ORACIÓN PARA LOS TRES DÍAS
A ti, consuelo de los afligidos, a ti, Madre de piedad y de misericordia, a ti, de quien no se ha oído decir jamás que el que a ti acude, que el que confiado y con fe firme se acoge a tu patrocinio haya salido desconsolado. A ti dirijo mi trémula voz, mis fervientes súplicas, mis llorosos ojos se fijan en tu hermosa imagen, pidiéndote por el amor de tu Hijo divino el remedio de esta necesidad, de esta pena, que me tiene en continua angustia y sobresalto de esta aflicción que me devora, y que, aunque tú la conoces, quiero que mis labios te lo digan (Aquí se pide que se desea). ¿No escucharás mis ruegos? ¿No te moverá a compasión mi desgracia? Sí, Señora, tengo entero confianza y fe en que me concederás el remedio de mis penas. el consuelo de mis aflicciones y trabajos. Esto te pido y espero conseguir porque tu maternal Corazón se conmoverá con mis ruegos, y me alcanzarás lo que sea para mayor honra y gloria de Dios, tuya y bien de mi alma. Amén.
Un Ave María, Gloria y la siguiente invocación:
El consuelo en mi aflicción
Hoy te pido, Madre mía,
Concédemelo tú María,
Por tu limpia Concepción.
Un Ave María, Gloria y la siguiente invocación:
La más segura confianza
Anima mi corazón,
De que hoy serán terminadas
Mis penas y mi aflicción.
Un Ave María, Gloria y la siguiente invocación:
Eres Reina poderosa,
Madre llena de piedades,
Pues hoy mis necesidades
Remédialas bondadosa.
Luego la oración del día:
DÍA PRIMERO
HIJA INMACULADA DE DIOS PADRE, RUEGA POR NOSOTROS.
ORACIÓN
¡Oh Virgen inmaculada! ¡Oh Poderosa abogada nuestra! Tus ruegos, Señora, son mandatos en el cielo porque el Altísimo y Omnipotente Dios te ama como su Hija predilecta y se complace en conceder cuanto le pides. ¡Oh, qué consuelo siente mi atribulado corazón! Pues convencido como estoy de tu valimiento para con el Eterno Padre y del amor que nos tienes como a hijos, aunque indignos, creo firmemente que has de calmar mis penas, que has de mitigar la amargura que inunda mi alma, que ya no puede sobreponerse a la horrible situación en que se encuentra. No tengo a quién ocurrir ni quien me favorezca, ni quien me libre de esta aflicción que me devora, solo tú y solo a ti, Purísima María, consuelo de los afligidos, clamo postrado ante tu bellísima imagen de Lourdes, suplicándote humildemente interpongas tus ruegos para alcanzar del Dios de las misericordias y de toda consolación, el remedio de mis necesidades espirituales y temporales. Que cese ya esta (aquí se dice la necesidad) que me tiene en continuo sobresalto, sin darme tregua ni descanso, para atender al negocio importante de mi salvación eterna Ea, Reina y Señora mía, toda mi esperanza la pongo en Vos. Todo mi consuelo sois Vos y por Vos he de conseguir la reforma de mi vida, la práctica de las virtudes la salvación de mi alma, el consuelo en mis aflicciones y la perseverancia final, para tener la dicha de alabar a Dios en tu compañía en la Gloria. Amén.
DÍA SEGUNDO
MADRE INMACULADA DE DIOS HIJO, RUEGA POR NOSOTROS.
ORACIÓN
¡Oh María incomparable! ¡Oh dulcísima y amorosísima Madre de Dios! ¡A qué dignidad tan alta te elevó tu profunda humildad, tu pureza y todas las virtudes que adornan tu alma santísima! El supremo Señor de cielo y tierra te llenó de bendiciones desde la eternidad para que fueras la digna Madre del Verbo de Dios hecho hombre. Por eso el Arcángel Gabriel te dice «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres». ¡Oh Señora!, por el inefable gozo que tuviste en el día venturoso en que tomó carne humana el Hijo de Dios en tu purísimo vientre; por el inmenso regocijo que sentiste al verlo nacido, adorado y alabado de Ángeles, pastores y Reyes, encantándote con su bellísimo semblante, te ruego humildemente interpongas tus ruegos para alcanzar de tu Hijo benditísimo el remedio de mis necesidades espirituales temporales; que cese ya esta (aquí se dice la necesidad) que me tiene en continuo sobresalto, sin darme tregua ni descanso, para atender al negocio importante de mi salvación eterna. Ea, Reina poderosa y clemente, ruega por nosotros. ¿Qué puedes pedir a tu sacratísimo Hijo que no te conceda al momento? Tú dispones en el cielo y mandas como Madre del Rey Eterno, absoluto Señor de todo lo que existe, y jamás podrá oponerse a tus deseos; pues siendo tan grande tu poder y siendo nuestra amorosa Madre, ¿me dejarás sin consuelo? ¿No remediarás mis necesidades? ¿No calmarás la angustia que me devora? Sí Señora, es imposible que no se mueva a piedad tu compasivo Corazón al verme postrado ante tu bellísima imagen de Lourdes, lleno de fe y confianza, y con una seguridad tal de conseguir lo que te pido que ya mi corazón está tranquilo, le alegría anima mi semblante, mi oprimido pecho se ensancha reanimado, porque estoy seguro, sí, muy seguro de que la Madre de Dios ha escuchado mis ruegos, ha pedido lo que solicito, y está concedido lo que deseo. ¡Oh Madre mía!, no puede ser de otro modo, cuando estoy cierto que jamás se ha oído decir que el que ocurre a tu patrocinio, implora tu auxilio y pide tu socorro, haya salido desconsolado: esto alego a mi favor y en ello confío para ser escuchado y atendido por ti, ¡oh Virgen pura y santa!, y que recibiendo el remedio de mis males temporales y también el de los espirituales, consiga la práctica de todas las virtudes, la perseverancia en la gracia y amistad de Dios hasta el último instante de mi vida, y la dicha de gozar la bienaventuranza por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA TERCERO
ESPOSA INMACULADA DE DIOS ESPÍRITU SANTO, RUEGA POR NOSOTROS.
