RAFAEL, EL ÁNGEL SANADOR


En la historia de Tobit un Ángel cumple un papel muy importante. Tobit envía a su hijo Tobías a Gabael, un familiar, para retirar el dinero que le ha dejado a su cuidado. Tobías se busca un acompañante para su viaje y encuentra a Rafael. Tobit les desea a los dos que el Ángel del Señor los acompañe. No sabe que Rafael es un Ángel. 

El nombre Rafael significa: "Dios cura" y precisamente esta historia narra dos curaciones. En una oportunidad Rafael cura a la hija de Ragüel, Sarra, quien ya se había casado con siete hombres, pero todos habían muerto en la ceremonia. Aparentemente Sarra no era capaz de mantener una relación amorosa con un hombre. Un demonio la amaba e iba asesinando uno por uno a sus maridos. Este demonio simboliza un complejo de Sarra con los hombres. Ella necesitaba de un hombre, pero luego no lo podía soportar y entonces lo mataba en cuanto éste se acercaba demasiado. 

Estos complejos con los hombres son muy comunes hoy en día. Cuando una mujer se encuentra poseída por un demonio asesino de hombres entonces, no puede soportar ningún hombre cerca de ella. Él seguramente caerá. Tobías teme por eso tomar a Sarra como esposa le podría suceder lo mismo que a los otros. Pero Rafael lo alienta y le aconseja que para salvarse debe quemar un trozo del corazón y del hígado de un pescado que haya pescado él mismo. De esta manera el mal olor espantará al demonio. 

No por nada habla el Ángel del corazón y el hígado. Ambos constituyen el lugar donde se encuentran por excelencia los sentimientos y el amor. El amor debe ser transformado para que se convierta en un amor protector, ya que existen también amores destructivos y asesinos. A través de las llamas del fuego el amor se convierte en verdadero. 

El demonio que impide a Sarra casarse puede ser el padre por el cual se siente hasta tal punto influida que no puede confiar realmente en ningún otro hombre. También puede ser el miedo a la sexualidad lo que provoca que mate a quien intente tener relaciones con ella. Rafael salva a esta pobre chica al mostrarle a Tobías un camino posible para llegar a ella y a través de esto permite la felicidad de ambos. Pero ésta no es la única vez que Rafael interviene en ayuda de alguien. 

Al regresar salva a Tobit de su ceguera. Le ordena a Tobías frotarle a su padre la hiel del pez por los ojos. "En un principio arderá pero luego cesará y comenzará a ver nuevamente."(Tob 11, 8). 

La hiel es un símbolo para todo tipo de agresiones. En esta historia se nos muestra cómo el hijo logra sólo a través de agresiones separarse de su padre. Debe abandonar la simbiosis que lo identifica con su padre, si no permanecerá este ciego por siempre. Sólo si el hijo logra encontrar a sí mismo y distanciarse sanamente de su padre puede éste también volver a ser él mismo. Tobías debe frotar los ojos con los líquidos de la hiel, aunque esto sea muy doloroso, para que su padre pueda abrir sus ojos y ver a su hijo como es verdaderamente. La ceguera de Tobit tiene seguramente que ver con su angostura espiritual. Tobit es fiel a los mandamientos, pero no se da cuenta cómo su vida, por estar tan obsesionado en cumplir al extremo las reglas, se vuelve cada vez más oscura. 

Cuando resultan más importantes las reglas que la propia vida, entonces, estamos destinando todas nuestras agresiones hacia nosotros mismos. 

Cuando su hijo le frota la bilis por los ojos, Tobit logra contactarse con sus agresiones positivamente y de esta manera su conducta tan rigurosamente correcta pierde la agresividad. Lleno de alegría abraza el padre a su hijo y le dice en medio de llantos: "¡Alabado Dios, protege a mi hijo por siempre y bendice a todos tus Ángeles! Tú me has castigado pero luego perdonado porque puedo volver a ver a mi hijo gracias a ti" (Tob. 11,14). 

