SAN DANIEL COMBONI, ORACIÓN PARA PEDIR LA PAZ ENTRE TODOS LOS PUEBLOS DEL MUNDO


Glorioso Daniel Comboni
ejemplo admirable de amor a Dios
quien en ti hizo manifiesto
 un amor puro e inconmensurable
 a los habitantes de los pueblos de África,
 una caridad sin límites para con ellos,
y las más pura abnegación
para cuidar y atender a las necesidades
de los más pobres y abandonados.


 Tu santidad y tu celo misionero,
te hicieron decir:
 
 "Sí, yo soy ya vuestro padre
y vosotros sois mis hijos…
 
Regreso entre vosotros
para ya nunca dejar de ser vuestro
y para estar enteramente consagrado
para siempre a vuestro mayor bien."
 
El día y la noche, el sol y la lluvia
me encontrarán siempre dispuesto
a atender vuestras necesidades espirituales.
 
El rico y el pobre, el sano y el enfermo,
el joven y el viejo, el amo y el siervo
tendrán siempre igual acceso a mi corazón.
 
Vuestro bien será el mío,
y vuestras penas serán también las mías.
El más feliz de mis días será aquel
en que pueda dar la vida por vosotros".
 
Bendito misionero de Dios, San Daniel,
guía desde el Cielo a todos los que continúan tu misión,
y danos tu protección y ayuda a todos tus devotos,
para que tu bondad se extienda por toda la faz de la Tierra.
 
Ayúdanos a hacer reinar la paz entre los pueblos,
para que viviendo como comunidad de apóstoles

al igual que tu, podamos ocuparnos
de los más pobres y abandonados
abriendo nuestros corazones y nuestros pensamientos
a la hermandad,  la cordialidad, la paz y la amistad
para mayor alabanza de tu gloria.
 
Por Cristo nuestro Señor.
 
Amen.

A pesar de que en la actualidad prácticamente las distancias no existen, y de la facilidad de viajar, África continúa siendo uno de los continentes menos conocidos del mundo.
 
 

Ciertamente, las costas africanas que miran al Mediterráneo, o que están muy próximas a Europa, han sido conocidas y exploradas desde tiempo inmemorial. Cartago y Egipto fueron naciones africanas de preponderancia universal... Pero todavía a principios del siglo XIX nadie había llegado a las fuentes del Nilo, en el África recóndita, inexplorada y misteriosa.
 
El conocimiento de ese inmenso territorio por parte de la civilización occidental es cosa más o menos reciente dentro de las grandes dimensiones del tiempo. Su conquista y colonización político-económica se realizó en un plazo más o menos breve, pero en cambio su conquista espiritual, su evangelización, ha sido una labor de paciencia y de amoroso celo.
 
Por otra parte, si la conquista utilitaria ha suscitado el rencor, la violencia y la guerra, la conquista espiritual ha rendido frutos de amor y fraternal concordia. Las diócesis africanas tienen obispos de color que son un ejemplo de abnegación: pastores amorosos cuyo báculo destruye las figuras paganas bajo la inspiración de la fe.
 
Monseñor Daniel Comboni, apóstol del África, es el ángel tutelar de esta conquista, de esta cruzada de verdadera persuasión espiritual. "Ganar el África o morir", fue su lema.
 
Y murió ganando el África. Los jóvenes, a veces, idealizan demasiado la forma en que se realizan las misiones en los lugares salvajes y paganos. Pesa sobre ellos el efecto de cierta literatura truculenta, de ciertas películas de la selva, en el cine o en la televisión. La realidad de las misiones es muy diferente, hasta el punto de hacer difícil una descripción fiel.
 
Imaginemos que de pronto se es trasladado de un clima frío a uno tórrido; que se encuentra solo (aunque lleve la compañía de otros misioneros) en medio de gente que no tiene nada semejante con él, que no habla su lengua, que no cree lo mismo. Al mismo tiempo, insectos y alimañas se encarnizan con el extranjero; altísimas fiebres le acometen; el calor sofocante le impide toda actividad, y para actuar, ir y venir, tiene que sobreponerse al agobio de ese calor, o de lo contra-rio está perdido.
 
El pago o la compensación por ese sacrificio no lo verá el misionero en esta vida, porque generalmente muere en el martirio o como consecuencia de los males que contrajo en las inclemencias de las tierras que visitó.
 
Comboni, como todos los grandes apóstoles y misioneros, no esperaba ver el fruto de su esfuerzo. El amor es desinterés —en su expresión más alta—, y Daniel Comboni sólo quería llevar a sus hermanos africanos la verdad, la fe y la fraternidad.
 
Tan esclarecido varón, tuvo una vida verdaderamente dramática. Es un testimonio de lo que pueden las fuerzas del espíritu contra el odio y la incomprensión. Es una auténtica Vida Ejemplar, cuyas acciones se mueven teniendo como escenario el corazón del continente negro, que él orientó hacia la luz.
 
Durante el Concilio Ecuménico celebrado a mediados del siglo pasado en el Vaticano, la presencia de numerosos obispos de color representando comunidades cristianas del África, constituyeron el testimonio vivo de la obra de Monseñor Comboni, cuya siembra fue pródiga y cuya semilla brota sin cesar.
 
Fue canonizado el 5 de Octubre de 2003 por el Papa Juan Pablo II.
 
 

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