SANTA MARIA EGIPCÍACA. NOVENA PARA HACER UNA PETICIÓN DESESPERADA


Pecador infeliz, a quien empeora
el vivir en las culpas obstinado,
si pretendes salir de tu pecado,
busca a la Penitente pecadora:

Su protección consigue quien la implora
con corazón humilde atribulado,
y sobre penitente y enmendado,
alcanza de la gracia la mejora.

No excuses, perezoso y negligente,
el rezar a la Santa su Novena,
y verás, que es con ella penitente
al que sin ella errante se condena;
Verás cómo se goza eternamente,
quien debía padecer esta pena.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Admirable Matrona y Abogada mía Santa María Egipcíaca, yo te suplico el que atiendas a mis ruegos, empeñándote con la Divina Majestad, para que me conceda por tu intercesión un rayo de luz en el entendimiento, para lograr el desengaño de lo temporal, y poner todo mi cuidado, en lo que me resta de vida, en asegurar lo eterno, que así lo espero de tu piadosa intercesión. 
Amén.

DÍA PRIMERO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, que favorecida de Dios tuviste el conocimiento de lo transitorio del mundo tan vivo, que desengañada y fervorosa emprendiste hacer rigurosa peniteca de tus pecados: Alcánzamen Madre mía, de la Infinita Misericordia semejante auxilio, para que yo te pueda imitar, haciendo verdadera penitencia de mis pecados, para que después de esta mortal vida vaya a acompañarte en la Gloria. 
Amén.

Ahora rezarás tres Padre nuestros, con Ave María y Gloria, y harás tu petición a la santa exponiendo el problema que ahora te desespera.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Prodigiosa Anacoreta Santa María Egipcíaca, yo te ofrezco estas oraciones en memoria de la Pasión y muerte de JESÚS nuestro Redentor, que fue el blanco de tus afectos en la amarga penitencia que hciste en los desiertos, y te suplico encarecidamente me alcances de su Majestad, lágrimas de verdadera contrición de mis culpas, para que limpia mi alma de ellas, logre una feliz muerte, y pase en tu compañía a alabarle en la Gloria. 
Amén.

Se terminará con una Salve a la Inmaculada Concepción de MARÍA.

Oh Purísima Reina del Cielo MARÍA, Señora, que usando de tus singulares piedades favoreciste a tu Sierva Egipcíaca, para que dejando lo relajado y perdido de la torpe vida que seguía se convirtiera a Dios, te pido, Madre y Consuelo de pecadores, me asistas en este negocio tan importante, de que pende mi eterna salvación, convirtiéndome a Dios de todo corazón, pues por tu medio y con tu amparo espero conseguirlo, imitando a esta dichosa Penitente, para ir a besar tus Santísimos Pies a la gloria. 
Amén.

DÍA SEGUNDO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, que teniendo presente que la muerte es puerta de la eternidad, o dichosa o infeliz, te hizo su memoria seguir la serie de una vida tan asombrosa en la penitencia: Haz, Madre mía, que le grabe en mi corazón este conocimiento, con el cual, venciendo mis pasiones, me disponga a una Cristiana muerte. 
Amén.

Las demás Oraciones se dirán todos los días.

DÍA TERCERO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, por aquel estupendo pavor que concebiste al considerar lo riguroso del Juicio que hace el Divino Juez a las almas, con el cual animada maceraste tu cuerpo hasta la muerte: Te ruego, Madre mía, me alcance el que yo viva con este justo temor del Juicio, ajustando mi vida al arancel de la Ley Santa de Dios. 
Amén.

Las demás Oraciones se dirán todos los días.

DÍA CUARTO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, que horrorizada pensabas en la sentencia final que el Juez Supremo pronuncia en su rectísimo Tribunal, con lo cual te deshacías en lágrimas y suspiros: Yo te ruego, Madre mía, me participes este Santo Temor, para que sepa desenojar con tiempo a JESÚS, Juez de vivos y muertos. 
Amén.

Las demás Oraciones se dirán todos los días.

DÍA QUINTO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, que confusa de los continuos recuerdos que hiciste de la terribilidad de las penas que padecen los infelices condenados, en especial la de sentido, te compungiste de modo que no podías articular palabra sino sollozar: Te ruego, Madre mía, hagas que no eche en olvido lo que merezco por mis graves culpas, para que sepa avasallar mi carne. 
Amén.

