LOS ANGELES ¿QUÉ Y QUIENES SON?


Los ángeles son seres espirituales poderosos que sirven a Dios y a los seres humanos en una amplia variedad de formas. La palabra "ángel" se deriva de la palabra griega "angelos", que significa "mensajero" o enviado, y por tanto no significa la naturaleza del ángel, sino su oficio. Los fieles de las principales religiones del mundo creen que los ángeles son mensajeros de Dios que llevan a cabo las tareas que Dios les asigna para que realicen en la Tierra.

Las religiones como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo dicen que una parte importante del trabajo de los ángeles es adorar al Dios que los creó, así como alabarlo en el cielo. Algunas religiones, como el Islam, dicen que todos los ángeles sirven a Dios fielmente. Otras religiones, como el cristianismo, dicen que algunos ángeles son fieles a Dios, mientras que otros se han rebelado contra él y ahora son conocidos como demonios.


¿Qué sabemos de los ángeles? ¿Qué son? Por la revelación divina sabemos que existen y tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se nos habla de sus muchas apariciones y acciones. Recordemos algunas:
 
 
En el Antiguo Testamento:
 
1) En el paraíso terrenal aparece uno custodiándolo (Gén.3,24).
 
2) En el sacrificio de Isaac (Gén.22,11).
 
3) La escala de Jacob (Gén.28,12).
 
4) La historia de Tobías (12,15).
 
5) El ángel que mató a los asirios (Is.37).
 
En el Nuevo Testamento:
 
1) La aparición a cacarías (Lc.1,11).
 
2) A la Virgen María (Lc.1,26).
 
3) A San José (Mt.1,20).
 
4) A los pastores y sobre el portal de Belén (Lc.2,9).
 
5) En el Huerto de los olivos, etc., etc.
 
¿Qué son los ángeles?
 
Los ángeles son «mensajeros de Dios», seres llenos de poder, que tienen inteligencia y libre voluntad y son sustancias espirituales, o sea, espíritus que carecen de cuerpo y son bienaventurados por estar gozando de Dios en el cielo.
 
¿Qué podemos decir de los ángeles?
 
Los Santos Padres de la Iglesia lo dicen así: «Angel es el nombre de su oficio y no de su naturaleza; porque siempre son espíritus, mas al ser enviados se llaman ángeles» (San Isidoro).

Y San Agustín se expresa así: Angel es el nombre del oficio, no de la naturaleza. ¿Quieres saber el nombre de su naturaleza? es espíritu; ¿quieres saber el oficio? es ángel. Según su ser es espíritu; según su obrar es ángel».
 
Los ángeles son espíritus (Dan.3,86; Lc.10,20;11,24 y 26; Heb. 1,14...) aunque a veces toman figura visible o aparente como el ángel Rafael cuando acompañó a Tobías (5.18), y en el sepulcro de Cristo en figura de jóvenes (Mc.16,5), y en la Ascensión en forma de dos varones (Hech.1,10), etc.
 
San Gregorio Nazianceno dice: Todos los ángeles son espíritus o «seres incorpóreos». Y San Gregorio Magno: «Ellos tienen sólo espíritu, los hombres espíritu y cuerpo juntamente». El cuerpo de los ángeles es sólo aparente...

La creación de los ángeles
 
Es doctrina de fe que «Dios, al principio del tiempo, creó de la nada unas sustancias espirituales, que son llamadas ángeles».
 
En primer lugar tenemos el testimonio de la Sagrada Escritura que nos habla claramente de su creación por la «Palabra del Padre», o sea por Jesucristo: «En El fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronoss, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por El y para El. El es antes que todo...» (Co1.1,16).
 
Y por las palabras del Exodo (20,11): «En seis días hizo Dios los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos se contiene», los intérpretes sagrados convienen en que los ángeles no fueron creados sucesivamente, como las almas, sino todos en el primer día de la creación y en un mismo momento.
 
