ORACIÓN A LA ESPERANZA MACARENA, LA VIRGEN QUE LLORA POR SU PUEBLO Y SOLUCIONA SUS PENAS


La Macarena es la Virgen que llora, también conocida como La Virgen de la Esperanza.

Ella conoce todos los problemas de Sevilla y su gente, quienes llevan siglos confiando en ella. Para ellos así se llama: Esperanza.

La imagen de madera de la Virgen María esculpida por Pedro Roldán muestra lágrimas cayendo por su rostro manchado que representa el dolor por la crucifixión de Cristo. La imagen religioso del siglo XVII lleva cinco broches de esmeraldas obsequiados por José Gómez Ortega, un famoso torero español. La Virgen de la Esperanza de la Macarena es la patrona de los toreros. 

Esta imagen mariana recibió una coronación canónica en 1964 autorizada por el Papa Juan XXIII. 

La Virgen de la Esperanza está rodeada por un altar dorado creado por Rafel Fernández del Torro.


ORACIÓN

Vos, Madre y Virgen María,
sois la fuente de nuestra devoción
donde toda Esperanza es cumplida,
y es por eso Madre mía
que a los que a vos recurrimos
implorando Vuestra ayuda
con toda la fe del mundo
recobramos, nuestra alegría.

¡Oh Gloriosa Madre de Dios
y Esperanza de los mortales!

Sabedor de que habéis recibido
la misión divina de guardar, guiar, 
alegrar y consolar a las almas, 
a Vos acudo con inquebrantable fe
e ilimitada confianza.

Vuestro título de Madre de la Esperanza
me alienta sobremanera;
vuestro nombre ya es prenda de buena acogida;
vuestra misión es seguridad de otorgamiento.

Seguro de que vuestros brazos se abren
en todo momento con solicitud maternal,
en ellos me arrojo.

De Vos todo lo espero.

(Hacer la petición)

Aún cuando todo el mundo me abandone,
aún cuando la ciencia me desahucie,
aún cuando el Cielo oculte sus celajes,
aún cuando Dios no oyera ya mis ruegos,
aún cuando las tinieblas envolvieran mi alma,
aún cuando todo el camino se me cerrara,
y sin luz, sin calor, sin fuerza, sin aliento,
sin sostén alguno ni humano ni divino,
estuviera por hundirme
en el abismo de la desesperación,
a vuestro amparo me acojo.

Vos no me abandonaréis, oh Madre mía;
Vos fuistéis, sois y seréis, después de Jesús,
todo mi consuelo y esperanza.

En Vos confié y en Vos confío en toda circunstancia
y seguro estoy que no quedaré confundido.

¡Oh Madre buena y poderosa, oh Madre de la Esperanza! mirad mi aflicción y necesidad,
dadme consuelo,
escuchad mi plegaria.

Por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor.

Amén

Hacer ahora un ruego a Nuestra Señoca 
con el profundo convencimiento de que nuestra petición
 será escuchada y cumplida.



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