ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO
Glorioso San Gaudencio, que a pesar de las más fieras persecuciones de vuestro padre Adalberto, empeñadísimo en teneros en la idolatría, os mostrasteis siempre fiel a los cristianos principios derramados en vuestra infancia por vuestra santa prima Juliana y fortalecidos por los paternales cuidados que recibisteis de San Eusebio, quien por su propia mano os administró el Santo Bautismo, y después de haber devenido la admiración de los mismos clérigos regulares a los cuales fuisteis incorporado, devenisteis aun jovencísimo el apóstol de vuestra patria Ivrea, obtened a todos nosotros la gracia de tenernos siempre constantes en las verdades de la fe y en las prácticas de la devoción, a pesar de las insidias y los escándalos de nuestros espirituales enemigos, y de proceder en toda manera para ganar a la verdad y a la gracia a nuestros hermanos extraviados.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Antífona: Oh gran Prelado y Confesor de Cristo San Gaudencio, dígnate sufragar por las ovejas a ti confiadas, para que merezcan contigo gozar perennemente en el Cielo.
℣. Rogad por nosotros, bienaventurado San Gaudencio.
℟. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Omnipotente y sempiterno Dios, que consagraste este día como solemnidad de tu Confesor y Pontífice el bienaventurado San Gaudencio, concédenos te suplicamos, que cuantos celebramos su fiesta en la tierra, por su patrocinio consigamos la vida eterna. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
LOS QUE SON PERSEGUIDOS POR LA JUSTICIA DEBEN HACER AHORA SUS PETICIONES.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO
Glorioso San Gaudencio, que violentamente expulsado de vuestra casa en pena de vuestra constancia en ser apóstol de Jesucristo, visteis las rocas ablandarse para serviros de lecho y de almohada, las aguas del Dora consolidarse cual pavimento para favorecer vuestro paso, y al mismo Jesucristo confotaros en vuestro abandono indicándoos Novara como término de vuestro camino, y el santo sacerdote Lorenzo, que allí ya se encontraba, por vuestro particular maestro, y luego por él elevado al Sacerdocio, pasasteis con el obispo Eusebio a la vecina Milán para sostener la Fe Católica contra los impíos fautores del arrianismo, al que combatisteis siempre generoso hasta veros por ellos confinado a prisión y amenazado en la vida, obtenednos la gracia de no lamentarnos jamás por el abandono de los hombres, y de estar siempre dispuestos a tolerar cualquier persecución antes que traicionar la causa de Dios, el cual a causa de nuestros trabajos nos conforta con sus consolaciones.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO
Glorioso San Gaudencio, que siempre ardiente de la sed de justicia, os valisteis de todas las circunstancias para obrar el bien a otros, de vuestra prolongada morada en la lombarda metrópoli para trabajar con San Martín para confirmarla en la fe Nicena, de vuestro exilio en la Recia para reducir a los grisones a renunciar a todo culto idolátrico y no adorar sino a Jesucristo, del viaje por vos emprendido a Palestina para dividir con el obispo San Eusebio los méritos del lento martirio que sostenía por la Fe, y del exilio a que fuisteis con él condenado en Capadocia para llevar con él el difícil peso de Legado Apostólico en las regiones orientales necesitadas de gran socorro para ser purgadas de la herejía, obtenednos la gracia de valernos de todas las oportunidades para aumentar la corona de nuestros méritos trabajando incesantemente en la santificación de nuestros prójimos.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA EL DÍA CUARTO
Glorioso San Gaudencio, que siempre pronto a acudir donde se presentase la necesidad, ni bien consolasteis a los católicos de Vercelli con las cartas confiadas desde Oriente por su santo Prelado, que pronto pasasteis a Novara para alentar a los fieles por la cruel muerte del celocísimo entre los sacerdotes vuestro maestro Lorenzo; luego bajasteis a Milán para sostener de concierto con San Hilario la fe amenazada por los impíos que, gozando el indebido patrocinio del muy débil Valentiniano, no pensaban en otra cosa que sostener la infernal doctrina de Arrio; no os lamentasteis tampoco luego que os visteis por las intrigas de Auxencio sometido cual reo al tormento de la más ignominiosa flagelación, mientras el mismo castigo se hacía de vuestro patrocinador San Filastrio y, bajo una tempestad de piedras, expiraba como mártir glorioso, apenas llamado de su exilio, el siempre invencible San Eusebio, obtenednos la gracia de nunca estrecharnos en unión sino con los campeones más generosos de la fe evangélica, y de tolerar con ellos cualquier mal antes que desistir un solo instante de cuanto lleva a promover el verdadero bien.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA EL DÍA QUINTO
Glorioso San Gaudencio, que mirando a Novara como el jardín de vuestras delicias, velasteis siempre con paternal cuidado por su verdadera prosperidad, ora extinguiendo los incendios que amenazaban con ponerla en llamas, ora preservándola de las iras amenazadoras de Máximo, ora haciéndola carísima a la Corte con tenerla fiel en la obediencia de Valentiniano el Joven, y con retornar en la más próspera sanidad a Teodosio el grande ya moribundo, ora buscando la cumplida santificación por medio de los dos santos hermanos Julio y Julián que la Divina Providencia os envió desde la Tesalia, ora enriqueciéndola por medio de San Ambrosio del inestimable tesoro de las recién descubiertas reliquias de San Nazario y San Celso que todo el mundo llenan de la fama de sus prodigios, obtenednos la gracia de buscar siempre con todo esfuerzo el mayor bien de aquellos que la Providencia nos ha puesto, de velar siempre más que por los intereses temporales, por el beneficio espiritual, que es el único que puede hacernos felices en el tiempo y en la etenidad.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEXTO
