contrato en este sentido, le bastó insinuar una terrible amenaza a la casa de Orleans. De este modo, el duque heredero iba a casarse fatalmente con una mujer a la que no conocía, a la que no quería, a la que no ambicionaba.
 
Poco después, la madre del duque visitó a Juana de Valois y pudo observarla desde cierta distancia, descubriendo que... ¡la joven era deforme. Tanto el proceso, como otros datos históricos, certifican que Juana nació hermosa y normal, pero algún mal adquirido, sus desarrollo anormal, le causaron la desviación de la espina dorsal, y esto trajo como consecuencia la cojera, aparte de que no pudo crecer suficientemente. En pocas palabras, era muy baja de estatura y cojeaba al caminar, con lo cual su figura no inspiraba atracción a ningún galán que, como el duque, fuera gallardo y gustara de las mujeres esbeltas, altas y hermosas.
 
En estas circunstancias se realizó la boda. ¿Cuánto sería el candor de Juana, que jamás advirtió el despego o la repugnancia de su prometido esposo?
 
Durante el proceso de nulidad le preguntaron expresamente:
 
- "¿Creéis que Luis de Orleans se casó con vos por amenazas de Luis XI, o contra su voluntad?"
 
Juana respondió:
 
- "No lo creo. El nunca mostró disgusto ni me dijo que no deseaba casarse conmigo."
 
He aquí, pues, cómo Juana de Valois, la reina sin corona, aceptó casarse y ni un solo instante le asedió sospecha o malicia alguna para creer que su matrimonio era un contrato por razones de Estado.
 
He aquí que tuvo cerca a su presunto esposo, y no vio en él repugnancia ni disgusto. He aquí que el duque de Orleans la confinó en castillos, la abandonó, prácticamente la repudió, y que ella no atribuyó a esto ninguna hostilidad ni rechazo.
 
Tal fue la transparente inocencia de una santa, la diafanidad de su pureza, la carencia de la más pequeña dosis de suspicacia o de malicia.
 
¡Bien compensada estaba la deficiencia de su cuerpo, con la belleza de su espíritu!
 


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