Gabriel es el tercer Ángel que aparece en la Biblia con un nombre específico. Su nombre significa "Fuerza de Dios" o "Héroe de Dios".
Su función está delimitada en el Evangelio de Lucas. Allí se le otorga la tarea de anunciar el nacimiento de un niño bendecido por Dios. Gabriel le anuncia a Zacarías que su mujer, Isabel, dará a luz un niño al cual debe darle el nombre de Juan, que significa "Dios es bueno".
Gabriel es enviado a Nazaret a una virgen: María. "El Ángel se le apareció y le dijo:
"Alégrate, llena de gracia el Señor está contigo... No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo" (Lc. 1,28-30).
Es, entonces, en situaciones que no parecen tener solución, cuando el Ángel Gabriel anuncia la llegada de un niño, de un nuevo comienzo. Tanto Isabel, que por su edad avanzada ya no espera ningún niño, y María, que como virgen que es no conoce a ningún hombre, quedan milagrosamente embarazadas.
En ambos nacimientos los hombres cumplen ningún papel. Zacarías calla durante el embarazo de su esposa. Nadie consulta su opinión. De la misma manera José no participa de la gestación de Jesús.
Pedro Bandini cree que el anuncio del nacimiento de Jesús por el Ángel Gabriel "no es nada más que una obsesión narcisista de la mitad masculina de la humanidad".
En el Antiguo Testamento Dios se centra en el hombre en Adán. "En esta oportunidad se centra en el lado femenino, en María y su hijo Jesús, quien se convertirá a través de su prédica de amor y su excepcional amor a las mujeres, así como también por su carencia de cualquier tipo de violencia seguramente en el más "femenino" de los profetas."(Bandini 98)
Por eso no debería sorprendernos que generalmente sean los hombres quienes presenten mayores dudas y recelos para con los Ángeles y la creencia en ellos.
A Gabriel se le considera por todo esto a menudo como el Ángel femenino, como "una especie de partera celestial para el éxito de los nacimientos".
La figura literaria de que un Ángel anuncia el nacimiento de un niño podemos encontrarla en todas las religiones. Es una imagen arquetípica que tiene todavía hoy en día sentido para nosotros. Nos recuerda que cada nacimiento se encuentra siempre acompañado de la promesa del Ángel de que ese niño que nacerá será siempre valioso, importante, el hijo o la hija de lo Supremo, y que tiene una tarea importante en esta vida.
En el nacimiento de cada niño siempre hay un Ángel.
El nacimiento no es tan sólo un proceso biológico, sino que es siempre u secreto, una promesa de algo nuevo que nunca ha existido. Estas dos historias de anuncios de niños en la Biblia nos deben abrir nuestra mirada hacia nuestro propio nacimiento. También en nuestro nacimiento estuvo presente el Ángel Gabriel. Dios lo envió para que nuestros padres engendraran un nuevo ser, para que a través de nosotros surgiera algo nuevo en el mundo, una imagen nueva y única de Dios. Y cada uno de nosotros tiene una misión. No sólo vivimos y ya. Nuestra vida es muy pobre si sólo sobrevivimos.
Debemos por eso analizar nuestra historia de nacimiento para comprender nuestra misión en este mundo y conectarnos con el Ángel que protegió nuestro nacimiento. Entonces, llegaremos a comprender el secreto que somos cada uno de nosotros. Nunca más nos sentiremos insignificantes y descubriremos los bienes únicos, irrepetibles que Dios colocó en nosotros.
Cuando aquí hacemos referencia a nacimiento, no sólo hablamos del comienzo de la vida. Cada uno de nosotros debe nacer una y otra vez de nuevo para que nuestra vida sea vital.
Una crisis que destruye todo lo que habíamos construido es una posibilidad de un nuevo comienzo. El fuego que nos atrapa puede ser también la imagen de lo nuevo que quiere nacer en nosotros. Cuando Dios nace en nosotros, nos conectamos con nuestro ser verdadero y primitivo y nuestra vida se vuelve completa.
En los tiempos de crisis, de desesperación, deberíamos más que nunca estar atentos al Ángel Gabriel. Podemos conversar con él y preguntarle qué nos espera. Para cada uno de nosotros hay siempre una promesa. Por ello, mirar hacia adelante. Y reconocer las promesas que nos esperan, resulta tan importante como analizar una y otra vez nuestra vida pasada.
Tenemos una misión y un futuro. Debemos analizar nuestra historia de vida no para quedarnos atrapados en ella sino para comprender para qué hemos sido enviados, cuál es la promesa que traemos con nosotros.
Gabriel no es sólo el Ángel que promete y anuncia sino que además también interpreta. Así por Daniel una voz humana que llama: "Gabriel, explícale la visión. Entonces, se acercó hasta mí. Cuando estuvo muy cerca me asusté y caí de cara al suelo. Él me dijo: Hombre, entiende de una vez, la visión se refiere al tiempo del final"(Dan. 8, 16).
Gabriel nos explica nuestras visiones. Nos hace entender lo que sospechamos en nuestro corazón. No alcanza sólo con que nos prometan un nuevo comienzo. Debemos también entender lo que Dios quiere lograr en nosotros. Sólo cuando logramos interpretar correctamente nuestra vida tenemos éxito en ella.
El Ángel Gabriel nos promete el nacimiento del niño Jesús en nosotros y nos hace entender lo que Dios quiere de nosotros. Gabriel es el Ángel que acompaña nuestro nacimiento como una "partera celestial". Cada nacimiento también es doloroso. Debemos atravesar el canal oscuro que nos lleva a la vida para poder experimentar recién allí en libertad la vida.
Gabriel es el Ángel más femenino de que nos cuenta la Biblia. Gabriel nos quiere conectar con nuestra alma. Nos quiere fecundar como a María para que quedemos embarazados de la Palabra de Dios, para que la Palabra de Dios se haga carne en nosotros. Gabriel representa por ello la dimensión erótica de nuestra alma. Vivir espiritualmente significa también ser erótico, dejarse seducir por el amor de Dios para que todo nuestro ser lo refleje e irradie.
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