Los concilios IV de Letrán y del Vaticano I declaran: Dios es el único principio de todas las cosas... y este Dios único y verdadero por su bondad y virtud omnipotente, no para aumentar su propia dicha, ni para conseguirla, sino para manifestar su perfección por medio de los bienes que otorga a las criaturas, creó desde el principio de los tiempos por decisión libérrima, las dos clases de criaturas, la espiritual y la corporal, es a saber, el reino de los espíritus angélicos y el mundo visible, y después al hombre, compuesto de espíritu y cuerpo».
 
Los ángeles son espirituales e inmortales
 
Ya hemos dicho que son puros espíritus, y de hecho Jesucristo lo afirma al decir que los ángeles «no se cansan», y de la pura espiritualidad de la naturaleza angélica se deriva su inmortalidad antural, pues «los juzgados dignos de tener parte en aquel siglo y en la resurrección de los muertos, ni tomarán mujeres ni maridos, porque ya no pueden morir y son semejantes a los ángeles» (Lc.20,35-36).
 
La felicidad celestial de los ángeles buenos y la reprobación de los malos es de duración eterna, según el testimonio de la revelación: «Apartaos de Mi, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt.18,10).

Número y categorías de los ángeles

 
El número de los ángeles, ateniéndonos a lo que dice la Sagrada Escritura, es inmensamente grande. El profeta Daniel describiendo el trono de Dios, dice: «Le servían millares de millares y le asistían millones de millones» (7,10), y en el Apocalipsis leemos: «Vi y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono..., y era su número de miríadas y de miríadas y de millares de millares» (5,1 1).

También la Escritura nos habla con frecuencia de los ejércitos celestiales (Lc.2,13; 1Rey.22,19). Jesucristo dijo en el huerto de los Olivos, que su Padre le enviaría si se las pidiese, doce legiones de ángeles en su ayuda (cada legión contaba con seis mil soldados) (Mt.26,53).

Santo Tomás dice que el número de los ángeles supera el de todas las cosas corporales, por tanto el número de los hombres que vivieron y vivirán; y mayor que el número de las estrellas del cielo y de las arenas del mar y de las hojas de los árboles (S. Dion. Areop.).



Categorías de los ángeles.


No todos los ángeles son iguales, pues la Escritura enumera hasta nueve coros u órdenes: Principados, potestades, virtudes, dominaciones (Ef.1,21); tronos, dominaciones, principados, potestades (Co1.1,16); serafines (Is.6,2); querubines (Is.37,16); arcángeles (1 Tes.4,16).

Entre los ángeles, pues, existe una jerarquía, y según los estudios de San Agustín, San Gregorio Magno y otros teólogos suelen enumerar nueve coros u órdenes angélicos, y cada tres coros de ángeles constituyen una jerarquía, a saber: la jerarquía: Serafines, Querubines y Tronos. 2° jerarquía: Dominaciones, Virtudes y Potestades. 3° jerarquía: Principados, Arcángeles y Angeles. Estos últimos son los encargados de guardar a los hombres, y por eso se llaman ángeles custodios o de la Guarda.

Conocimiento y poder de los ángeles

Los ángeles son más notables que los hombres, pues, como dice San Agustín, sobrepujan en perfección a todos los demás seres creados por Dios.

Al decir Jesucristo que «ni aún los ángeles conocen el día y la hora del último juicio» (Mt.24,36), da a entender que los ángeles saben más que los hombres. También los ángeles son superiores a los hombres en poder y fuerza (2 Ped.2,11), y por eso con frecuencia se les llama «potestades y virtudes» (1 Ped.3,22).

Un solo ángel bastó para quitar la vida a todos los primogénitos de Egipto (Ex.12,29). También un solo ángel quitó en una noche la vida a 185.000 asirios del ejército del rey Senaquerib (Is.37,36).

Además tienen especial poder sobre los elementos, pues Dios suele obrar sobre las fuerzas inferiores por medio de las superiores.

Ejemplos:

Tienen, pues, poder sobre el fuego, un ángel libró de él a los tres jóvenes en el horno de Babilonia: (Dn.3,49), sobre el agua (un ángel movía el agua de la piscina probática y hacía que recobrase la salud el primer enfermo que entraba en ella después del movimiento: (Jn.5,4); sobre el aire (un ángel llevó por el aire al profeta Habacuc para dar de comer a Daniel en el lago de los leones: Dn.14,35); y algo semejante sucedió con el apóstol San Felipe, después del bautismo del eunuco de Candaces; (Hech.8.39); sobre la tierra, y así ésta tembló cuando el ángel descendió sobre el sepulcro de Cristo resucitado (Mt.28,2).

