LA PRECIOSA LEYENDA DE LA VIRGEN DE BEGOÑA


España siempre ha sido religiosa y católica en alto grado, pero en las provincias vascas, ya sea porque todavía dura aquella sencillez o ingenuidad de otros más felices tiempos, o porque pongan mayor empeño en mostrar a todos lo profundamente que se hallan arraigadas en sus almas las verdades del cristianismo, el culto que tributan a la Soberana de los cielos es más conmovedor, más poético, habla más al corazón.


Prueba de ello es el culto que se ofrece a la milagrosa Virgen de Begoña.

Nada puede decirse con certeza, nada con seguridad, del origen del culto a tan venerada Virgen.

La tradición, sin embargo, nos refiere la aparición de su imagen en una vieja encina, en la pintoresca campiña de Bilbao.

Después de que los habitantes de la villa la descubrieron, proclamaron su milagrosa aparición a los demás pueblos vecinos, y deseosos todos de colocarla en un lugar más digno y decoroso, trataron de edificar para ella un hermoso templo.

Unánimes en tan religioso pensamiento, comenzaron a disputar sobre el lugar en que habla de ser edificado, queriendo unos que se construyese en aquel mismo sitio donde la encontraran, y otros muchos que se alzase en lo más alto de la montaña para que dominase la villa y todas las comarcas vecinas, pudiendo así los fieles distinguir fácilmente la morada de la bondadosa Madre de Dios.

Al ser mayor el número de los que opinaban de esta manera, resolvieron edificarlo en la montaña.

Se empezó desde luego a amontonar materiales para la nueva obra, pero pronto tuvieron que interrumpir esta tarea.

Cuando ya estaban preparados los operarios para comenzar la edificación del templo, un día en que los principales de la villa trataban sobre la conveniencia de trasladar la sagrada imagen de aquel sitio donde se hallaba, oyeron con gran asombro y admiración que la Virgen, abriendo sus divinos labios les decía Begoña, que traducida esta palabra vascuence al castellano quiere significar que "el pie se quede quieto".

Maravillados todos de aquel prodigio, refirieron a los demás fieles de María la palabra que pronunciada, y comprendiendo inmediatamente que la voluntad de la Señora era permanecer en el mismo lugar donde se había aparecido, determinaron edificar el templo en aquel sitio.

Otro extraño acontecimiento les dio a entender más claramente los deseos de la Reina de los cielos.

Pocos días después de haber hablado su divina imagen, encontraron sus fieles y devotos, cuando una mañana estaban reunidos alrededor de la encina, todos los materiales necesarios para la construcción del santuario.

No dudaron ya un momento siquiera y ansiosos todos los vizcaínos de dar luego a la Virgen de Begoña, así ya llamada por ellos, una morada digna donde pudiera escuchar sus súplicas y oraciones, se trabajó con empello para concluir cuanto antes el templo.

Pronto se halló terminado, y colocada en un hermoso altar la sagrada imagen, allí estuvo siempre propicia para los que iban a implorar sus favores.


Cada día se aumentaba en Vizcaya la devoción Nuestra Señora de Begoña y cada día crecía de una manera prodigiosa el número de los romeros y peregrinos que iban a visitarla y a adorarla. Los naturales de Bilbao y los de otros pueblos comarcales, decidieron entonces, ayudados con las limosnas de los fieles, ejecutar varias obras en el primitivo santuario para engrandecerlo y hacerle más Suntuoso y magnifico.

Hoy, los que a él se encaminan para orar ante la sagrada imagen de la Virgen, pueden ver un hermoso templo de tres naves, todas de piedra.

Hay otra leyenda que dice que el santuario se empezó a edificar en el sitio donde hoy se encuentra la ermita de Santo Domingo de Somo, y que trasladada allí la imagen desapareció al día siguiente, encontrándola otra vez en el mismo sitio donde apareciera.

Guarda el santuario de la Virgen, muchas lámparas de plata maciza que arden sin cesar ante el sagrado altar de Nuestra Señora, y patentemente indican el gran amor y la ardiente devoción que los cristianos de aquel pintoresco lugar la profesan.

