SAN MIGUEL ARCÁNGEL: EL GUERRERO QUE LUCHA POR NOSOTROS


En una visión se le aparece al profeta Daniel una figura con apariencia humana que lo fortalece y le dice: 

"Hombre amado por Dios: No temas. La paz está contigo. Sé fuerte y ten paciencia" (Dan 10, 19). 

Esta figura le comunica que deberá luchar con los Ángeles de Persia y el único que podrá ayudarlo será el Ángel Miguel. También le dicen en la visión: "En ese momento aparecerá Miguel, el gran príncipe que defiende siempre a los hijos de tu pueblo" (Dan 12,1). 

Miguel quiere decir: "Quien es como Dios". Con el Ángel de Daniel se decide mi posición frente a Dios. Él me lleva a que no intente colocarme en el lugar de Dios, sino que deje a Dios ser Dios. Miguel lucha contra todas las fuerzas absolutas de la tierra, contra el endiosamiento del dinero y el poder. Sólo podré vivir realmente como un hombre libre si logro colocar a Dios en su lugar. 

Desde siempre Miguel fue considerado como el Ángel que lucha por nosotros. Él vence al dragón; es el valiente luchador para Dios. Se le representa como un Ángel soldado con casco y lanza de fuego. Es quien envía a los espíritus del infierno a las tinieblas. 

En la Biblia sólo es mencionado en dos oportunidades, en la Epístola de San Judas y en el Apocalipsis de San Juan. En la Epístola de San Judas, se cita una leyenda judía según la cual Miguel lucha con el diablo por el cuerpo de Moisés. El diablo lo pretendía por haber liquidado al egipcio. Pero Miguel se opone y se lleva el cuerpo de Moisés al cielo (Jud. 9). 

En el Apocalipsis de San Juan Miguel lucha como guía de los Ángeles contra el dragón y lo envía a la tierra. "Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron pero no vencieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Fueron arrojados a la Tierra el gran Dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero, junto con sus Ángeles"(Apoc. 12, 7-9). El Dragón es en muchas religiones el símbolo para las fuerzas enemigas de Dios. 

Miguel es el Ángel que lucha en nosotros contra todo lo que se opone a Dios. Es quien se asegura que sea Dios quien en el cielo domine nuestra alma y no Satanás, que nuestro corazón se deje guiar por Dios y no por las tentaciones de esta vida. Por eso es que la función de Miguel es lograr que Dios reine en nosotros, porque sólo así somos realmente hombres. 

Una prédica de Cirilo de Jerusalén dice: "Cuando Cristo quiso venir a la Tierra con los hombres, creó Dios una fuerza que se llamó Miguel y le confió a Cristo su cuidado" (Tre 718). 

Miguel no es un Ángel dulce, sino un Ángel lleno de fuerza. Y esa fuerza se la envía Dios a cada hombre para que no se deje vencer por los poderes terrenales. Este un mensaje consolador. 

Al lado nuestro hay siempre un Ángel que lucha por nosotros. Aparece cuando luchamos contra otras personas y también contra nosotros mismos. Sobretodo lucha por los débiles, desamparados y los niños. Esto lo comprendieron los niños especialmente en la Edad Media. Allí se realizaban grandes expediciones al monte de San Miguel en Normandía. Aparentemente se daban cuenta de que en este mundo contrario a los niños necesitaban sí o sí de la protección de un Ángel para poder vivir realmente. 

Un niño parece estar indefenso frente a las fuerzas destructivas del mundo. Cuando algunos adultos cuentan cómo de niños estuvieron librados a la voluntad de padres perversos que los golpeaban hasta casi matarlos si no fuera, por la ayuda incondicional de sus madres, se siente mucha rabia e impotencia. Al mismo tiempo siento mucha lástima por estas pobres personas que han estado libradas a las agresiones incontroladas de sus padres. Pero cuando reflexiono más sobre el tema intento comprender de alguna manera al padre, que seguramente ha tenido una niñez terrible y que sólo transmite sus propias heridas inconscientemente nuevamente a sus hijos. Seguramente también sufre al hacerlo pero no puede evitarlo. Es devorado por sus propias agresiones. 

Cuando pienso en el pobre niño me ayuda reflexionar que, a pesar de toda esa aparente desprotección, en realidad no se encontraba del todo y librado al albedrío del padre, sino que siempre lo acompañaba el Ángel Miguel que luchaba y le daba fuerzas para continuar y sobrevivir en esas condiciones terribles. Muchas veces me sorprendo de cómo personas con historias de niñez tan brutales pueden ser luego seres normales. En esos casos se nota la presencia del Ángel Miguel. Él luchó por ellos y les otorgó la fuerza necesaria para sobrevivir. 

Pero a menudo me encuentro con personas que ya no poseen más fuerzas para seguir, seres que han sido quebrados por los golpes de su niñez. Con ellos podemos analizar estas heridas una y otra vez pero llega un momento en el cual ya no tiene sentido seguir removiendo viejas heridas. Tampoco les puedo dar el consuelo barato de que pronto pasará todo y estarán mejor. Entonces, sólo ayuda la idea del Ángel Miguel. En él deben confiar y podrán descubrir que a pesar de todas sus debilidades, también hay en ellos una fuerza que les permite sobrevivir a la lucha diaria. 

Este fue desde siempre el sentido de la adoración a Miguel; que las personas se pudieran conectar de esta manera con él. Cuando guío a las personas que sufren hasta el Ángel Miguel, éstas recuperan siempre sus fuerzas y se alejan de sus heridas. Pueden ver de pronto la fuerza que Dios puso a su lado para protegerlos. Cuando logran imaginarse que el Ángel Miguel lucha junto con ellos, entonces, ya no le temen a nada y luchan contra aquello que antes temían. Con el Ángel Miguel se sienten de alguna manera protegidos dos y seguros. 

Miguel nos muestra las fuerzas que dormitan en nuestra alma y que gracias a la confianza en él vuelven a despertarse.



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