Los ángeles son también de gran hermosura y majestad, como se ve en la descripción que hace San Juan en el Apocalipsis, de la aparición que tuvo varias veces de un ángel que llegó a creer por dos veces que era el mismo Dios (19,10; 20,8). También tenemos el ejemplo de Daniel (4,8).

También Dios concede y permite al demonio especial poder sobre ciertos hombres virtuosos para que se purifiquen de sus imperfeciones y se humillen como conviene.

El sacrificio de Isaac.


Dijo Dios a Abraham: «Anda, toma a tu único hijo Isaac, al que tanto amas, y ve a la tierra de Moriah, a ofrecérmelo allí en holocausto...». Al día siguiente se levantó Abraham muy temprano, aparejó su asno, y cogiendo consigo a su hijo Isaac, se marchó con él al lugar que Dios le había dicho. Cuando iban cerca, dijo Isaac a su padre: «Llevamos el fuego y la leña, pero ¿dónde está la res para el holocausto?». Abraham contestó: «Dios proveerá, hijo mío». Cuando llegaron al lugar, ató Abraham a su hijo, le puso la leña y cogiendo el cuchillo levantó el brazo para degollarlo. Pero en aquel momento, le gritó el ángel de Yahvé, diciéndole: «Abraham, no extiendas tu brazo contra el niño, ni le hagas daño, porque ahora has demostrado que temes a Dios, pues por El no has perdonado la vida de tu único hijo» (Gén.22).

Los malos espíritus o demonios


Los espíritus o ángeles malos que se convirtieron en demonios, por pecar contra Dios, son nuestros enemigos. Muchos santos afirman, que los hombres hemos de ocupar las sillas dejadas vacías en el cielo por los malos ángeles, esto es, obtener su felicidad; de ahí nace su envidia y el querernos arrastrar al mal.

Santo Tomás dice que la envidia de que una criatura formada de la tierra haya de ocupar su puesto en el cielo, atormenta al demonio más que el fuego del infierno. Y San Basilio dijo que «como el demonio nada puede contra Dios, por eso dirige su rabia contra el hombre, imagen de Dios».

Una mirada que echemos sobre la historia de los pueblos, nos muestra que Satanás pretende quitarnos todos los bienes: la religión, la libertad, la instrucción, el bienestar, la paz y todo bien. El probó de seducir a Cristo, y pervirtió, con efecto, a los primeros padres en el paraíso y a Judas (Jn.13,27).

El demonio puede, con permiso de Dios dañarnos también en los bienes temporales, como dañó a Job en su hacienda y salud, y dañaba a los endemoniados en tiempo de Cristo.

También se esfuerza, sobre todo, en destruir la Iglesia (Mt.16,18). Ya dijo Jesucristo a sus apóstoles: «Satanás ha pedido licencia para cribarnos como el trigo» (Lc.22,31). El demonio es como un león rugiente que anda dando vueltas, buscando a quien devorar (1 Ped.5,8); más no podrá dañar mortalmente al que guarda los mandamientos de Dios y no quiere pecar.

Como dice San Agustín: «El perro atado a una cadena, no puede morder al que no se le acerca, por más que le ladre». Los malos pensamientos que nos sugiere el demonio se han dé rechazar con energía. Por eso dice el apóstol Santiago: «Resistid al demonio y huirá de vosotros» (Sant.4). Cristo lo despidió con pocas palabras, diciéndole: «Retírate de mí, Satanás» (Mt.4,10). Hay que despreciar, dice San Juan Crisóstomo, la tentación y al tentador, aplicando enseguida el ánimo a otras cosas, sin dejarse estorbar ni turbar.

