EL ÁNGEL DE PROTECCIÓN EN NUESTROS CAMINOS


Félix Mendelssohn-Bartholdy hizo aparecer en su oración titulada "Elías" a diferentes Ángeles que consolaban a diversos profetas. Muy conocido resultó precisamente el cuarteto de Ángeles, en el cual se dedicó a resaltar las palabras del salmo 91 que aseguran que los Ángeles logran penetrar los corazones a través de esta música celestial: 

"Él ha encomendado su Ángel a ti para que te proteja en todos tus caminos y para que te lleve en sus manos y así puedas evitar tropezar con alguna piedra." 

Al escuchar estas hermosas palabras nos sentimos nosotros también protegidos y hasta como llevados por los brazos de un Ángel protector. Esta es una música que cura y que nos acerca a Dios. Estas palabras del salmo 91 han penetrado en sus corazones de los fíeles desde siempre. 

En nuestros caminos muchas son las piedras con las que tropezamos lastimándonos. Nos topamos con leones y dragones, agresiones enemigas, atmósferas y personas envenenadas que nos intentan lastimar. Podemos considerar estas situaciones que describe salmo como bastante arquetípicas. A menudo nos sentimos indefensos frente a las palabras de personas envidiosas que nos rodean. No nos podemos enfrentar a seres que nos absorben con sus sobre-expectativas y nos tienen acorralados. Pero el salmo nos asegura que todos somos capaces de vencer a terribles leones y dragones (Sal 91, 131) 

Cuando logramos conectarnos con el Ángel en nosotros, ni leones ni víboras pueden dañarnos. El Ángel nos lleva a ese espacio en nosotros que no puede ser lastimado por nadie, al lugar interior del silencio. Allí no puede acceder ningún león ni ninguna víbora. 

Dos son las características propias del Ángel que nos protege de tropezar con piedras en nuestro camino y de temibles bestias. Él nos protege y nos lleva en sus manos. Protegernos significa que está siempre atento a lo que nos suceda y vigila que nada malo pueda ocurrimos aun cuando vamos distraídos por la vida. 

Que el Ángel nos lleve en sus manos significa que nos aleja de la tierra para que no tropecemos constantemente con las piedras del camino. Nos lleva para que no corramos peligro con los distintos obstáculos. Nos eleva además a otro nivel desde el cual podemos observar todo lo que sucede a nuestro alrededor, y descubrir cuáles son los juegos que las personas intentan jugar con nosotros. En sus manos vamos a otro nivel sin importarnos más las pequeñeces de la rutina. Ya no tenemos contacto con el camino polvoriento y pedregoso. Esto nos libra de la tuerza de los juegos de torturas en los que terminamos tan fácilmente involucrados. 

No debemos tomar la imagen del Ángel protector de manera ingenua. No nos protege de situaciones adversas en las cuales nos sobre-exigen y nos lastiman. Tampoco impide que un niño sea maltratado. Pero así y todo en esas situaciones las heridas no son la última palabra. Creo en el Ángel que mora aun en ese niño maltratado, protegiendo su lugar interior donde se encuentra Dios e impidiendo que sea invadido de afuera. Creo en el Ángel que lleva en sus manos al niño para que no se lastime con las muchas piedras que colocan las personas en su camino. 

A pesar de las diversas heridas, los niños poseen un espacio en su interior que permanece a salvo de todas las violencias externas. Este es para mí el Ángel que lleva a un niño en sus manos. Por esto cuando un adulto analiza en su terapia su vida, no sólo debe dedicarse a reconocer los distintos leones y dragones por los cuales fue atacado desde su niñez, sino que debe encontrar también las marcas de los Ángeles que lo han acompañado e impedido que estas fieras lo devorasen. 

El Ángel también se encuentra ahora con él y quizás lo ayude en el proceso de aceptar su propia vida. Quizás le ayude escuchar la obra de Juan Sebastián Bach cuando canta: 

¡Ángeles permanezcan a mi lado! ¡Guíenme por las dos orillas del río! Pero enséñenme siempre Su gran canto sagrado ¡Para que pueda agradecerles esto! ¡Permanezcan, Ángeles, Ángeles, permanezcan a mi lado!



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