¿QUE ES LA SANTA CUARESMA?

 
La Cuaresma es un camino espiritual que lleva a la comunidad cristiana y a cada fiel a la celebración de la Pascua.
 
Comienza con el Miércoles de Ceniza y desemboca en el Triduo Pascual al que Sirve de preparación prolongada y profunda.

La forma actual de la Cuaresma se debe a las disposiciones del papa Pablo VI, el cual por su carta apostólica de 3 de febrero de 1969, promulgaba un nuevo misal romano, realizado conforme a los mandatos del Concilio Vaticano II.


Además de la revisión del Ordo Missae contenía el nuevo misal una revisión general del año litúrgico, a tono con lo indicado por el propio mandato conciliar que dice:
 
«Revísese el año litúrgico de manera que, conservadas o restablecidas las costumbres de instituciones tradicionales de los tiempos sagrados de acuerdo con las circunstancias de nuestra época, se mantenga su índole primitiva para alimentar debidamente la piedad de los fieles en la celebración de los misterios de la redención cristiana, muy especialmente del misterio pascual».
 
Se establecía, pues, una revisión y una adaptación a las nuevas circunstancias, pero se partía no de cero sino de la ya vieja tradición cuaresmal de la iglesia. Conservar y progresar: las dos dinámicas con que se hizo toda la espléndida reforma litúrgica posconciliar.
 
El Concilio había hablado de un doble carácter en el tiempo cuaresmal, el bautismal y el penitencial. El carácter bautismal venía dado, señala el Concilio, porque la Cuaresma es tiempo de preparación y de recuerdo con relación al bautismo; el penitencial, porque en él se subraya la necesidad de la conversión a Dios de los pecadores (lo somos todos en alguna medida) y de la oración por los pecadores.
 
El Concilio quería, por ello, que tanto los elementos bautismales como los elementos penitenciales quedaran claramente subrayados en la revisión que se hiciera de la Cuaresma.
 
Siguiendo fielmente todos estos criterios, la nueva estructura de la Cuaresma se inspira en la más antigua y venerable tradición de la Iglesia romana, y asimismo la acomoda a las necesidades de nuestro tiempo, haciendo de la liturgia cuaresmal un verdadero vademecum del creyente que desee vivirla con intensidad en orden a planificar su vivencia de la Pascua, pudiendo decirse que si el creyente se mete entero en la cuaresma, persevera en su seguimiento a lo largo de toda ella, y así preparado vive la Pascua, saldrá renovado espiritualmente de la vivencia pascual.
 
De la estructura cuaresmal adoptada por la nueva liturgia romana los liturgistas deducen, con razón, que la Cuaresma tiene como destinatarios específicos un triple grupo de creyentes.
 
En primer lugar, los catecúmenos, es decir, los que se preparan a recibir el bautismo. Propiamente hablando, son catecúmenos las personas con uso de razón que se preparan a recibir el sacramento bautismal. Un niño pequeño o un ser humano sin uso de razón, aunque vayamos a bautizarlo, no por ello es catecúmeno, y es claro que la preparación al bautismo no se encierra toda ella en el breve espacio de semanas que es la Cuaresma. La Cuaresma que precede a la Pascua en que se bautizan es la culminación del catecumenado y en la liturgia de la Palabra de los domingos cuaresmales están indicados temas básicos de la enseñanza prebautismal.
 
El segundo grupo al que se dirige la Cuaresma es el de los fieles pecadores que necesitan hacer un serio proceso de conversión de sus pecados. La misericordia divina no agotó sus recursos con el sacramento del bautismo. Para los cristianos que hayan caído en pecado, incluso en pecados los más graves, hay una segunda oferta de salvación por parte de la clemencia divina.
 
Este proceso de penitencia postbautismal tiene su sello en el sacramento de la penitencia, ya que el Señor confió al ministerio apostólico el perdón y la retención de los pecados. Un sincero dolor de los pecados y un firme propósito de enmienda preceden a la humilde confesión de las propias culpas, sobre la que desciende el consuelo de la misericordia divina con la absolución sacramental.
 
Suscitar en los pecadores los sentimientos de compunción, dolor, arrepentimiento y vuelta al Señor para emprender una vida renovada en la alegría de la salvación, he ahí un propósito decidido de la Cuaresma.
 
Y el tercer grupo al que se dirige la Cuaresma es todo el resto de la comunidad cristiana: no sólo a los catecúmenos y a los pecadores sino a toda la comunidad se dirige la Cuaresma para que se prepare de manera eficiente a una provechosa celebración de la Pascua.
 
Para ello la comunidad cristiana volverá a recordar el bautismo y la dignidad cristiana recibida en él, resucitando los efectos de la gracia divina recibida en el bautismo y actualizando el compromiso bautismal, viviendo la vida nueva recibida en el bautismo y haciéndose dócil al Espíritu Santo para que su vida se enriquezca con todos los frutos del Espíritu.


En la noche de la Pascua la Iglesia, luego de haber bendecido la fuente bautismal y haber sumergido en ella a los nuevos creyentes, le pedirá a la comunidad cristiana que renueve las promesas del bautismo, renunciando a Satanás y al pecado, y confesando la fe en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo.
 
Esta renovación formal de la noche de la Pascua va precedida de todo el ejercicio ascético y moral de la Cuaresma, que hace de esa renovación no una decisión repentina y sobre la marcha, sino una madura toma de postura por parte de quienes han puesto los ojos en Cristo Salvador y han decidido renovar su adhesión de corazón a él. Momento sublime que cada año debe ser un hito importante en el camino cristiano de cada uno de los fieles y de la entera comunidad cristiana.
 
Pero, si la comunidad cristiana recuerda el bautismo y se prepara a renovar sus compromisos durante la Cuaresma, lo hace también porque es consciente de la necesidad de purificación que ella tiene: cada uno de sus miembros y aún la propia comunidad como tal. Y por ello, no hay quien no deba practicar la penitencia como virtud que sanea el interior del hombre y le da fuerzas en la lucha contra el pecado, lucha en la que todo hombre y la entera comunidad están metidos mientras dure la peregrinación terrena.
 
La necesidad de purificarse y superar las tentaciones aparece como tarea de todo creyente, y a ella le estimula la Cuaresma con fuerza.
 
No solamente los grandes pecadores sino cada fiel y cada comunidad cristiana tiene que hacer penitencia y renovarse en su espíritu.

 

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