Misión de los ángeles buenos


La misión primaria de los ángeles buenos es la glorificación y servicio de Dios. La Sagrada Escritura invita a los ángeles a que alaben a Dios, y testifica que, por medio de la alabanza de estos espíritus, Dios es glorificado: «Bendecid al Señor, todos vosotros, ángeles suyos...» (Sal. 103,20) (Sa1.149,2; Dn.3,58; Heb.1,6; etc.).

El servicio de Dios redunda en alabanza del mismo. Como mensajeros de Dios, los ángeles son los encargados de transmitir a los hombres revelaciones y encargos de la divinidad (Lc.1,11 y 26 ss; Mt.2,13; Hech.5,19; etc.). La misión secundaria de los ángeles buenos es proteger a los hombres y velar por su salvación.

Todos los ángeles, dice la Escritura, se hallan al servicio de los hombres: «¿No son todos ellos espíritus servidores, enviados para servicio de los que han de heredar la salvación?» (Heb.1,14).

Según Orígenes, «es parte esencial de las enseñanzas de la Iglesia que existen ángeles de Dios y poderes buenos que le sirven a El para consumar la salvación de los hombres».

Dios creó a los ángeles para que eternamente le alaben y bendigan y para que cumplan sus mandamientos y guarden a los hombres. De los ángeles buenos tenemos que decir que ellos ven eternamente el rostro de Dios y le alaban en la bienaventuranza.

Así nos dice Jesucristo de los ángeles custodios de los niños: «Yo os digo que sus ángeles en el cielo, ven siempre la faz de mi Padre, que está en el cielo» (Mt.18,19). Y como los ángeles ven claramente la Majestad de Dios, prorrumpen en su alabanza y entusiasmo, en himnos de alabanza. Recuérdese el triple «Santo, Santo, Santo es el Señor...» de los serafines (Is.6,3) y los cantos de los ángeles en los campos de Belén, la noche de Navidad...

Los santos ángeles son de una «hermosura extraordinaria». «Si un ángel, dice San Anselmo, se hiciera visible en el firmamento, entre tantos soles cuantas son las estrellas, los oscurecería a todos, a la manera que oscurece a las estrellas el sol».

¿Qué más podemos decir de los ángeles?


La Iglesia celebra desde el siglo XVI una fiesta especial para honrar a los santos ángeles custodios (el 2 de octubre).

Ya San Justino mártir nos atestigua que en el segundo siglo de la Iglesia se tributaba culto a los ángeles. El Catecismo Romano nos enseña que «la Providencia divina ha confiado a los ángeles la misión de proteger a todo el linaje humano y asistir a cada uno de los hombres para que no sufran perjuicios».

Bien podemos decir que ellos nos guardan de muchas maneras, librándonos de innumerables peligros de alma y de cuerpo, de los que en muchos casos apenas nos damos cuenta nosotros. Recordemos algunos ejemplos:

—La víspera del último día en que Dios iba a destruir la infame ciudad de Sodoma, el justo Lot recibe el aviso de dos ángeles, bajo la forma de dos jóvenes de extraordinaria hermosura, que salga él y los suyos porque la ciudad va a desaparecer, e hizo que quedaran ciegos sus perseguidores (Gén.19,15-17).

—Cuando Pedro estaba encarcelado y la Iglesia oraba tanto por su libertad, y en las circunstancias que Herodes pensaba darle muerte al igual que lo había hecho con el apóstol Santiago, un ángel sacó de la cárcel al Príncipe de los apóstoles (Hech.12,22).

Dejando otros muchos ejemplos bíblicos recordaré sólo el de Santa Inés, virgen y mártir, cuyas palabras ante el prefecto de Roma fueron éstas: «No, yo no sufriré la mancha que quieren inferir a mi cuerpo; tengo un ángel que lo guarda». Y en efecto, este ángel hirió de muerte al sacrílego hijo del prefecto que quería profanarlo.

Los ángeles nos inspiran pensamientos santos. No los contristemos poniendo resistencia a sus sugerencias. Caminemos hacia el cielo, y Dios nos dice: «Yo enviaré un ángel ante ti, para que te guíe y guarde en el camino y te haga llegar al lugar que te he preparado. Reverénciale y escucha su voz» (Ex.23,20).

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