Las demás Oraciones se dirán todos los días.

DÍA SEXTO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, que absorta en la imponderable pena que los desgraciados condenados padecen, de no tener esperanzas de gozar el Sumo Bien que es Dios, era tal tu confusión que de día y de noche regabas con tu sangre la tierra a fuerza de disciplinas: Otórgame, Madre mía, que yo te pueda imitar con una seria penitencia. 
Amén.

DÍA SÉPTIMO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, que en lo amargo de tu mortificación te consolaba el Señor con la dulce memoria de la hermosura de la celestial Jerusalén, habitación dichosa de los Bienaventurados, que regocijada te abismaba y suspendía: Alcánzame, Madre mía, alientos para buscar este escondido tesoro de nuestra mayor felicidad.
Amén.

Las demás Oraciones se dirán todos los días.

DÍA OCTAVO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, que embelesado tu espíritu en suaves coloquios de los inalterables bienes que se gozan en aquella Ciudad Triunfante, enardecida con fervorosos anhelos clamabas incesante a la Divina Misericordia para conseguirlos: Damme, Madre mía, un desvelo eficaz para tener siempre a la vista del alma este conocimiento. 
Amén.

Las demás Oraciones se dirán todos los días.

DÍA NOVENO 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Oh penitentísima Abogada mía Santa María Egipcíaca, que llena de admiración en éstasis prodigiosos con la aprehensión de la eternidad que ha de durar la Gloria, quedabas como insensible, sin permitirle a tu maltratado cuerpo el menor descanso al conocer su interminable duración: Imploro tu favor, Madre mía, en este último día de tu Novena, con los más íntimos afectos de mi corazón, para que logre por tu intercesión la dicha de acompañarte eternamente en el Reino de la Gloria. 
Amén.

Las demás Oraciones se dirán todos los días.


SANTA MARIA EGIPCÍACA

María egipcia, llamada la Pecadora, pasó 47 años en el desierto en austera penitencia, iniciada alrededor del año del Señor 270, en la época del emperador Claudio.

Una vez, un abad llamado Zozimus cruzó el río Jordán y vagando por un gran desierto en busca de un santo ermitaño, cuando vio caminando una persona desnuda con un cuerpo ennegrecido por el sol. Era María mujer egipcia, que inmediatamente huyó, con Zósimo corriendo tras ella, así que preguntó: "Abad Zosimas, ¿por qué me persigues? Discúlpame, No puedo mostrar mi cara porque soy mujer y estoy desnuda; Dame tu túnica para que pueda mirarte sin avergonzarme.” 

Al oír su nombre, se sorprendió y después de darle su túnica se postró a sus pies y le pidió que lo bendijera. Ella dijo: “Eres tú, padre, quien debe bendecirme, tú que estás adornado con dignidad sacerdotal"

Al darse cuenta de que ella sabía su nombre y su condición, él estaba aún más impresionó e insistió en que lo bendijera. Pero ella dijo: "Bendito sea Dios, el redentor de nuestras almas.» 

Mientras oraba con las manos extendidas, Zósimo vio que se había levantado un metro del suelo y, el anciano se preguntó si no era un espíritu que estaba fingiendo orar. Entonces ella dijo: "Que Dios te perdone por tomar a una esposa pecadora por un espíritu inmundo" 

Zósimo conjuró en el nombre de Señor para que le contara su vida. Ella replicó: "Perdóname, padre, pero si te cuento mi historia, huirás aterrorizado, como si vieras una serpiente. Tus oídos serán manchados por mis palabras y el aire contaminado por cosas sórdidas." Pero ante la vehemente insistencia, ella dijo:

Nací en Egipto, hermano, y a la edad de doce años fui a Alejandría, donde durante diecisiete años me entregué públicamente al libertinaje y nunca me negué a nadie. Cuando algunos hombres de la región embarcaron para Jerusalén para adorar a la Santa Cruz, le pedí a los marineros que me llevaran con ellos. Como me pidieron que pagara pasaje, respondí: "No tengo dinero, hermanos, pero puedo entregar mi cuerpo como pago." Me tomaron y usaron mi cuerpo.

