EL ÁNGEL DE LA ALEGRÍA


En el Evangelio según Lucas Jesús nos narra la parábola de la dracma perdida. "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra convoca a sus amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo porque he hallado la dracma que había perdido. Del mismo modo les digo que se produce alegría entre los Ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta" (Lc. 15, 8-10).

Diez es el número de la totalidad. Al haber perdido la mujer una dracma de las diez ha perdido su centro, su equilibrio. Entonces, enciende la lámpara de su conciencia y busca en su vida la dracma perdida. Para los padres de la Iglesia la dracma es un símbolo de la imagen de Cristo que se encuentra en nosotros mismos, del verdadero ser, el centro divino en nosotros. 

Cuando encuentra la mujer su imagen de Dios nuevamente, festeja con sus amigos por haberse reencontrado. Jesús compara esta alegría con la que sienten los Ángeles cuando un solo pecador se arrepiente. 

Los Ángeles celebran el cielo nuestra fiesta de convertirnos en verdaderos seres humanos. Cuando nos encontramos a nosotros mismos, los Ángeles se alegran ya que eso es lo que ellos más desean, que nuestra vida se realice tal como Dios lo quiso. Cada hombre necesita de estos Ángeles que se alegran cuando nuestra vida cobra sentido y entonces, llenan nuestra alma de alegría y fuerza. 

Con los pecadores se hace referencia aquí a las personas que han equivocado su objetivo en la vida, que viven en contradicción con Dios y con sus propias convicciones. Si el hombre logra cambiar su rumbo y regresar con Dios, entonces, los Ángeles se alegrarán. 

Los Ángeles también ayudan para que estas personas puedan regresar al buen camino. La palabra griega metanoein significa "pensar de otra manera". El regreso empieza justamente con el pensamiento. Nuestros pensamientos son los que a menudo nos llevan a equivocarnos. No pensamos así como es en verdad la realidad, sino que nos hacemos ilusiones sobre nuestra realidad. Pensamos lo que todos piensan, nuestro razonamiento es determinado inconscientemente por otros. Por eso debemos aprender a pensar nosotros mismos, pensar conforme a la realidad. Si hacemos esto, se alegra nuestro Ángel. 

La pregunta es, cómo podemos aprender a pensar distinto conforme a la realidad que nos rodea. Nuestro pensamiento es influido desde la infancia por nuestros padres y educadores. Aprendemos a ver la realidad así como los demás la ven. Sin embargo, felizmente, constantemente vemos cómo niños logran pensar independientemente y crearse sus propios pensamientos. Ellos suelen tener una visión más pura de la realidad, confían en sus primeras impresiones espontáneas de la vida y a menudo pueden describirlas con palabras muy claras. 

¿Quién es el que ayuda al niño a pensar libremente en una vida de pensamientos y estructuras rígidos? Podemos afirmar que el niño posee en su interior algo primitivo que no puede ser modificado desde afuera tan fácilmente. También podemos decir que es el Ángel quien ayuda al niño a conectarse con su verdadero ser y le enseña a pensar libremente. El Ángel se alegra cuando el niño logra ver la realidad como la percibe en su corazón. De la misma manera cuando encuentra el camino que le corresponde en su vida. 

Todos terminamos en algún momento de nuestras vidas en caminos que no nos llevan a ningún lado, callejones sin salida que finalizan en una pared o atajos que terminan siendo interminables. Y nosotros vivimos estos momentos igual que el hijo perdido que de repente comprende que así no puede continuar. "Quiero regresar con mi padre" (Le. 15, 18). 

La palabra griega anastas que aparece en ese pasaje quiere decir en realidad "levantarse". Es la misma palabra que se utiliza además para la resurrección. En algún momento, en medio de nuestro camino equivocado, queremos levantarnos y regresar al buen camino. Entonces celebramos junto con nuestro Ángel que es quien nos ayuda en este proceso. 

Es muy consolador pensar que un Ángel nos acompaña siempre, aun cuando vamos por el camino equivocado. Aparentemente nos tiene mucha paciencia y nunca nos abandona. Debemos confiar que en algún momento nos ayudará para regresar al camino de la libertad y el amor. 

A veces escuchamos las voces del Ángel, al igual que la mujer de la parábola, cuando hemos perdido nuestro equilibrio. Pero nunca es tarde para encender la luz de nuestra razón y ponernos a buscar a nuestro verdadero ser. Entonces, celebramos junto a nuestro Ángel la conjunción con Dios.




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