ORACIÓN PARA ALEJAR Y DESTRUIR INFLUENCIAS DIÁBOLICAS, MAGIAS, BRUJERIAS...


Si cree estar sufriendo en su cuerpo o en su mente una influencia del demonio que va más allá de lo natural, después de rezar el Exorcismo de León XIII, (leer más abajo) puede decir cada día esta oración:
 
Señor, Dios todopoderoso,
misericordioso y omnipotente,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
expulsa de mí toda influencia
de los espíritus malignos.

Padre, en el nombre de Cristo
 te pido que rompas toda cadena
que los demonios tengan sobre mí.
 
Derrama sobre mí
la preciosísima sangre de tu Hijo.
 
Que su sangre inmaculada y redentora
quebrante toda atadura sobre mi cuerpo y mi mente.
 
Todo esto te lo pido por intercesión
de la Santísima Virgen María.

San Miguel arcángel,
intercede, ven en mi ayuda.
 

En el nombre de Jesús
ordeno a todo demonio
que pueda tener alguna influencia sobre mí,
que salga para siempre.

Por su flagelación,
por su corona de espinas,
por su cruz,
por su sangre,
por su resurrección,
ordeno a todo espíritu maligno que salga.

Por el Dios verdadero,
por el Dios santo,
por el Dios que todo lo puede,
te ordeno demonio inmundo
que salgas en el nombre de Jesús,
mi Salvador y Señor.
 
Esta oración debe ser repetida cada día, una vez o varias. Más que el número de veces que se rece lo que importa es el fervor y la fe con que se haga. Para ello hay que concentrarse en la oración y pedir humildemente a Dios y ordenar al demonio que salga. En esta oración, a Dios se le pide con humildad y amor, al demonio sin embargo se le ordena, sin ira, sólo con fe.

EXORCISMO DE LEÓN XIII
CONTRA SATANÁS Y LOS ÁNGELES APÓSTATAS

En el Nombre del Padre, y del Hijo †,
y del Espíritu Santo.
Amén.

Salmo 67.

 
 Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos
y huyan de su presencia los que le odian.
 
Como se disipa el humo se disipen ellos,
como, se derrite la cera ante el fuego,
así perecerán los impíos ante Dios.
 

Salmo 34.

 Señor, pelea contra los que me atacan;
combate a los que luchan contra mí.
 
Sufran una derrota y queden avergonzados
los que me persiguen a muerte.
 
Vuelvan la espalda llenos de oprobio
los que maquinan mi perdición.
 
Sean como polvo frente al viento
cuando el Ángel del Señor los desbarate.
 
Sea su camino oscuro y resbaladizo,
cuando el Ángel del Señor los persiga.
 
Porque sin motivo me tendieron redes de muerte,
sin razón me abrieron trampas mortales.
 
Que les sorprenda un desastre imprevisto,
que los enrede la red que para mí escondieron;
que caigan en la misma trampa que me abrieron.
 
Mi alma se alegra con el Señor
y gozará de su salvación.

 Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
y por los siglos de los siglos.
 
Amén.

SÚPLICA A SAN MIGUEL ARCÁNGEL

 Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial,
Arcángel San Miguel,
defiéndenos en la lucha que mantenemos
combatiendo “contra los principados y potestades,
contra los caudillos de este mundo tenebroso,
contra los espíritus malignos esparcidos por los aires”
(Ef. 6, 12).
 
Ven en auxilio de los hombres que Dios creó
incorruptibles a su imagen y semejanza (Sab. 2, 23),
y a tan “alto precio rescatados” (I Cor. 6, 20)
de la tiranía del demonio.

Con las huestes de los ángeles buenos
pelea hoy los combates del Señor,
como antaño luchaste contra Lucifer,
corifeo de la soberbia y contra sus ángeles apóstalas.
 
Ellos no pudieron vencer,
y perdieron su lugar en el Cielo.
“Fue precipitado el gran dragón,
la antigua serpiente el denominado diablo y satanás,
el seductor del universo:
fue precipitado a la tierra y con él
fueron arrojados sus ángeles” (Apoc. 12, 8-9).

He aquí que el antiguo enemigo y homicida
se ha erguido con vehemencia.
 
Disfrazado de “ángel de luz” (II Cor. 11, 14)
con la escolta de todos los espíritus malignos
rodea e invade la tierra entera,
y se instala en todo lugar,
con el designio de borrar allí
el nombre de Dios y de su Cristo,
de arrebatar las almas destinadas
a la corona de la gloria eterna,
de destruirlas y perderlas para siempre.
 
Como el más inmundo torrente,
el maligno dragón derramó
sobre los hombres de mente depravada
y corrompido corazón, el veneno de su maldad:
el espíritu de la mentira,
de la impiedad y de la blasfemia;
el letal soplo de la lujuria,
de todos los vicios e iniquidades.

Los más taimados enemigos
han llenado de amargura a la Iglesia,
esposa del Cordero Inmaculado,
le han dado a beber ajenjo,
han puesto sus manos impías
sobre todo lo que para Ella es más querido.
 
Donde fueron establecidas
la Sede de San Pedro
y la Cátedra de la Verdad
como luz para las naciones,
ellos han erigido el trono de la abominación
de la impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor,
pueda dispersarse la grey.
 
Oh invencible adalid,
ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad
de los espíritus que le atacan y dale la victoria.

