¡Oh santo mío amabilísimo!
me avergüenzo de haber estado hasta aquí cargado,
como estoy, de pecados y defectos,
privado de toda virtud.
Cuán engañado he estado hasta ahora.
Me persuadía ser vuestro siervo y devoto,
y no cuidaba de conseguir las virtudes,
con que, imitándoos, os agradase.
Ahora salgo, gracias a Vos, de tan funesto engaño.
De aquí en adelante, ¡oh amado santo mío!
me aplicaré a reformar mi vida,
a enmendar mis costumbres,
a huir del pecado y ejercitar las virtudes;
especialmente propongo sufrir a mis prójimos,
conformarme con mi estado,
y resignarme en los trabajos que Dios me mande,
y que merezco por mis pecados;
esta es la resolución que tomo en vuestra presencia,
para ser digno de vuestro afecto
y merecedor de vuestra protección.
Alcanzadme valor con vuestra intercesión,
para que sea fiel y constante en mantener este propósito.
(Hacer una petición al santo)
Amén.
COMO DEBEMOS ORAR A SAN JOSÉ
1.- Se Considera que se debe honrar a San José con el afecto del corazón.
¡Cuan digno de ser honrado es San José! Si la virtud y santidad, si la bondad y la liberalidad roban el corazón, tanto, que se siente uno como necesitado al amor de quien está adornado de ellas, ¿quién, después de Jesús y María, puede merecer mejor nuestro amor que San José? ¿Quién más santo que él? ¿Quién más perfecto en todas las virtudes? ¿Quién más afable y compasivo? ¿Quién más liberal y generoso en distribuir gracias y favores? ¿Quién más dulce y amoroso?
¡Cuan digno de ser honrado es San José! Si la virtud y santidad, si la bondad y la liberalidad roban el corazón, tanto, que se siente uno como necesitado al amor de quien está adornado de ellas, ¿quién, después de Jesús y María, puede merecer mejor nuestro amor que San José? ¿Quién más santo que él? ¿Quién más perfecto en todas las virtudes? ¿Quién más afable y compasivo? ¿Quién más liberal y generoso en distribuir gracias y favores? ¿Quién más dulce y amoroso?
Nada hay de austero en el santo Patriarca, nada que infunda temor: al contrario, todo respira en él benevolencia, amabilidad, benignidad y dulzura. ¡Oh santo mío: al con-templaros al lado de vuestra purísima esposa María, ya cuando la conducís a Belén y allí os afanáis a prepararle un albergue, y no hallándolo, os alojáis en un establo!; ya cuando con ella vais al templo, o peregrináis a Egipto; o cuando en su compañía trabajáis en el taller de Nazaret: al contemplaros con el amado Niño en los brazos, y que lo estrecháis amorosamente contra vuestro corazón, y él se os abraza al cuello, y es hace caricias, y os da tiernos besos; ¡oh cuán amable me parecéis, dulcísimo Patriarca! ¡Oh, mi corazón queda aprisionado de vuestra bondad!
Vos siempre dulce, manso, sereno y afable, ¿cómo no os debo amar? Sí, amado santo mío, os amo con todo mi afecto: y, después de Jesús y María, a vos ofrezco y consagro todo mi corazón.
Creo que con amaros doy grandísimo gusto a vuestra dulcísima esposa, y causo gran placer a vuestro amado hijo, los cuales, como aman a Vos más que a toda otra criatura, no pueden menos que agradarse de que yo mucho os ame. ¡Ojalá os amase yo con el mismo amor de Jesús y María, y pudiese atraer a todos los hombres a vuestro amor, oh santo amabilísimo!
2.- Se debe dar culto especial a San José con las obras, La prueba sincera del amor son las obras. Por lo cual, considera que la devoción de San José debe ser en ti conservada, alimentada y manifestada con los obsequios, que le pueden ser gratos y aceptos. Venerar sus imágenes, visitar sus altares, invocar su nombre, hacer memoria de sus dolores y alegrías, hacer triduos y novenas en preparación de sus fiestas; santificar en su honor el mes de marzo y los siete domingos siguientes; consagrarle tu persona y cuanto te pertenece; pro-mover su culto con exhortaciones, con libros e imágenes; dar limosna en su obsequio; oir la santa Misa, uniendo tu intención a la que tuvo el santo Patriarca cuando ofreció al eterno Padre la sangre preciosísima que Jesús derramó en la circuncisión, y cuando hizo en el templo el ofrecimiento del Divino Niño el día que fué la Virgen a cumplir la ley de la purificación; he aquí los obsequios, con que puedes mani-festar al santo el afecto que le tienes y la reverencia que le profesas.
Sírvete ya de uno, ya de otro, para acrecentar como con alimento oportuno, y guardar en tu corazón siempre viva la llama de su amor. ¡Cuánto lo estimará el santo y cuán largamente te remunerará! No pase día, como lo ordenó Jesucristo a Santa Margarita de Cortona, que no te postres a sus pies para honrarlo y venerarlo, ¡Oh dichoso Vos, santo Patriarca mío! confieso aquí a vuestros pies mi pasada negligencia en honraros, y mi tibieza en amaros a pesar de haber recibido de Vos tantas gracias, ¡Perdonadme! No será así en adelante. Yo os prometo que no pasará día, sin que yo os manifieste con algún obsequio devoto mi reconocimiento, mi amor, y la confianza que en Vos he puesto.
3.- Se ha de rendir un culto especial a San José con la imitación de sus virtudes. La sustancia y como la flor de la devoción está puesta en la imitación de las virtudes del santo, a quien se quiere venerar. La conformidad de genio y de costumbres ata los corazones y los une con recíproco afecto. Por lo cual, si deseas ser sincero devoto de San José, toma por regla y medida de tu devoción el cuidado y deseo que tienes de copiar en ti sus virtudes sublimes.
¿Está en ti fervoroso el amor de Dios, de modo que observes fielmente, a imitación de San José, sus santos mandamientos y cumplas su divina voluntad? ¿Te aplicas a copiar en ti su paciencia en los trabajos, su tolerancia en las injurias y su resignación en las adversidades ? Procuras ser, a imitación del santo Patriarca, manso, benigno, puro y limpio de toda mancha y suciedad de pecado? ¡Oh! si esto haces, consuélate porque tu culto es, sin duda, grato al santo Patriarca, y él te tendrá siempre bajo su especial protección. Mas, si por el contrario, te contentases con rezarle, con sólo los labios, cualquiera oración, o con practicar exteriormente algún ejercicio de poco momento; y después no tienes cuidado de huir la ofensa de Dios, de guardar la pureza del corazón, de ser caritativo con el prójimo; y te entregas en brazos del vicio, te das al contentamiento de los sentidos, a la satisfacción de perversas inclinaciones: si eres altanero, soberbio, indevoto, impaciente, inmortificado y lascivo; ¡oh! en vano te lisonjeas entonces de ser devoto de San José, pues no gozarás de su favor y protección.
Resuélvete, pues, resuélvete de veras a rendirle un culto tal, que te estimule a la consecución de las virtudes que más resplandecieron en el santo; y así tu culto será de todo su agrado y de grande provecho tuyo.
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