EL ÁNGEL DE LA GUARDA


En el Evangelio de Mateo Jesús le dice a sus jóvenes: 
"Estén atentos; ¡no descuiden a ninguno de estos pequeños!
 Les afirmo: sus Ángeles divisan en el cielo 
a cada hora la luz de mi Padre". (Mt. 18, 10) 

Con los pequeños no sólo se hace referencia a los niños, sino también a todos los desconocidos, desamparados y humildes de la comunidad católica. Jesús nos dice que cada uno de estos seres pequeños y desamparados tiene un Ángel que puede ver la luz de Dios. 

Gracias a este párrafo de la Biblia la Iglesia ha enseñado la creencia en un Ángel de la guarda. Esta idea de un Ángel de la guarda es compartida por muchas religiones. Jesús retoma la concepción judía y la amplía, ya que para el judaísmo rabínico los Ángeles están en la Tierra y no pueden ver la luz divina. Jesús, en cambio, quiere decirnos que cada persona tiene un Ángel de la guarda que a su vez puede ver a Dios. Cada persona se encuentra bajo la especial protección de Dios, quien envía un mensajero propio para cada uno. 

Los padres de la Iglesia han interpretado este párrafo de la siguiente manera: Desde el nacimiento cada persona posee su propio Ángel de la guarda. La Iglesia ha mantenido esta interpretación hasta la actualidad. ¿Qué significa esto? Pues que la Iglesia afirma que Dios le envía a cada uno un Ángel. Y hasta en algunos casos se ha llegado a enseñar que estos Ángeles participaban también en la creación de un hombre (Orígenes, Tertuliano, Clemente de Alejandría). El hombre no existe sin un Ángel, no es completo sin él. 

Los Padres de la Iglesia no sólo le otorgaban a cada persona un Ángel, sino que también a los distintos pueblos y comunidades. En el Apocalipsis el vidente dirige su mensaje al Ángel de la comunidad (Ap 2). De esta manera podemos afirmar, entonces, que cada niño posee su propio Ángel de la guarda. 

Continuamente se escuchan relatos de adultos sobre la importancia que jugó su Ángel de la guarda durante su niñez. Este les otorgaba tranquilidad en medio de un mundo inseguro. Los niños poseen un sentido natural para captar la realidad de los Ángeles. La psicóloga infantil francesa Françoise Dolto narra en sus memorias cómo su relación con su Ángel de la guarda determinó en gran medida su niñez. Ella vivía junto a su Ángel como si éste estuviese al lado de ella: "Cuando me iba a dormir, me recostaba sólo en la mitad de la cama para dejarle lugar a mi Ángel para que pudiera dormir junto a mí". Françoise está además convencida de que su Ángel jamás la ha abandonado. Él aparece en su vida cada vez que ella busca un reparo. Afirma: "Un Ángel de la guarda infantil duerme junto al niño, un Ángel de la guarda adulto vigila siempre". 

Los padres no pueden estar presentes en todos los caminos de sus hijos. Cuanto más intentan esto, tanto más generan en sus hijos agresividades y miedos. Y estos padres que intentan controlar todo, deben comprobar que al final sucede aquello que tanto temían. Allí es donde nos resulta útil la creencia en un Ángel que protege al niño de los peligros; pero ¿qué pueden hacer los padres con esta creencia si su hijo es golpeado en el regreso del colegio por otros o si sufre abuso sexual? 

El Ángel de la guarda no puede ocuparse de todo. No podemos pedirle demasiado. Debemos hacer aquello que podemos hacer solos. Por sobre todo deberíamos ser inteligentes y juzgar la realidad de nuestro mundo con más claridad. Y aun así queda esa zona intermedia que no se puede prever ni reglamentar. Allí es donde la fe en un Ángel se vuelve útil para los padres. Los libera de sus propias preocupaciones. Porque aun con todas sus preocupaciones nunca podrán garantizar que sus hijos lleguen sanos del colegio o del jardín, ni que jamás se lastimen jugando. 

Quien por miedo a que algo pudiera pasar, intenta proteger a su hijo de todos los peligros, termina cegando a su hijo para los verdaderos peligros. Todo niño debe probar por sí solo de qué es capaz. Y allí siempre puede pasar algo, siempre existe la posibilidad de que juzgue mal su límite. La confianza en los Ángeles de la guarda y las medidas de prevención necesarias deben ir juntas. 

No podemos explicar cómo, aun con sus Ángeles, algunos niños se encuentran en peligro y hasta llegan a perder sus vidas. Podemos rezarles a los Ángeles de la guarda, pero no tenemos ninguna garantía de que actuarán. Cada vez que nuestro Ángel nos salva se trata en realidad de la voluntad de Dios y sobre ésta no podemos disponer. 

Todo adulto ha estado seguramente alguna vez en peligro. Quién no ha pasado a otro automóvil en la ruta sin haber visto a otro coche que también intentaba pasarlo y se ha salvado con suerte de un accidente. Muchos dicen espontáneamente: "Tengo un buen Ángel de la guarda". O bien ¿quién no se ha encontrado con un embotellamiento de repente y ha podido frenar a último momento? Estas son todas situaciones que nos hacen creer que tenemos realmente un Ángel que nos protege. En esos momentos no sólo los cristianos más creyentes creen en sus Ángeles, sino que hasta el más ateo habla de su Ángel pues se da cuenta de que estuvo bajo la fuerza de una protección mayor, que se escapa a su poder. 

Un Ángel de la guarda nos otorga confianza en que siempre llegaremos sanos y salvos a nuestras casas. Nos quita el miedo a tareas que debemos realizar y que podrían no salir bien. 

