SAN PEDRO: ORACIÓN PARA PROTECCIÓN Y CONSERVACIÓN DEL TRABAJO



ORACIÓN
 
Oh! San Pedro, el más glorioso de los Santos,
tú eres el fundamento de la Iglesia,
el Pastor Universal de todos los fieles,
 guardián de las llaves del cielo,
 el verdadero vicario
 que Cristo puso en la tierra,
encargándole el cuidado de su rebaño
y necesito tu protección y ayuda.

Tu fuiste mártir entre los mártires,
cuando dijiste no ser digno
de la misma muerte de tu Señor,
y te crucificaron boca abajo,
y por eso gozas en el cielo
de toda la gloria, como escogido favorito,
por lo que nada puede negarte Dios
si por mi, presentas mi súplica,
por eso te pido sea mi intercesor.

Te ruego con toda mi alma:
líbrame de todo mal, bendito apóstol.

Acógeme bajo tu sagrada sombra,
que cobijado en ella, seré libre
de daños y desdichas.

Consérvame el bendito trabajo de que dispongo,
y no permitas que nadie lo ponga en peligro,
de él depende mi progreso y mi prosperidad.

San Pedro bendito, Tu que fuiste pescador,
primero de peces y luego de almas,
y sabes lo duro que es el trabajo,
la dedicación que necesita.

Ahora que tengo un trabajo seguro
es necesidad imperiosa para mi conservarlo,
pues de él obtengo el sustento para mi y mi familia,
y nos permite vivir dignamente,
no permitas que yo lo pierda
y caiga en la desolación.

Soberano Pontífice de la Iglesia,
vivo y moriré como tu devoto
y siendo hijo de la Iglesia
Católica Apostólica Romana.

Amén


SAN PEDRO APOSTOL

San Pedro originalmente se llamaba Simón y era oriundo de Galilea, región de la Palestina en el Asia Menor. Su hermano Andrés, que había conocido un poco antes a Jesús de Nazaret, invitó a Simón a ver al maravilloso Carpintero que recorría el país ganándose muchos corazones.
 
Simón, tenía un temperamento ardiente y un gran corazón, y prendado del Maestro y comenzó a seguirlo, aunque no definitivamente.
 
Más tarde presenció el poder ilimitado de aquel Señor, que lo mismo transformaba el agua en vino, caminaba sobre las olas del mar, resucitaba a los muertos y descubría los más profundos secretos del pensamiento.

Jesús, por su parte, demostraba que tenía designios muy especiales para aquel sencillo pescador.
 
Una vez se sirvió de la barca de Pedro para predicar desde ella a la muchedumbre. Le ordenó que arrojara la red al agua y al sacarla salió tan llena de peces, que parecía romperse. Otras veces lo llevó como testigo de milagros especiales, como lo fueron su transformación en el monte Tabor y la resurrección de la hija de Jairo.
 
También le dio muestras de distinción, como cuando le ordenó sacar un pez y pagar, con la moneda que en la boca del mismo hallaría, un impuesto por cuenta de ambos. Todo ello encaminado a preparar a Pedro para la misión que iba a confiarle corno su representante o Vicario en la tierra.
 
En el sermón de la montaña había dicho Jesús, a modo de comparación, que el hombre prudente, lejos de construir su casa sobre arena, la levanta sobre la piedra, para que no puedan derribarla los vientos ni las aguas enfurecidas de los torrentes. Por eso, cuando Pedro confesó solemnemente, en cierta ocasión, que Jesús era el Hijo de Dios verdadero, el Señor pronunció aquellas no menos solemnes palabras:
 
''Y yo te digo a ti, tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas (o poderes) del infierno no prevalecerán contra ella; y te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo; y lo que desatares sobre la tierra será también desatado en el cielo".
 
Sin embargo, Pedro era un hombre frágil y debía aprenderlo por experiencia propia para que cuando hubiese de representar al Señor, supiese compadecerse de sus hermanos, los hombres frágiles pecadores.
 
Jesús le predijo que Satanás le había pedido para cribarlo como a trigo, pero que había rogado por él para que no le faltara la fe. La explicación profética consistió en anunciarle que Pedro no solamente le abandonaría, sino que antes del segundo canto del gallo lo habría negado tres veces lo cual no impediría que hubiese de convertirse para recibir del mismo Señor los poderes Prometidos.

Pasada la borrasca de la Pasión, el Señor ordenó a las mujeres que llevaran la noticia a sus discípulos, y a orillas del mismo lago donde había ocurrido la pesca milagrosa, hizo a Pedro Pastor Supremo de su rebaño.

Después de la ascensión de Jesús, Pedro tomó la dirección de la pequeña comunidad que formaba la Iglesia y decidió buscar a un substituto del traidor Judas para que formara parte del grupo de los doce apóstoles. La suerte favoreció a Matías y entonces todos se recogieron con María, Madre de Jesús.

Pedro tomó nuevamente la iniciativa y pronunció un discurso ante una multitud de curiosos. Pedro comenzó también a obrar milagros y bastó con que su sombra cayera sobre algún enfermo para que recuperara su salud.

También procedió corno legislador y castigó con la muerte a Ananías y Safira, por haber mentido, y reprobó con indignación la conducta de Simón Mago, que le ofrecía dinero por el poder.

Más tarde Pedro recorrió, como Pastor, los ámbitos de su jurisdicción, sufrió encarcelamientos y fue liberado dos veces por un ángel.

Posteriormente, primero estableció una sede episcopal en Antioquía y por fin, otra en la capital del Mundo Romano, Roma, la ciudad eterna, donde permaneció veinticinco años y fue crucificado, cabeza abajo, durante la sangrienta persecución de Nerón.

En la Sagrada Escritura nos quedan dos cartas escritas por el primer Papa a los fieles, y en la ciudad de Roma, su sepulcro, ubicado en la colina del Vaticano, hoy coronado con la grandiosa basílica dedicada a su nombre.



 

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