EL ÁNGEL QUE ABRE LAS PUERTAS DEL CIELO


Jacob huye de su hermano Esaú porque teme que éste lo mate. Esaú es más fuerte que él. Mientras que Jacob confía en su gran intelecto, ha desarrollado Esaú, en cambio, una fuerza muscular terrible. 

Esaú no puede perdonarle a su hermano el hecho de haberle quitado el derecho a ser el primogénito y con ello también la preferencia de su padre. Jacob huye y pasa la noche en el desierto. Como almohada utiliza una piedra. Entonces, tiene un sueño: 

"Ve una escalera apoyada sobre la Tierra que llega hasta el cielo. A través de ella suben y bajan Ángeles de Dios"(Gen 28,12). 

En lo más alto de la escalera se encuentra Dios quien le promete: 

Estoy contigo, te protegeré a donde estés y te traeré de regreso a este mundo ya que no te abandonare hasta haber logrado lo que te he prometido" v en 28,15). 

Los Ángeles son aquí los que conectan cielo y tierra. Ellos abren el cielo para quien parece perdido, abandonado, sin salida. De repente su vida se amplía nuevamente y recibe un horizonte más grande. Jacob sabe que su vida tendrá éxito, ya que Dios estará con él y cumplirá con sus promesas. 

A menudo nos encontramos en la huida. La Biblia presenta muchas historias de huidas pero aquí se trata especialmente de una manera muy específica de huir de algo. Jacob huye de su propia sombra ya que Esaú es su hermano, la sombra que él aún no ha divisado. Huir de su sombra no es seguramente la mejor solución puesto que la sombra nos alcanzará en algún momento. Todo psicólogo nos dice que debemos poder integrar nuestra sombra porque si no nos falta una parte esencial de nuestra alma. Pero Jacob no la integra, sólo huye. Debe caminar un largo trecho hasta que finalmente enfrenta su sombra y Dios se le aparece. Primero sólo huye y aun en esta huida Dios no lo abandona. La huida está también permitida. 

Los Ángeles que se le aparecen a Jacob le abren el cielo recién en su huida. Esto tiene dos significados: En primer lugar, que no podemos integrar nuestra sombra sin que nos sea mostrado un horizonte más amplio, sin que nuestro Ángel nos abra el cielo. Necesitamos un objetivo para poder aceptar nuestra sombra. Quien sólo fija su atención en su sombra, termina huyendo de ella puesto que la teme. Recién cuando puede observar el cielo abierto la sombra ya no le resulta tan terrible. El cielo proyecta su luz también sobre la sombra. 

En segundo lugar, que es entonces cuando creemos estar perdidos, sin salida, cuando un Ángel abre para nosotros el cielo y deja entrar nuevamente a Dios en nuestro horizonte. En el momento en que ya no tenemos más esperanzas aparece un Ángel en nuestras vidas y nos deja ver todo a través de nueva luz. La crisis sin salida se convierte para muchos en el lugar donde descubren un camino espiritual. Este camino no es, sin embargo, para nada seria sencillo, no se trata de esquivar sólo la crisis sino que es el único camino que realmente nos hace salir de ella. 

Cuando ya hemos intentado todo y externamente no logramos encontrar una salida, sólo nos queda buscarla en nuestro interior para que nuestra vida vuelva a tener éxito. Entonces, encontramos en nuestro camino interior nuestro verdadero ser que nos permite salir de la crisis. 

Los Ángeles cumplen también para los niños la función de abrirles el cielo. A los hijos de una pobre familia su vida les parece también un desierto o el infierno. Pero nadie puede vivir eternamente en el infierno. Sólo pueden sobrevivir allí, si el Ángel les abre una y otra vez el cielo. Entonces, el niño es capaz hasta de alegrarse por una flor linda, o bien puede volver a acariciar lleno de amor a su perro o gato. Otro puede internarse en sí mismo al jugar y olvidarse de todo. En todos estos casos se abre el cielo para ellos. Allí comienza un nuevo horizonte en su vida y Dios llega hasta su corazón. Algo se abre, una puerta, y su alma se expande. 

Los niños no reflexionan sobre esto, sino que buscan espontáneamente los lugares en sus vidas que los conectan al Cielo, los lugares donde se encuentran escaleras celestiales por las cuales suben y bajan Ángeles. En esos lugares se dan cuenta de que no están solos que Dios los acompañará durante toda su vida. 

La piedra que utiliza Jacob como almohada puede ser un símbolo de todas aquellas piedras con las que tropezamos en nuestras vidas. El Ángel convierte esta piedra en el lugar donde se encuentra la escalera que conecta cielo y tierra. Allí donde tropezamos, allí donde nos caernos y fallamos, allí puede un Ángel abrirnos la puerta hacia el cielo. Allí, donde otras personas nos colocan piedras, puede expandirse nuestro horizonte y podemos ver el sentido de nuestras vidas. 

No por nada guarda Jacob como recuerdo la piedra que le permitió soñar. Ella le hace recordar que Dios se ha dirigido a él prometiéndole su éxito. La piedra se convierte en el símbolo de la bendición de Dios que aparece en nuestras vidas justamente cuando todo estaba petrificado. 

Recién nos damos cuenta después, que algunas piedras con las que tropezamos luego se convierten en piedras bendecidas por Dios. En el momento que caemos sólo protestamos por esa piedra pero en algún momento, después, nos damos cuenta de que esa piedra produjo un proceso de maduración nuevo en nosotros. 

La historia de Jacob nos quiere mostrar cómo el Ángel aparece justo allí donde caemos y que es precisamente allí donde tropezamos, donde el cielo se abre para nosotros y nos llega la bendición divina.




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