SANTA ÁGUEDA. NOVENA PARA PEDIR SANACIÓN DE CUALQUIER DOLENCIA Y TRABAJO, EN ESPECIAL DE LAS MUJERES EN LOS DOLORES Y ENFERMEDADES DE SUS PECHOS



La protección de Santa Agüeda se extiende a toda especie de males y enfermedades. Este novenario se refiere a los principales pasajes de su vida, y se insinúan los milagros con que el Señor se ha servido mostrarse con ella maravilloso, para que fuera el amparo universal de los fieles que devotamente recurran a su patrocinio. 

Se venera a esta gloriosa Santa en la Capilla real de la ciudad de Barcelona, que está en la Plaza del Rey, y se llama vulgarmente la Iglesia de Santa Agueda, por el altar que de su título y nombre hay en ella, a la cual enriqueció el Rey Don Martín con la feliz sagrada piedra en que se colocaron los pechos de la Santa cuando el verdugo se los cortó.

DÍA PRIMERO 

ORACIÓN

¡Oh castísima virgen Santa Águeda! ¿Quién puede dudar, que, por los triunfos de vuestra virginal pureza, os hizo vuestro amante Esposo abogada de vuestros devotos contra las tentaciones fueran ahuyentadas de inmediato? Así lo experimentó una devota mujer, que, yendo a visitar vuestras sagradas reliquias, invocándoos con confianza y devoción, la librasteis maravillosamente de la fuerza con que un lascivo joven pretendía robarla la castidad, quitando a este de repente el uso de la palabra. Asistidme, Santa mía, como a aquella devota vuestra, en las batallas que me presentaron mis enemigos; para que, logrando victoria, merezca mi alma cantar en el cielo al inmaculado Cordero aquel nuevo y eterno cántico que le entonan sin cesar los amantes y defensores de la pureza, por los siglos de los siglos. 
Amén.

Ahora se pedirá a Dios, interponiendo la intercesión de Santa Águeda, la gracia que se desea conseguir en esta Novena.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Oh Dios, que entre otros milagros de vuestro poder, habéis hecho obtener la victoria del martirio al sexo más débil, haced por vuestra bondad que, celebrando la nueva vida que ha recibido en el cielo la bienaventurada Águeda, vuestra virgen mártir, saquemos provecho de sus ejemplos para marchar por el camino que conduce a Vos. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

DÍA SEGUNDO 

ORACIÓN

¡Oh virgen Santa Águeda, humilde esclava del supremo Señor de los señores y gran apreciadora de su humildad y gracia! Os ruego humildemente, me alcancéis de vuestro dulce Esposo un corazón muy humilde, que aprecie sobre todo lo creado la gracia que mi señor Jesucristo me otorgó con el precio infinito de su divina Sangre. Abogada os considero de los verdaderos humildes, así como castigadora de los soberbios, como lo mostrasteis premiando a una devota y humilde mujer, que veneraba en su casa vuestras sagradas reliquias, y ensordeciendo dolorosamente a otra, que con soberbia dijo no quería ir a vuestro sepulcro a daros culto y veneración. Haced, Santa mía, que mis palabras y obras respiren y rebosen humildad; y asimismo sea mi corazón tan magnánimo, que pierda, si necesario fuere, hasta la vida por mantener la gracia de Dios, con la cual alcance la eterna bienaventuranza. 
Amén.

DÍA TERCERO 

ORACIÓN

¡Oh paciente y animosa mártir de Jesucristo, Santa Águeda! Os bendigo y alabo por el esfuerzo con que desafiasteis al tirano, y fuisteis al martirio tan gozosa, como si fuerais convidada a un delicioso banquete. Os proclamo como abogada en los trabajos y tribulaciones de esta vida, lo que probasteis con el beneficio que hicisteis a un caballero, que reducido a pobreza en tiempo de hambre y paraliticado, Vos misma le avisasteis que visitará vuestro sagrado sepulcro, en donde hallaría el remedio de sus trabajos. Os suplico, pues, Santa mía, que aboguéis en mi favor con vuestro amante esposo, Jesús, para que o me libre de los peligros y pesares de esta vida, o me dé fortaleza y paciencia en ellos; a fin de que, con estas dos virtudes, necesarias para conseguir las promesas del Señor, merezca subir con Vos al eterno descanso de la gloria. 
Amén.

