desligo del espíritu maligno
cuanto éste tiene ligado.
En el nombre del Divino Creador
a quien amo desde que lo conozco
con todo mi corazón, alma y sentidos,
y a quien prometo adorar eternamente
y agradecer también los beneficios
que cual padre amoroso
me concede sin tasa ni medida:
Yo te ordeno, espíritu del mal,
que te separes en el acto de este cuerpo
que estas atormentando
y le dejes libre de tu presencia,
para que pueda recibir dignamente
las aspersiones del agua exorcizada
que cual lluvia divina echo sobre él,
diciendo:
En el nombre del Padre,
del Hijo, del Espíritu Santo,
que viven y reinan eternamente;
por las virtudes que poseen
los espíritus superiores,
Adonay, Eloim y Jehovam,
cuya presencia y fortaleza
invoco en este acto.
Amén.
San Cipriano nació en Africa, de sangre ilustre y familia poderos, fue senador de esta ciudad y muy estimado entre los Gentiles.
Completó sus estudios de Elocuencia y de Filosofía, con gran y llegó a ser un eminente Filósofo y Orador. Antes de bautizarse enseñó Retorica, con gran acierto y fama.
Se convirtió al cristianismo y después de recibir la luz del Cielo por el agua del Santo Bautismo, nació en Cristo, repartió todas sus grandes riquezas a los pobres, y comenzó a hacer una vida perfectísima, y a enseñar a los fieles una doctrina tan alta y divina que mas parecía venida del Cielo que aprendida en la tierra.
Se ordenó Presbítero, después le hicieron Obispo de Cartago, aunque el santo en un principio lo rehusó y fue Pastor y modelo de santos prelados.
Cuando llegó la persecución de Decio, el santo se escondió, por no desamparar a sus fieles y dejarlos sin pastor, animando a los unos al martirio, y predicando a los otros.
Después de un año de destierro lo apresaron y fue presentado ante del Procónsul Galerio Máximo, quién preguntándole si era Cipriano, y el que se llamaba Pontífice de los cristianos engañados, le notificó que por mandato de los Emperadores, si no adoraba a sus Dioses, sería condenado a muerte.
Finalmente fue sentenciado a ser degollado y cuando le fue leída la sentencia, dijo: "Deo gratias", y mandó que le diesen 25 escudos de oro al verdugo.
Fue su martirio el 16. de Septiembre del año 261.
ORACIÓN
Señor Dios, que ilustraste
a tu Santa Iglesia en África
con la doctrina y martirio del Bienaventurado
y Glorioso Obispo San Cipriano,
concédenos por su mediación
que seamos liberados de todo espíritu maligno,
seres que acechan en las sombras,
y toda entidad maligna
creada a partir de magias hechizos y brujerías.
Ten misericordia de aquellos que han caído
en sus antiguas tinieblas y restitúyelos,
por su intercesión eficaz,
a luz de tu Santo Evangelio,
Por nuestro Señor Jesucristo Hijo tuyo.
Amén
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