Rafael no es aquí, entonces, sólo el Ángel que cura heridas, como por ejemplo con Sarra y Tobit, sino que además es quien permite que se produzcan relaciones salvadoras entre las personas. Guía al Joven Tobías en el arte de vivir y amar. Tobías puede a través de la ayuda de Rafael amar a su esposa sin que ésta lo mate como a los otros y aprende además a querer a su padre sin ser influido directamente por él. Ambas formas de amar no resultan de fáciles de aprender. El amor entre un hombre y una mujer puede llevar a una lucha mortal y el amor paternal puede impedir una vida completa de los hijos cuando éstos no logran distanciarse sanamente de ellos. 

La historia de Tobit hace referencia a las dificultades que existen en aprender estas manifestaciones del amor. Además nos promete que a cada uno de nosotros también nos acompaña un Ángel que nos enseñará el arte de amar. 

A menudo los padres tienen miedo cuando su hijo trae a su casa a la novia con quien quiere casarse o bien inspeccionan llenos de desconfianza al hombre que su hija ha elegido como esposo. En estos momentos nos puede consolar saber que existe un Ángel que acompaña a nuestros hijos y les enseña el arte de amar. La confianza en el Ángel libera a los padres de sus miedos exagerados. El Ángel permitirá que se produzca una separación sana de los padres con los hijos y que éstos aprendan a amarse bien. Sin embargo, a veces sucede que los temores de los padres acerca de las parejas de sus hijos terminan luego por confirmarse. Por eso, creer en un Ángel no cura todas las heridas que pueden surgir en el campo afectivo. Algunas veces los hijos deben necesariamente pasar por experiencias negativas para aprender y poder buscar después una relación saludable. Los padres no deben meterse en estas decisiones, de lo contrario, los hijos sólo por llevar la contra se aferrarán a una pareja que saben en su interior que no les conviene. 

Cuando una relación fracasa, también se necesita de un Ángel que acompañe a los hijos y les muestre posibles salidas y vueltas del amor. En la historia de Rafael aparece el Ángel casi al final. De la misma manera aparecen también amigos que acompañan a los jóvenes cuando deciden romper una relación y se sienten desesperados. Algunas veces se puede encontrar el rastro del Ángel en el instinto de los hijos. Aun cuando normalmente los enamorados se ciegan y son incapaces de poder ver a la persona que aman tal como es, por momentos sus instintos les indican que algo anda mal. Todo lo que los padres puedan decir en estas situaciones no sirve para nada. Los padres deben por ello creer en el Ángel que acompaña a sus hijos y que, a veces después de un largo camino como fue el caso de Tobías, les regala un amor que funciona. 

Rafael cura también la relación con los padres. Tobías debe enfrentar un viaje largo lleno de aventuras para poder volver y comenzar una nueva relación con su padre. Si bien lleva a cabo este camino a pedido del padre, luego en él éste ya no ejerce ningún tipo de influencia sobre él. Allí asiste a la escuela del Ángel donde Rafael lo inicia en los secretos de la sexualidad y el amor. Rafael lo protege de los peligros, acompañándolo para que sienta también en el extranjero la cercanía de Dios. Tobías le hace esperar al padre más de lo que éste se había propuesto y después le hace frotarse la hiel por sus ojos. La relación con su padre no es ya la misma. Ya no le obedece solamente, ahora escucha también a su Ángel, a su voz interior. 

Cuando tanto la hija como el hijo han llegado a escuchar a su Ángel entonces, la relación con sus padres se modifica y pueden tratarlos desde una posición de adulto, felices por todo aquello bueno que les han dado pero mismo tiempo manteniendo una distancia sabia hacia aquello que los padres han hecho mal. Ya no están más determinados por la voz de sus padres que se ha internalizado en el súper-yo, sino por la voz interior de su propio corazón. Allí les habla su Ángel y les muestra lo que es adecuado para ellos.


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