EL PADRE DAMIAN, SU HERÓICA VIDA Y SU ORACIÓN MÁS PODEROSA

 
Las vidas de los héroes siempre interesan. Un sabio, por más sabio que sea, si no llega a sacrificarse o a realizar una obra peligrosa, para la que se necesita una gran dosis de valor, no llega a impresionar tanto como el héroe que se lanza a las llamas para sacar de ellas a una niña a punto de perecer.


Pero hay diversas clases de heroísmo, desde aquéllas que realizan los "príncipes valientes" de los cuentos, hasta los actos puros del desprendimiento personal en beneficio de nuestros semejantes en desgracia. A estos últimos pertenece la vida y la obra de José Damien de Veuster (mejor conocido como el "Padre Damián"), quien, inflamado por la caridad, dejó todo lo que tenía en el mundo (comodidad, libros y vida tranquila) para ir a una isla espantosa, adonde hasta el aire estaba contaminado, con el único objeto de ayudar a los desgraciados que allí vivían, y que estaban leprosos.
 
Esta es una de las enfermedades más terribles y repugnantes de todas: el cuerpo se cae en pedazos, las víctimas parecen espectros y un hedor hace imposible la respiración de los que se acercan a ellos. Pero esos seres necesitan consuelo, medicinas y compañía. Y aquellos infelices estaban solos y nadie los visitaba.
 
Fue entonces cuando José de Veuster, como el héroe que se lanza a las llamas, penetró en aquel infierno y se puso a contarles cuentos, a alegrarles la existencia, a levantar escuelas, a organizar actos musicales y a lavar con sus propias manos las llagas de sus cuerpos.
 
Ante un heroísmo de esta naturaleza debemos descubrirnos e inclinar la cabeza. La vida de este héroe de la caridad y el desprendimiento impresiona y conmueve como pocas.
 
Recordemos, al azar entre tantos, uno de los momentos de su vida luminosa, que describe mejor que un largo discurso la fortaleza de su carácter y la sencilla elevación de su espíritu.
 
Corría el año 1884... Un día, como no podía menos que suceder, el Padre Damián pudo darse cuenta de que, al fin, él también era una víctima de la inmisericorde enfermedad. No se inmutó siquiera.
 
Quizá un brillo de humedad nubló por un instante sus ojos, producido más bien por la gratitud que por la pena, pero pasó luego.
 
Con paso firme se dirigió a la parroquia, ascendió al púlpito.
 
Su voz sonó más dulce, más reconfortante que nunca. Más que un sermón, aquello fue un himno de amor a la humanidad:
 
—"Nosotros, los leprosos..."
 
De aquel hombre ha dicho un compatriota suyo:
 
- "Cuando nos sentimos asediados por las villanías repugnantes que nos rodean, o cansados de nuestras propias pequeñeces, qué confortamiento el de volver los ojos hacia el metal puro de una vida sublime. A pesar de su grandeza, ¡sentimos por otro lado muy cercano a nosotros a este hombre que conocía nuestros horizontes, antes de lanzarse a una aventura sin retorno!"
 
Millones de jóvenes en todos los países y en todas las latitudes han leído, con el corazón emocionado, la extraordinaria epopeya de José de Veuster, toda su bondad y en todo su heroísmo.
 
Si deseas hacer una petición al santo Padre Damián, aquí te dejo una de sus oraciones más poderosas:


 
ORACIÓN
 
Glorioso y venerado Padre Damián:
 
Por tu bondad, comprensión y dedicación,
eres modelo amado y patrono de los leprosos.
 
Por tu amor te entregaste en cuerpo y alma
al cuidado de los leprosos de Molokai,
cambiando sus vidas, fortaleciendo su espíritu,
dando nueva vida a sus almas.
 
Yo, impulsado por la confianza
que me inspira tu valimiento poderoso ante Dios
y tu caridad hacia los más necesitados,
acudo hoy a ti, con fe, con esperanza,
para presentarte mi súplica
esperando un milagro por tu intercesión:
 
(Hacer la petición)
 
Santo Padre Damián, escúchame,
Santo Padre Damián, intercede por mi.
Santo Padre Damián, no me dejes en abandono.
 
Llena mi corazón de amor
hacia los más necesitados,
alcánzame un gran espíritu de fe,
saber aceptar y ofrecerte
todas las contrariedades de la vida
y poder gozar un día de tu compañía en el cielo.
 
Por Jesucristo nuestro Señor.
 
Amén.

 


 

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