DÍA CUARTO 

ORACIÓN

¡Oh insigne virgen Santa Águeda, amantísima de vuestro esposo Jesucristo, por cuyo amor y gloria sufristeis con gozo el doloroso corte de vuestros pechos! Ruégoos humildemente, nos alcancéis los interiores del alma; y haced, que amemos y temamos como buenos hijos al que por nuestro amor se hizo padre y hermano nuestro. Piérdanse enhorabuena, si fuere voluntad de Dios, los pechos y todos los miembros del cuerpo; mas consérvense siempre y nunca decaigan los del alma. Por este martirio sois conocida y venerada de los cristianos por poderosa abogada contra todos los males y dolores de pechos, como lo experimentan las mujeres que a Vos devotamente recurren, curándolas de ellos, y alcanzándolas de vuestro Esposo leche, cuando de ella padecen faltar o escasez, Continuadlas, prodigiosa Santa, este beneficio; interceded por ellas, presentando a Dios los méritos que alcanzasteis al sacrificarle vuestros pechos, cuando os los cortó la bárbara impiedad. Así lo esperamos de vuestra piedad, y no menos vuestros amparos, con los cuales merezcamos ser místicas víctimas de la divina Majestad, que vive y reina por los siglos de los siglos. 
Amén.

DÍA QUINTO 

ORACIÓN

¡Oh generosa virgen Santa Águeda! ¡Qué firme fue la Esperanza que tuvisteis en vuestro poderoso Dios y amante padre y esposo Jesucristo! Alcanzadme, os ruego, que yo la tenga semejante a la vuestra, para que mi cuerpo y alma sanen de todos los males, y logren todos los bienes, como Vos merecisteis por ella ser tan singularmente favorecida del apóstol San Pedro. Por la mucha sangre que en el martirio de vuestros pechos derramasteis y cuya herida el santo Apóstol Os curo, os venero por especial abogada contra los flujos de sangre, como lo experimentó la madre de la Virgen Santa Lucía, a quien, cuando os visitó con su hija en vuestro sagrado sepulcro, rogándoos el remedio de este mal, que cuatro años había estaba padeciendo, Vos la alcanzasteis la perfecta y repentina curación de aquella incurable enfermedad. ¡Oh gloriosa Santa! Interceded con Jesucristo, para que sanen de este mal los que le padecieren y devota mente os invocaren. Haced, asimismo, que los cristianos que adolecen del místico flujo de sangre, que son las tentaciones y caídas de impureza, sanen perfectamente, a fin. de que no pierdan la vida de la gracia; antes bien alcancen esta y la eterna gloria. Amén.

DÍA SEXTO 

ORACIÓN

¡Oh virgen gloriosa Santa Águeda! ¡Qué agradecida fuisteis al Señor, por haberos consolado y curado de vuestros males por medio del apóstol San Pedro! Os ruego, Santa mía, me alcancéis un ánimo y voluntad agradecida a la divina Majestad, con la cual le bendiga y alabe siempre, sirviéndole con humildad y devoción, sin olvidar jamás lo infinito que ha hecho y padecido por mí. Este fue vuestro agradecimiento, y por él agradasteis tanto a vuestro divino Bienhechor, que vengó como suyas las injurias cometidas contra Vos, haciendo que a impulso de un grande terremoto, quedasen sepultados en las ruinas de sus mismas casas dos consejeros e íntimos familiares del pretor Quinciano; y este, maltratado de un caballo y muerto a bocados por otro, arrojado y sumergido en un río. Rogad, pues, Santa mía, a vuestro Esposo, que libre a todos los pueblos cristianos del terrible azote de los terremotos, contra los cuales os venero por abogada; y así mismo nos conceda la gracia, para no morir, como vuestros tiranos, improvisa y desgraciadamente. ¡oh! así sea, para que logrando la perseverancia final, merezcamos ver y alabar a Dios por los siglos de los siglos. 
Amén.

