SANTA MARINA. ORACIÓN PARA PROTECCIÓN DE NIÑOS



Gloriosa y atribulada virgen santa, 
que siguiendo las instrucciones de tu padre
y para seguir más de cerca a Dios, Señor Nuestro,
durante toda tu vida, ocultaste tu condición de mujer,
llegando a ser acusada de una falsa paternidad.

Sufriste toda clase de humillaciones,
escarnios, hambre... y tu todo
lo llevaste con humildad y alegría.

Despreciaste honores y riquezas
 venciste los atractivos del mundo 
llevando una difícil vida de reclusión voluntaria,
pero tu amor a Nuestros Señor,
hizo que todo lo soportaras.
 
Dios conocedor de tan gran sacrificio
te premió con la santidad y la gloria
y posees una gran felicidad,
porque gozas de su presencia por toda la eternidad.

Se tú santa mía, quien proteja
a los niños, especialmente de los que más sufren
por abandono de sus padres
o por injusticias sociales,
por los que están enfermos,
cuida de ellos como cuidaste al hijo
que te adjudicaron como tuyo, sin serlo,
con tanto amor y determinación
como le otorgaste a el.

Consíguenos de Dios, su piedad infinita, 
la gracia de amarle sobre todas las cosas, 
la fortaleza para sofocar nuestras pasiones y, 
así, al final de nuestra vida alcanzar 
la corona inmortal que está reservada 
para sus siervos más fieles.

Amén.


SANTA MARINA

Marina era hija única y cuando su padre entró en un monasterio, cambió la ropa de la niña para que ella pareciera ser un hombre y no una mujer, por lo que pidió al abad y a los monjes que también aceptaran recibir a su único hijo. 

Estuvieron de acuerdo y ella fue recibida como monje, siendo llamado por todos el Hermano Marino, quien llevó una vida religiosa de gran piedad y obediencia. 

Cuando su padre sintió que se acercaba la muerte, llamó a su hija, entonces de 27 años, y la animó a perseguir su buen propósito y le prohibió revelar a quienquiera que fuera que era una mujer.

Marino iba a menudo a buscar leña para el monasterio con la carreta de bueyes. En estas ocasiones tenía la costumbre de hospedarse en casa de un hombre cuya hija estaba embarazada de un soldado. Interrogada por su padre, ella respondió que había sido violada por el monje Marino. El padre preguntó a Marino cómo podía haber cometido un crimen tan grave, Marino confesó su pecado y pidió perdón. 

Inmediatamente fue expulsado del monasterio, ante cuya puerta permaneció durante tres años, tiempo durante el cual se sostuvo cada día con un pequeño trozo de pan.

Cuando fue destetado el hijo cuya paternidad se le atribuía, la llevaron al abad quien se lo dio a Marino para que lo cuidara, lo cual hizo durante dos años con la mayor paciencia y dando gracias a Dios por todo las cosas. 

Compadecidos por su humildad y paciencia, los hermanos lo acogieron de nuevo en el monasterio, imponiéndole los deberes más viles, pero desempeñó con alegría, haciendo todo con paciencia y dedicación. 

Finalmente, después de una vida de buenas obras, emigró al Señor. Cuando lavaron su cuerpo, preparándolo para enterrarlo en un lugar infame, vieron que era una mujer. Todos estaban estupefactos y asustados al darse cuenta de lo equivocados que habían estado con aquella esclava de Dios, y se apresuraron al ver tan extraordinario espectáculo para pedir perdón por la ignorancia y el error cometido en relación a ella. Su cuerpo fue colocado honorablemente en la iglesia.

La mujer que había deshonrado a la esclava de Dios estaba poseída por el diablo, confesó su crimen y fue liberada del maligno en la tumba de la virgen. Allí, en su tumba se reúne gente de todas partes, y ha efectuado un gran número de milagros Murió el 18 de julio.


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