ORACIÓN
¡Oh Virgen bendita entre todas las mujeres!
Nos faltan las palabras
para darte gracias
por las innumerables bendiciones
que hemos recibido de tu mano.
El día de tu nacimiento
puede ser llamado el día de acción de gracias,
de la alegría y del consuelo.
Tú eres la honra de la humanidad,
gozo del Paraíso,
regalo escogido de Dios,
y bien de nuestra nación.
¿Qué mérito tenemos nosotros,
oh Virgen del Buen Suceso,
para que merezcamos tenerte
como Madre nuestra?
¡Que Dios sea bendito por siempre
que lo ha querido así!
Bendita eres tú también,
Virgen María,
porque a pesar de nuestra ingratitud,
te nos muestras propicia.
Por ello decimos:
Tú eres, Madre clemente,
nuestro consuelo en la tierra,
nuestro refugio,
nuestra ayuda y nuestra protección
en nuestras necesidades,
tanto públicas como privadas.
Guárdanos de la guerra,
la peste, el hambre, las tormentas,
terremotos, y todas las calamidades
que merecemos por nuestras culpas.
Escucha las súplicas de los que te invocan.
Sé abogada y Madre nuestra,
de nosotros que ponemos nuestra confianza en ti.
A ti acudimos, y por tu intercesión esperamos
alcanzar de tu divino Hijo
el perdón de nuestros pecados
y la perseverancia en la gracia hasta la muerte.
Amén.
(Aquí, cada uno levantando su corazón a Dios,
puede pedir, por intercesión
de María Santísima del Buen Suceso,
la gracia o favor que desea recibir)
ORACIÓN
¡Oh Señora del Buen Suceso!
Que con mirada de predilección
consideráis al Ecuador,
atended a la tristeza de los días que atravesamos,
caracterizados por la entera confusión de los espíritus.
¿Hacia donde camina la Cristiandad?
¿Cuál será para Ella el día de mañana?
Son preguntas a las cuales nadie osa responder.
Esta confusión no sólo subvierte la esfera temporal,
desordenando a fondo los campos cultural,
político, social y económico, sino ¡Oh dolor!
penetra también en la propia esfera espiritual.
¿Presenciaremos ya mañana el explotar de la terrible guerra
que constituirá el desdoblamiento lógico de este caos?
¿O veremos al mundo occidental,
para obtener un simulacro miserable de paz,
capitular vergonzosamente frente al enemigo mortal
de la Civilización Cristiana, esto es, el comunismo?
¡Oh Madre de la Candelaria!
puestos ante estas aterradoras hipótesis,
nuestros corazones hacia el Vuestro se vuelven,
en la búsqueda de una luz, una ayuda, un aliento.
Así se nos vuelve especialmente oportuno recordar
lo que manifestasteis a una hija electa Vuestra.
Cuando en 1634, en Quito,
Sor Mariana de Jesús Torres
rezaba ante el Santísimo Sacramento,
súbitamente la lámpara que ardía en el altar se apagó.
Al intentar reencenderla
una luz sobrenatural inundó la iglesia.
“Hija querida de Mi corazón,
soy María del Buen Suceso, tu Madre y Protectora.
La lámpara que (…) viste apagarse
tiene mucho significado (…).
“(…) que en el siglo XIX – al concluirse –
y seguirá gran parte del siglo XX,
cundirán en estas tierras,
entones Republica libre,
varias herejías.
Se apagará la luz preciosa de la Fe
en las almas por la total corrupción de las costumbres.
En este tiempo habrá grandes calamidades físicas,
morales, públicas y privadas.
El corto número de almas en las cuales
se conservará el culto de la Fe y de las virtudes,
sufrirá un cruel e indecible padecer,
al par que prolongado martirio.
(…) en estos tiempos estará la atmósfera
repleta del espíritu de impureza el que,
a manera de un mar inmundo,
correrá por calles, plazas, sitios públicos,
en una libertad asombrosa,
de manera que no habrá en el mundo
almas vírgenes.
(…) los sacerdotes se descuidarán de su sagrado deber,
perdiendo la Brújula Divina,
se desviarán del camino trazado por Dios (…)
(…) Para libertar de la esclavitud de estas herejías,
necesitan gran fuerza de voluntad,
constancia, valor y mucha confianza en Dios,
aquellos a quienes destinará para esta restauración
el amor misericordioso de mi Hijo Santísimo.
Para poner a prueba en los justos esta fe y confianza
llegarán momentos en los cuales,
al parecer todo estará perdido y paralizado,
y entonces será feliz principio de la restauración completa.
