SAN ALBERTO MAGNO, ORACIÓN Y CIENCIA


ORACIÓN
 
Oh Dios, que hicisteis grande
al bienaventurado Alberto,
vuestro pontífice y doctor,
en la sumisión de la sabiduría humana a la fe divina,
 concedednos que nos adhiramos a su enseñanza
y gocemos así en el cielo de la luz perfecta.


Señor, tú que has hecho insigne
al obispo san Alberto Magno
porque supo conciliar de modo admirable
la ciencia humana con la sabiduría divina,
concédenos a nosotros
aceptar de tal forma su magisterio que,
por medio del progreso de las ciencias,
lleguemos a conocerte y a amarte mejor.
 
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
 
Amén
 
Oración compuesta por San Alberto
 
 Señor Jesucristo,
Tú eres la verdadera luz;
 ilumina mi mente,
 sana mis afectos,
instruye mi lengua,
vuelve al bien mi actuar.
 
Que crezca en mí tu gracia,
me ayude en las tentaciones
cuando lucho contra el mal
y me impulse hacia lo mejor
cuando camine en el bien,
conduciéndome a la salvación eterna.
 
Amén
 
Los caminos para reconocer y amar a Dios son innumerables. San Alberto Magno lo reconoció y amó, particularmente, penetrando en el estudio de la naturaleza, observándola como un fruto maravilloso de la creación divina; pero no únicamente admiró sus grandezas, sino que las investigó descifrando muchos de sus misterios.

 
A San Alberto comenzaron a llamarlo "magno", o "grande", cuando aún vivía. Después de su muerte fue declarado Doctor de la Iglesia, título que sólo han alcanzado los más sabios entre los santos, como San Jerónimo, Santo Tomás de Aquino, San Bernardo, San Agustín, y otros de igual excelsitud.
 
En plena Edad Media desarrolló una labor de pacientísima investigación de los fenómenos naturales, cuando este campo se encontraba casi virgen.
 
Sin el auxilio de los grandes laboratorios que hubo después, sin libros ni fuentes de información suficientes, pudo escribir extensas obras en las que consignó el resultado de sus estudios. E hizo esto no por vanagloria personal, sino por la insistente solicitud de sus hermanos en religión.
 
Desde pequeño, cuando salía acompañando a sus mayores en las partidas de caza, todo llamaba su atención: la flora y la fauna, las costumbres de los mamíferos y de las aves; la forma de volar de las diferentes especies de éstas; lo que comían y cómo obtenían sus alimentos. Observó también las emigraciones de peces en los ríos y los mares; la causa de estas emigraciones; los ciclos, la influencia del clima, y las temperaturas en cada especie del reino animal.
 
Como botánico, San Alberto estudió extensamente la flora del norte de Alemania. Cuando leyó los escritos de Aristóteles, que trataban sobre cuestiones de la naturaleza, se atrevió a rebatir y a completar muchos pensamientos del sabio griego, a quien todos acataban como autoridad indiscutible.
 
Se dice que San Alberto añadió a la obra naturalista de Aristóteles una cantidad igual o superior de datos, rectificando muchos de sus conceptos. Por ejemplo, el maestro griego decía que el halo de la luna es visible sólo cada cincuenta años, y San Alberto probó haber observado hasta dos veces en un mismo año el mismo fenómeno.
 
Fue el primero en notar la influencia de la luz y del calor en los árboles, a quienes afecta en cuanto a su anchura y a su altura, y aun en cuanto a la composición de la corteza. También hizo una sagaz distinción entre los aguijones y las espinas.
 
En su esfuerzo por establecer una clasificación botánica sistemática, llegó a hacer prolijas comparaciones entre las hojas, las flores y los frutos de diversas especies vegetales. Fue también el primero en intentar reducir a figuras geométricas las formas de estas especies.
 
Científico de buena cepa, rechazó las supersticiones que circulaban acerca de supuestas propiedades mágicas de muchas plantas. Así, negó valientemente que el abrótano (una herbácea de la familia de las compuestas) tuviera la virtud de alejar los rayos de las tempestades. En la Edad Media, ir contra una creencia general era peligroso, pues quien no aceptaba los conceptos tradicionales era fácilmente señalado como brujo o hereje.
 
Fue igualmente San Alberto Magno un gran zoólogo, ya que describió por primera vez, con extraordinaria precisión, las dos especies de martas que había en Alemania, así como las de la comadreja, el lirón y el calamar; escribió cosas muy sabias y bellas sobre la vida de los peces, tal vez porque éstos constituían su comida habitual durante las abstinencias. Descubrió que las anguilas huyen del agua fría, y que no comen fango como aseguraba Aristóteles, sino que se alimentan de ranas, gusanos y restos de algunos peces.
 
En suma, San Alberto Magno, Doctor de la Iglesia, es uno de los más grandes sabios que, perteneciendo a la religión, sirvieron con su sabiduría al progreso material y espiritual de los hombres.
 
 
 

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