DÍA SÉPTIMO 

ORACIÓN

¡Oh esforzada mártir de Jesucristo, Santa Águeda! ¡Oh inmoble y constante columna de la fe de vuestro divino Esposo! Os ruego me alcancéis de su divina Majestad una fe viva y animosa, con la cual venza todas las tentaciones de mis enemigos, y camine sin tropiezo a donde me llamó el Señor en el día del santo Bautismo. Por los incendios que vuestra fe venció, os hizo Dios especial abogada contra ellos; como lo experimentaron los mismos gentiles de vuestra ciudad, un año después y en el mismo día de vuestra feliz muerte, cuando despertándose del Etna un impetuoso torrente de fuego, que iba a devorarla, ellos, movidos por Numen superior, tomaron el velo que cubría vuestro santo sepulcro, y poniéndolo delante de aquel inflamado río, al instante reconoció vuestra virtud, parándose, y dejando libre de sus voraces ardores a la ciudad. Librad, pues, poderosa Santa, de los incendios a todos los cristianos, no solo de los que queman los cuerpos, mas también de los de la humana concupiscencia que abrasan al alma. Haced, Santa mía, que el Omnipotente detenga el brazo de su justicia, para que no nos devore el torrente de las llamas del infierno, tan merecidas por nuestros pecados. Cubridnos con el velo de vuestra protección, para reconciliarnos con nuestro Dios, tan ofendido de nosotros, a quien amemos ahora y eternamente en la gloria. 
Amén.

DÍA OCTAVO

ORACIÓN

¡Oh fervorosa y prudentísima virgen santa Águeda! ¡Qué lustrosamente adornada y lucida salisteis al encuentro de vuestro esposo Jesús, cuando vino a recibiros en la hora de vuestra muerte! Os ruego con todo mi afecto, me alcancéis del Señor, que mientras tengo tiempo, me disponga y prepare para aquella hora, de cuyo momento pende la eternidad; creyendo, esperando, amando y obedeciendo a mi Dios; apartándome de todas las ocasiones de ofenderle, y haciendo penitencia digna de lo mucho que le he ofendido. Amparadme con vuestra intercesión ahora y en la hora de mi muerte, para que no me venza el demonio, contra cuyas impugnaciones sois singular abogada, como lo acreditan innumerables victorias que contra ellos reportasteis, sacándolos de los cuerpos de muchos, que oprimidos recurrían a vuestro santo sepulcro, o a vuestra intercesión, si no podían ir allá. Y pues para librar de los espíritus malignos los cuerpos, tenéis tanta y tan singular gracia, ¿quién duda que la tendréis también, para librar de ellos a las almas, especialmente en la hora de la muerte, en que son mayores y más funestas sus asechanzas y tentaciones? Libradnos, pues, os suplico, de ellos, así ahora en vida como en la muerte, de que libres de nuestros enemigos, sirvamos a Dios sin temor, en santidad y justicia, todo el tiempo de nuestra vida y des pues le veamos, amemos y bendigamos por toda la eternidad en la gloria. 
Amén.

DÍA NOVENO 

ORACIÓN

¡Oh Águeda santa y feliz, en vida honrada del Príncipe de los apóstoles, y después de vuestra muerte de los ángeles celestiales! Os ruego humildemente, me alcancéis la santidad y pureza que a honra vuestra celebraron los ángeles; una pronta y espontánea voluntad a todo lo que sea del divino servicio: y que, en cuanto diga y haga, honre y glorifique a mi señor y redentor Jesucristo, como Vos lo ejecutasteis. Y pues los espíritus angélicos os dieron el timbre de Libertadora de vuestra patria, no determinando la especie de males, seréis seguramente, Santa mía, abogada contra todos; Testigos son de este vuestro universal patrocinio los vecinos de Catania, quienes, en vista de aquella inscripción, os celebraron luego por su insigne Protectora. Testigos son los fieles de la Iglesia, que desde entonces os aplaudieron con numerosas peregrinaciones a vuestro santo sepulcro, honrándoos con fiestas, votos y procesiones. Testigos son los sordos, ciegos, mudos, cojos, lisiados, paralíticos, calenturientos y acosados de otras varias enfermedades, los cuales han hallado en Vos pronto remedio, aclamándoos por benéfica libertadora. Por tal os engrandecemos los que en Vos tantas maravillas celebramos; suplicándoos nos alcancéis del Señor, que tan milagrosa os hizo, la curación de todos los males del cuerpo, según conduzca para gloria suya, y de los del alma; a fin de que con la divina gracia lleguemos a aquella región feliz, en donde no hay mal, con la vista del Sumo Bien, Padre, Hijo y Espíritu santo, un solo Dios verdadero, que vive y reina, y a quien sea dada continua alabanza, por los siglos de los siglos. 
Amén.


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