Esta santa iglesia disfruta de varios honrosos privilegios, y está agregada y unida a la de San Juan de Letrán, la primera de las iglesias del mundo católico, cuya agregación se verificó el día 25 de Agosto de 1538, por el Soberano Pontífice Paulo III, confirmándola más tarde en 7 de Marzo de 1699 por el Papa Inocencio XII.

Un gran número de milagros se han obrado por intercesión de Nuestra Señora de Begoña.

¡Cuántos marineros vascos en medio de la tempestad, invocando con fe a la Virgen de Begoña se han librado de una muerte segura entre las irritadas olas del Océano!


¡Cuántos niños han recobrado la salud, gracias a la infinita bondad de Nuestra Señora!

¡Cuántos crímenes se han descubierto por inmensos prodigios obrados por ella!

Era el año de 1523.

Sé trabajaba en aquella época el nuevo templo de la Virgen cuando un cantero que planeaba robar las ricas alhajas que adornaban a la Virgen, procuró ocultarse una noche en el santuario, y cuando tuvo ocasión oportuna para sus criminales intentos, con mano sacrílega arrebató cuantas joyas pudo; y ávido de llevarse también la preciosa corona que descansaba sobre las divinas sienes, extendió su brazo para tomarla, pero entonces deteniéndole la imagen, asustado huyó precipitadamente con las demás alhajas que robara...

Ya se creía libre de todo peligro y dueño del tesoro que llevaba consigo, cuando la Virgen, que vio hasta donde llegaba la irreligiosidad de aquel desalmado, le puso mil obstáculos para que no pudiera fugarse.

Al bajar, pues, el ladrón por la cuesta que hay, desde Begoña a Bilbao, cuando llegó al Humilladero que está en el camino, le entorpeció el paso un gran rebaño de carneros.

Inútilmente se esforzaba por separarlos para seguir su camino. Le acometieron aquellos animales cuando empezó a hostigarles, tuvo que marcharse por otro lado.

Comenzó otra vez a subir la cuesta hasta las cercanías de la ermita de Santo Domingo de Somo, pero tampoco consiguió poder ir más adelante ya que los mismos carneros trasformados en furiosos toros le hicieron retroceder atemorizado, y entonces se dirigió hacia unas encinas que había cerca del santuario, pero al pretender pasar por entre ellas, halló estas tan espesas y unidas que tuvo que cambiar de propósito.

Parecía que con tan inesperados obstáculos habría de arrepentirse y temblar ante la justicia del Señor, pero ansioso de escapar de aquellos lugares con las joyas de la Virgen, marchó por una senda que conducía a Zuazo, y volviendo a bajar camino de Durango, al pasar el rio, un monstruoso y horrible gigante se le puso delante amenazándole con una espada de fuego.

Se refugió entonces amedrentado el criminal cantero en un jaral cercano; pero cuando más seguro se creía, las campanas de Begoña, que estaban mientras duraban las obras del templo atadas en unos árboles, comenzaron a tocar por sí solas llegando a aquellos lugares un gran número de personas asombradas con tan milagroso repique.

Entraron enseguida en el santuario y viendo a su querida Patrona sin las ricas alhajas y valiosas joyas que la adornaban, se fijaron más detenidamente en ella, y admirados y conmovidos, notaron que corrían algunas lágrimas por sus divinas mejillas.

Se buscó inmediatamente al sacrílego que se había atrevido a llegar hasta el altar de Nuestra Señora, y muy pronto lo encontraron, pues el mismo cantero confundido y arrepentido de su pecado se presentó a sus perseguidores, y confesando su crimen, restituyó las joyas y el mismo pidió ser castigado por su delito.

Se hizo en efecto; algunos días después se levantó una horca en la que pereció el infeliz cantero.

Hemos referido el anterior suceso por ser, como ya habrán tenido ocasión de observar, verdaderamente maravilloso.

Tal vez haya quien dude de tan extraños acontecimientos, pero nosotros, que tenemos una fe sin limites en el gran poder de Nuestra Señora, si bien admitimos que podría haber alguna exageración en tan piadosas tradiciones, creemos en ellas, así como en otras, que autores muy respetables nos dicen haberse verificado por intercesión de Nuestra Señora de Begoña.
 
 


 

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