Glorioso San Gaudencio, que a pesar de las repugnancias de vuestra modestia, elevado a la dignidad episcopal por orden expresa del papa San Siricio, el cual adhiriendo a las insinuaciones del mismo emperador Honorio, enviaba a vos a San Simpliciano, sucesor de San Ambrosio, para consagraros, aumentasteis sin medida vuestro celo por la conversión de los más reacios que ganasteis al Evangelio, por el decoro del sagrado culto que proveisteis de vasto templo consagrado por vos a María, y por vuestro medio asistido por los canónigos más edificantes, y devenisteis en todo el mundo tan célebre por santidad y por doctrina a ser interpelado como un oráculo, ora por San Vigilio de Trento para obtener de la corte el perdón a los sacrílegos asesinos de los santos Martirio, Sisinio y Alejandro, ora de San Agustín de Hipona para sujerir el mejor consejo dónde extirpar el cisma de los donatistas, ora del Papa San Anastacio para detener los progresos de los origenistas sostenidos por el hipócrita Rufino, mientras hacíais la verdadera delectación de vuestros hijos espirituales obrando en su favor los más estrepitosos milagros sobre los obsesos más furibundos y sobre los enfermos más desesperados, obtenednos la gracia de cumplir siempre con exactitud todos los deberes de nuestro estado, y de ir siempre creciendo en las virtudes cristianas a medida que nos hallemos avanzados en la dignidad y en la estima ante nuestros hermanos.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA EL DÍA SÉPTIMO
Glorioso San Gaudencio, que honrado por los Príncipes y por los Pontífices con las más difíciles legaciones como la que os confió el emperador Honorio y el papa Inocencio para defender en la corte de Arcadio en Constantinopla la causa del inmortal Crisóstomo injustamente depuesto y confinado en el exilio, os visteis entonces asistido evidentemente por el Cielo en los peligros más evidentes de perder el coraje y la vida, cuando los satélites de la impía Eudoxia, impidiéndoos mucho el camino, os amenazaron con el hierro, os extenuaron con el ayuno y os expusieron a cierto naufragio en los golfos más tempestuosos, y después visteis en vuestro regreso fertilizarse súbitamente la tierra para proveeros de alimento, y transmutarse en vino la simple agua para restauraros con una confortante bebida en vuestra morada en Secugnago reducido a un verdadero desierto por las incursiones barbáricas sufridas, obtenednos la gracia de nunca ser negligentes en nuestros deberes y en nuestros propósitos, por cuanto el mundo y el infierno puedan tentar contra nosotros, y de tener siempre plena confianza en la Providencia de Dios por cuanto podamos hallarnos abandonaros de los hombres.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA EL DÍA OCTAVO
Glorioso San Gaudencio, que a norma del crecer de vuestros años aumentasteis aún más el vigor en hacer el bien para vuestro pueblo con la fundación de nuevas iglesias, con la elección de santos ministros, y con la prestación de especiales honores al glorioso mártir San Lorenzo, reconociendo por su intercesión haber sido Novara exenta de las huestes que por todas partes llevaba el feroz rey godo Hunerico, y el tener un remedio prontísimo a todos los males en la portentosidad de las aguas de aquel poso en que había el santo consumado su martirio, y después sintiéndoos próximo a vuestro fin en la grave edad de 88 años, lo anunciasteis por vuestra propia boca a la multitud por vos reunida en torno a la cátedra de la verdad para determinarla a elegir en San Agabio un digno succesor vuestro, animarla a mantenerse constante en la práctica de vuestras enseñanzas, y hacerla espectadora de la serenidad toda nueva con la que volaba vuestro espíritu a las beatificantes amplitudes del sumo Bien, obtenednos la gracia de crecer siempre más en el fervor del divino servicio cuanto más con los años se aumentan las misericordias celestiales para con nosotros, y de perseverar tan fielmente en la carrera de la piedad que experimentemos en la muerte aquella tranquilidad y aquella paz que fue siempre el carácter de los verdaderos justos.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA EL DÍA NOVENO
Glorioso San Gaudencio, que aunque entre los gozos del Cielo acudisteis siempre como verdadero padre a subsidiar en sus necesidades a vuestros hijos aún gimientes entre las miserias de esta tierra, obrando los más grandes prodigios sobre cuantos os invocaron, teniéndoles siempre constantes en las santas máximas aprendidas de vos, preservándolos de los contagios más terribles que desolaron todos los alrededores, y perpetuando en ellos el más vivo reconocimiento a los beneficios por vos recibidos, por los cuales el tiempo que todo destruye no ha hecho más que volver más espléndido el culto que siempre es tributado a vuestra gloriosa memoria, obtenednos la gracia de conducirnos siempre en manera de conseguir siempre más fervoroso vuestro empeño por nosotros, para que, imitando constantemente vuestras heroicas virtudes, merezcamos todos vuestro patrocinio en esta vida, y la sempiterna participación en vuestra gloria en la otra.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
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