La Iglesia te venera como su guardián y patrono,
se gloría que eres su defensor
contra los poderes nocivos terrenales e infernales;
Dios te confió las almas de los redimidos
para colocarlos en el estado de la suprema felicidad.
 
Ruega al Dios de la paz
que aplaste al demonio bajo nuestros pies,
para que ya no pueda retener cautivos a los hombres
y dañar a tu Iglesia.
 
Ofrece nuestras oraciones al Altísimo,
para que cuanto antes desciendan sobre nosotros
 las misericordias del Señor (Salmo 78, 8),
y sujeta al dragón, la antigua serpiente,
que es el diablo y Satanás, y,
una vez encadenado,
precipítalo en el abismo,
para que nunca jamás
pueda seducir a las naciones (Apoc. 20, 3).

Después de esto, confiados
en tu protección y patrocinio,
con la sagrada autoridad de nuestro ministerio
[si se es laico,
o aún no se ha recibido la orden del Exorcistado,
se dice: con la sagrada autoridad
de la Santa Madre Iglesia],
nos disponemos a rechazar la peste
de los fraudes diabólicos,
confiados y seguros en el Nombre de Jesucristo,
nuestro Dios y Señor.

℣. He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.
R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.

℣. Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
R. Como lo esperamos de Ti.

℣. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

℣. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu. (Sólo si es un sacerdote, o al menos, diácono)

OREMOS

 Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
invocamos tu santo Nombre y suplicantes
imploramos tu clemencia,
para que, por la intercesión
de la Inmaculada siempre Virgen María
Madre de Dios, del Arcángel San Miguel,
de San José Esposo de la Santísima Virgen,
de los santos Apóstoles Pedro y Pablo
y de todos los Santos,
te dignes prestarnos tu auxilio contra Satanás
y todos los demás espíritus inmundos
que vagan por el mundo
para dañar al género humano
y para la perdición de las almas.
Amén.

EXORCISMO

 Te exorcizamos todo espíritu maligno,
poder satánico, ataque del infernal adversario,
 legión, concentración y secta diabólica,
en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo †,
para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios,
de las almas creadas a imagen de Dios
y redimidas por la preciosa Sangre † del Divino Cordero.
 
En adelante no oses, perfidísima serpiente,
engañar al género humano,
perseguir a la Iglesia de Dios,
zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo †.
 
Te lo manda Dios Altísimo †,
a quien en tu insolente soberbia
aún pretendes asemejarte,
“el cual quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”
(I Tim. 2, 4).

Te lo manda Dios † Padre,
te lo manda Dios † Hijo,
te lo manda Dios † Espíritu Santo.
 
Te lo manda la majestad de Cristo,
el Verbo eterno de Dios hecho hombre †,
quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia,
“se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte”
(Fil. 2, 8);
el cual edificó su Iglesia sobre roca firme,
y reveló que los “poderes del infierno
nunca prevalecerían contra ella,
Él mismo había de permanecer con ella
todos los días hasta el fin de los tiempos”
(Mat. 28, 20).
   

Te lo manda el santo signo de la Cruz †
y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana †.
 
Te lo manda la excelsa Madre de Dios,
la Virgen María †,
quien con su humildad desde el primer instante
de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza.
 
Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo
y de los demás Apóstoles.
 
Te lo manda la sangre de los mártires
 y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas †.

Por tanto, maldito dragón
y toda legión diabólica,
te conjuramos por Dios † vivo,
por Dios † verdadero,
por Dios † santo,
que “de tal modo amó al mundo
que entregó a su unigénito Hijo,
para que todo el que crea en Él no perezca,
sino que viva la vida eterna” (Juan 3, 16);
cesa de engañar a las criaturas humanas
y deja de suministrarles el veneno
de la eterna perdición;
deja de dañar a la Iglesia
y de poner trabas a su libertad.
 
Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia,
enemigo de la salvación de los hombres.
 
Retrocede ante Cristo,
en quien nada has hallado semejante a tus obras.
 
Retrocede ante la Iglesia Una,
Santa, Católica y Apostólica,
la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre.
 
Humíllate bajo la poderosa mano de Dios.
 
Tiembla y huye, al ser invocado
por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús,
ante el que se estremecen los infiernos,
a quien están sometidas las Virtudes de los cielos,
las Potestades y las Dominaciones;
a quien los Querubines y Serafines
alaban con incesantes voces diciendo:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.

℣. Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.

℣. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
(Sólo si es un sacerdote, o al menos, diácono)

OREMOS

 Dios del Cielo y de la tierra,
Dios de los Ángeles,
Dios de los Arcángeles,
Dios de los Patriarcas,
Dios de los Profetas,
Dios de los Apóstoles,
Dios de los Mártires,
Dios de los Confesores,
Dios de las Vírgenes,
Dios que tienes el poder
de dar la vida después de la muerte,
el descanso después del trabajo,
porque no hay otro Dios fuera de Ti,
ni puede haber otros sino Tú mismo,
Creador de todo lo visible y lo invisible,
cuyo reino no tendrá fin:
humildemente te suplicamos
que tu gloriosa Majestad se digne
libramos eficazmente y guardamos sanos
de todo poder, lazo, mentira y maldad
de los espíritus infernales.
 
Por Cristo Nuestro Señor.
 
Amén.

℣. De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.

℣. Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.

℣. Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
℟. Te rogamos, óyenos.

Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes.

 
 
 
 

0 comentarios:

Publicar un comentario

SÍGUEME EN FACEBOOK