(…) Es llegada mi hora, en la que Yo
de una manera asombrosa destronaré al soberbio Satanás,
poniéndole bajo mi planta,
encadenándole en el abismo infernal,
dejando por fin libre a la Iglesia
y a la Patria de esa cruel tiranía”.
¡Oh Madre, Oh Protectora!
Haced que por la intercesión
de Sor Mariana de Jesús Torres
y de las beneméritas fundadoras
del Monasterio de la Concepción de Quito,
estas Vuestras palabras traigan
orientación y seguridad para las almas que las leyeren.
Que todos nos empeñemos, más que nunca,
en invocaros como Madre del Buen Suceso,
con la esperanza de que así apresuréis para nosotros,
perturbados y confundidos,
el camino de luz que nos conduzca,
en medio de las tinieblas,
a Vuestro Divino y Adorado Hijo.
Así sea.
(Con licencia eclesiástica)
¡Oh Señora del Buen Suceso!
Que con mirada de predilección
consideráis al Ecuador,
atended a la tristeza de los días que atravesamos,
caracterizados por la entera confusión de los espíritus.
¿Hacia donde camina la Cristiandad?
¿Cuál será para Ella el día de mañana?
Son preguntas a las cuales nadie osa responder.
Esta confusión no sólo subvierte la esfera temporal,
desordenando a fondo los campos cultural,
político, social y económico, sino ¡Oh dolor!
penetra también en la propia esfera espiritual.
¿Presenciaremos ya mañana el explotar de la terrible guerra
que constituirá el desdoblamiento lógico de este caos?
¿O veremos al mundo occidental,
para obtener un simulacro miserable de paz,
capitular vergonzosamente frente al enemigo mortal
de la Civilización Cristiana, esto es, el comunismo?
¡Oh Madre de la Candelaria!
puestos ante estas aterradoras hipótesis,
nuestros corazones hacia el Vuestro se vuelven,
en la búsqueda de una luz, una ayuda, un aliento.
Así se nos vuelve especialmente oportuno recordar
lo que manifestasteis a una hija electa Vuestra.
Cuando en 1634, en Quito,
Sor Mariana de Jesús Torres
rezaba ante el Santísimo Sacramento,
súbitamente la lámpara que ardía en el altar se apagó.
Al intentar reencenderla
una luz sobrenatural inundó la iglesia.
“Hija querida de Mi corazón,
soy María del Buen Suceso, tu Madre y Protectora.
La lámpara que (…) viste apagarse
tiene mucho significado (…).
“(…) que en el siglo XIX – al concluirse –
y seguirá gran parte del siglo XX,
cundirán en estas tierras,
entones Republica libre,
varias herejías.
Se apagará la luz preciosa de la Fe
en las almas por la total corrupción de las costumbres.
En este tiempo habrá grandes calamidades físicas,
morales, públicas y privadas.
El corto número de almas en las cuales
se conservará el culto de la Fe y de las virtudes,
sufrirá un cruel e indecible padecer,
al par que prolongado martirio.
(…) en estos tiempos estará la atmósfera
repleta del espíritu de impureza el que,
a manera de un mar inmundo,
correrá por calles, plazas, sitios públicos,
en una libertad asombrosa,
de manera que no habrá en el mundo
almas vírgenes.
(…) los sacerdotes se descuidarán de su sagrado deber,
perdiendo la Brújula Divina,
se desviarán del camino trazado por Dios (…)
(…) Para libertar de la esclavitud de estas herejías,
necesitan gran fuerza de voluntad,
constancia, valor y mucha confianza en Dios,
aquellos a quienes destinará para esta restauración
el amor misericordioso de mi Hijo Santísimo.
Para poner a prueba en los justos esta fe y confianza
llegarán momentos en los cuales,
al parecer todo estará perdido y paralizado,
y entonces será feliz principio de la restauración completa.
(…) Es llegada mi hora, en la que Yo
de una manera asombrosa destronaré al soberbio Satanás,
poniéndole bajo mi planta,
encadenándole en el abismo infernal,
dejando por fin libre a la Iglesia
y a la Patria de esa cruel tiranía”.
¡Oh Madre, Oh Protectora!
Haced que por la intercesión
de Sor Mariana de Jesús Torres
y de las beneméritas fundadoras
del Monasterio de la Concepción de Quito,
estas Vuestras palabras traigan
orientación y seguridad para las almas que las leyeren.
Que todos nos empeñemos, más que nunca,
en invocaros como Madre del Buen Suceso,
con la esperanza de que así apresuréis para nosotros,
perturbados y confundidos,
el camino de luz que nos conduzca,
en medio de las tinieblas,
a Vuestro Divino y Adorado Hijo.
Así sea.
(Con licencia eclesiástica)
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