ORACIÓN
¡Castísima Esposa del Divino Amor! ¡Virgen pura e Inmaculada, que desde el primer instante de tu Concepción fuiste llena del Santo Espíritu de Dios! ¡Objeto preciosísimo de las complacencias del Altísimo!, que reuniendo en ti todas las virtudes, todas las excelencias y todos los dones que jamás criatura alguna tuvo ni tendrá, te concedió las prerrogativas más grandes y exquisitas, los privilegios más elevados y extraordinarios para que siendo la casta Esposa del Espíritu Santo, fueras también la Medianera entre Dios y los hombres, para que éstos sean animados y fortalecidos del mismo Santo Espíritu de amor y caridad ¡Oh bellísima María! Si los Ángeles y los Santos no pueden alabarte como mereces, ¿cómo podré yo hacerlo, siendo, ¡ay de mí!, miserable pecador, indigno aun de estar en tu presencia? Pero tu misma grandeza, tu misma majestad me inspira confianza porque a esa soberanía y magnificencia propia de la Esposa del Rey de todo lo creado, que tiene su asiento a la diestra del Omnipotente sobre los espíritus angélicos, que descubre con su vista perspicaz hasta lo más recóndito de los cielos, la tierra y los abismos, se junta la piedad, la misericordia, la bondad y la ternura más exquisita para con nosotros, pobres y desgraciados pecadores. Pues, Señora, postrado ante tu bellísima imagen de Lourdes, te llamo, invoco y requiero como a mi tierna Madre, como a mi insigne protectora; como a mi constante bienhechora, para que remedies los males que me afligen, para que calmes los rigores de tantas necesidades que me atormentan; que cese ya esta (aquí se dice la necesidad) que no me da tregua ni descanso, para dedicarme al negocio importantísimo de mi salvación eterna. Ruega por mí, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo, para que consiga no solo el remedio de mis penas temporales, sino también que el mismo Santo Espíritu ilumine mi entendimiento, inflame mi voluntad y adorne mi alma con sus sacrosantos dones y todas las virtudes de que eres tan perfecto modelo. También te pido el remedio de las necesidades de la Santa Iglesia, las del Sumo Pontífice y autoridades eclesiásticas y seculares, el alivio en sus penas a las benditas almas que están en el Purgatorio, la paz y prosperidad de nuestra Patria. Ea, Madre y Señora nuestra, vuelve a nosotros tus bellísimos ojos, cúbrenos con el manto de tu protección para que seamos libres de tantos peligros que nos cercan, y de tantos males que nos afligen ¡Ah Señora mía!, Templo y sagrario inmaculado de la Santísima Trinidad, responde favorablemente a las súplicas que con firme fe y segura confianza te he dirigido humildemente en estos tres días agobiado del peso de mis necesidades espirituales y temporales; recibe benignamente mis afectuosas palabras, mis tiernos suspiros, mis amargas lágrimas derramadas por la vehemencia de mis aflicciones. No me desampares, Esposa inmaculada del Espíritu Santo asísteme en todos los instantes de mi vida y en el trance terrible de mi muerte para que fortalecido con tu presencia y haciendo un fervoroso acto de amor de Dios, vuele mi alma a gozar las eternas delicias de la gloria por toda la eternidad. Amén.
ORACIÓN
Acógeme bajo tu amparo, Inmaculada María, para que los que te hemos dirigido estas preces. seamos libres de todo mal y peligros del alma y cuerpo, por Nuestro Señor Jesucristo tu Hijo Santísimo. Amén.
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