Al llegar a Jerusalén, fui con las demás personas a la iglesia a adorar la cruz, pero inmediatamente una fuerza invisible me repelió y me impidió entrar. Varias veces me acerqué a la puerta, y seguía siendo repelida, mientras todos entraban sin dificultad y sin encontrar obstáculo alguno. Me puse a pensar y llegué a la conclusión de que todo la causa era la enormidad de mis crímenes. Comencé a golpearme el pecho con las manos, derramando lágrimas amargas, dando profundos suspiros de corazón, y al levantar la cabeza, vi una imagen de la Santísima Virgen María. Entonces yo, con lágrimas, le pedí que obtuviera el perdón de mis pecados y me dejara entrar para adorar la Santa Cruz, prometiendo renunciar al mundo y llevar una vida casta desde entonces.

Después de esta oración, confiando en la Santísima Virgen, fui una vez más una vez hasta la puerta de la iglesia, por la que pasé sin el menor obstáculo.

Cuando terminé de adorar la Santa Cruz con gran devoción, alguien me dio tres monedas, con las cuales compré tres hogazas de pan, y oí una voz que me dijo: "Si cruzas el Jordán, te salvarás". Crucé el Jordán y vine a este desierto, donde pasé 47 años sin haber visto a ningún hombre hasta que llegaste Tú.

Las tres hogazas de pan que traje conmigo, aunque con el tiempo se pusieron duras como piedras, han sido suficientes para alimentarme durante 47 años, pero mi ropa hace tiempo que se pudrió. 

Durante los primeros diecisiete años pasados ​​en este desierto fui atormentada por las tentaciones de la carne, pero hoy las he vencido por la gracia de Dios. Ahora que he contado toda mi historia, te pido que ores a Dios por mí.

El anciano se arrodilló y bendijo a la sierva del Señor. Ella le dijo: "Te ruego que el día de la Cena del Señor vengas a la orilla del Jordán y traigas el cuerpo del Señor. Te encontraré allí y recibiré de tu mano este cuerpo sagrado, porque desde el día que vine aquí no he recibido la comunión del Señor" 

El anciano volvió a su monasterio y al año siguiente, cuando se acercaba el día de la Cena, tomó el cuerpo del Señor y fue a la orilla del Jordán. Del otro lado estaba una mujer que hizo la señal de la cruz sobre las aguas y salió a su encuentro. Viendo esto y tomado por sorpresa, se postró humildemente a sus pies. Ella dijo:

"No os postréis, que lleváis los sacramentos del Señor y tenéis la dignidad sacerdotal. Sin embargo, Padre, os ruego que el próximo año te dígnes a volver a verme en el mismo lugar donde nos conocimos.” Después de hacer la señal de la cruz, cruzó de nuevo las aguas del Jordán para ganar la soledad de su desierto.

Llorando, el anciano volvió a su monasterio y al año siguiente fue al lugar convenido, pero encontró muerta a María. Empezó a llorar y no se atrevió a tocarla, pero se dijo a sí mismo: "Con mucho gusto enterraría el cuerpo de esta santa, pero me temo que le desagradará" Como pensó esto, vio grabadas en la tierra, cerca de su cabeza, las siguientes palabras:

"Zósimo, entierra el cuerpo de María, devuelve su polvo a la tierra y ora por ella al Señor, por cuyo mandato dejó este mundo el segundo día de Abril" 

Meditando sobre el hecho, la anciana concluyó que había terminado su vida en el desierto el año anterior, justo después de recibir el sacramento de Señor. Ahora, antes de ir a Dios, María había ido en una hora desde el Jordán hasta el desierto, distancia que Zosímo con gran dificultad tomó treinta días para viajar.

Al ver un león que venía dócilmente hacia él, el anciano le dijo: "Esta santa mujer quiso que enterrara su cuerpo aquí, pero no puedo cavar la tierra porque soy viejo y no tengo herramientas. Escarba la tierra para que podamos enterrar su santísimo cuerpo" El león comenzó a cavar y hacer una guarida adecuada, después de lo cual salió manso como un cordero, mientras el anciano regresaba a su monasterio glorificando a Dios.




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