La concepción de un Ángel de la guarda se ha expandido tanto que se la puede encontrar en toda alma humana. Los judíos hablaban ya de ello, los griegos los denominaban daimon, los romanos genius. 

Aun cuando hoy en día muchos ya no creen en Dios o les resulta difícil, siguen sin embargo creyendo en los Ángeles. Esta creencia es como una especie de "fe buscadora" de Dios. Porque quien habla de su Ángel, sabe que fue enviado por Dios. Pero quien habla de Ángeles no tiene necesariamente que creer en toda la dogmática cristiana. 

Los Ángeles son criaturas de Dios. A través de su enviado Helmut Hark, pastor evangélico y psicoterapeuta, trabaja a menudo en sus tratamientos con la imagen del Ángel. Así, por ejemplo, hizo reflexionar a los participantes de un grupo de tratamiento sobre la importancia que le otorgaba cada uno a su Ángel. Estas fueron algunas de las respuestas: 

"El Ángel nos cobija en nuestro camino, cuida nuestras espaldas y mantiene lo malo lejos de nosotros. Influye sobre las casualidades más felices. Gracias a él se solucionan nuestros problemas. Aparece en situaciones límite. A través de él recibo impulsos para realizar buenas obras. Es el mellizo de nuestra alma. Es mi patrono protector personal. Por medio de él recibo a tiempo advertencias. Es para mí una inteligencia más alta. Me habla a través de una voz interna. Es la imagen primitiva de mi alma. Inspira mi imaginación. A través de él se despiertan energías curativas."  

Estos testimonios demuestran como también personas que no tienen especial contacto con la Iglesia creen que no están solos en sus vidas. Y es justamente en esta idea de que los acompaña un Ángel que los advierte sobre posibles peligros y los protege, donde se expresa indirectamente su fe en la protección de Dios. A menudo no pueden imaginarse a Dios, pero con los Ángeles Dios se vuelve concreto, tangible e ingresa en su vida cotidiana. 

La fe en un Ángel de la guarda tiene a menudo efectos muy positivos y curativos. Así, por ejemplo, narra Helmut Hark la historia de una mujer que vivía atormentada con pensamientos de suicidio hasta que tuvo la visión en un sueño de un Ángel "quien le transmitió un sentimiento vital nuevo, hasta entonces desconocido". De repente se vieron esfumadas sus ideas suicidas. 

Hark habla de las energías espirituales de los Ángeles que pueden llegar a destruir modelos de vida auto-destructores. La fe en un Ángel personal es mucho más que la imaginación infantil de un angelito dulce que nos acompaña a todos lados. Si creemos como adultos en el Ángel de la guarda podremos no sólo superar nuestros miedos a los peligros cotidianos en la calle y en el trabajo y a enfermedades que nos amenazan constantemente. 

Nuestro Ángel nos transmitirá además la confianza en que superaremos nuestras crisis y nos volveremos cada vez más fuertes. Para aquel que esté intentando -quizás por medio de una terapia- resolver sus conflictos infantiles sin tener demasiado éxito, encontrará siempre la ayuda de su Ángel de la guarda. 

La comprensión intelectual de nuestros pesares no nos cura. Muchos, entonces, comienzan a dudar de ellos y de las cargas que arrastran a lo largo de sus vidas. La fe en el Ángel de la guarda nos lleva a poder confiar en que pueda ocurrir un milagro en medio de nuestro tratamiento terapéutico, en que un poder curativo crecerá en medio de nuestra alma, en que un Ángel aparecerá en nuestros sueños y nos mostrará un posible camino o bien en que de repente el miedo o las ideas suicidas desaparecerán sin saber bien por qué. 

La fe en los Ángeles nos libera de la fijación en los factores negativos enfermizos de nuestra vida nos permite descubrir además las energías curativas que se encuentran en nosotros. Con el Ángel observamos la cercanía de Dios en nuestra existencia, en nuestra constelación concreta de peligros posibles, al conducir, en un incendio, en un resbalón en las calles. 

El Ángel es una concretización de Dios. A través de él Dios influye en nuestras vidas. Son muchos más los que reconocen esta presencia de Dios en nuestras vidas que los que expresan directamente su fe en Dios. Jesús dice que los Ángeles de la guarda pueden ver la luz divina. Cada hombre tiene, entonces, una relación con Dios a través de su Ángel. Cada uno puede llegar a través de su Ángel a Dios y, entonces, nadie se encuentra limitado a lo visible y lo posible, todos están rodeados de secretos y no se encuentran en realidad solos cuando creen estarlo. Nadie está desamparado aun cuando camina solo por el bosque. 

El mensaje religioso que aún en la posmodernidad puede seguir teniendo vigencia podría superar a la psicología. La concepción del Ángel conecta a los hombres con las fuerzas protectoras y conservadoras de su inconsciente. Les ayuda a cuidarse más y a vivir con menos miedos. Lo que la psicología debe explicar con esfuerzo, la mayoría de las personas lo entienden inconscientemente. No sólo viven con su razonamiento crítico, sino que también a partir de su "zona intermedia", estableciendo una conexión entre cielo y tierra, entre la realidad visible e invisible. Puesto que confían desde su infancia en esta "Zona intermedia", pueden llegar a comprender luego directamente la concepción del Ángel de la guarda. 

Sin necesidad de reflexionar profundamente, están convencidos de que un Ángel los acompaña y los protege de los peligros. El Ángel de la guarda no sólo nos acompañó y protegió durante nuestra niñez sino que ahora también se encuentra con nosotros y en nosotros cuidándonos a cada hora.



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