En todas las historias de resurrección los Ángeles cumplen un papel muy importante. Son testigos de la resurrección y anuncian a las otras personas el secreto de las tumbas vacías.
En el Evangelio según Mateo el Ángel no sólo presencia la resurrección sino que parece más bien guiarla y acompañarla.
"Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, ya que el Ángel del Señor bajó del cielo y acercándose hizo rodar una piedra y se sentó cerca de ella. Su aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y parecían muertos. El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo:
"Vosotras, no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado, no está aquí, ha resucitado como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis".
Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y con gran alegría a la vez, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos" (Mat. 28, 1-8).
Las mujeres no se dirigen en el Evangelio según Mateo al sepulcro de Jesús para consagrarlo, sino para mirar el sepulcro. Allí está escrita la palabra griega theorein que significa observar, meditar. Van ya entrada la noche porque quieren permanecer toda la noche allí para velar a Jesús, meditar y pensar en él. Entonces, comienza un gran terremoto y todo se mueve, incluso el sepulcro, y el Ángel del Señor aparece.
El terremoto y la aparición de los Ángeles son las dos características más importantes de la aparición de Dios en el Antiguo Testamento. Cuando Dios aparece e interviene en la tierra, se anuncia por medio de un terremoto y de la aparición de sus Ángeles.
El Ángel corre la piedra que cierra el sepulcro y se sienta sobre ella. A menudo tenemos también nosotros una piedra encima que nos bloquea y nos aleja de la vida. Se coloca siempre justo allí, donde nuestra vida quiere florecer y bajo ella la vida no se puede desarrollar plenamente, resulta oprimida. El Ángel nos muestra nuestros bloqueos y nos libera de la piedra que nos impide vivir. Convierte la piedra que nos bloquea en una piedra que nos muestra la presencia liberadora de Dios.
El Ángel de esta historia es muy poderoso, brilla como un rayo en la oscuridad. Los guardianes que vigilan al muerto tiemblan de miedo. Parecen muertos mientras quien estaba muerto recupera la vida. También en nosotros se encuentran estos guardianes de la muerte, guardianes que vigilan que nada cambie, que permanezcamos siempre igual. Pero cuando el Ángel irrumpe en nuestro "mundo de sepulcros", entonces los guardias caen impotentes y ya no pueden impedir que evolucionemos.
Este Ángel es tan poderoso que logra que nuestras tumbas de resignaciones y desilusiones se rompan. No nos deja dormir tranquilos. Nos despierta, quiere que cada uno de nosotros resucite para así liberarnos. Hay muchas personas que prefieren seguir durmiendo en sus tumbas, se quejan, pero temen salir de ellas. Porque entonces deberían entregarse a la vida y podrían salir lastimados. Necesitan de un Ángel que los sacuda y despierte para que puedan salir de sus propias tumbas. El Ángel provoca miedo, pero les dice a las mujeres que no deben temerle. Les muestra que el sepulcro está vacío, que Jesús ha resucitado. Ya no lo encuentran en la tumba ni en el pasado. Sólo lo podrán ver en Galilea, no en la ciudad sagrada de Jerusalén sino en esa zona abandonada, donde conviven judíos y paganos. Allí donde vivimos, en la banalidad de nuestra vida cotidiana, donde se mezcla lo moral y lo inmoral, la cercanía y lejanía de Dios, lo extraño y lo conocido, allí donde nos despreciamos a nosotros mismos, allí podremos ver al Resucitado.
En medio del caos de esta vida experimentaremos la resurrección. En medio de nuestra desvalorización, renaceremos. El Ángel manda a las mujeres a que comuniquen la noticia. Ellas sólo querían ver la tumba de Jesús, ser espectadoras y de pronto reciben una tarea. Deben convencer a los apóstoles de que la vida ha triunfado sobre la muerte, de que el amor es más fuerte que el odio, de que la tumba fue abierta. Las mujeres abandonan el sepulcro llenas de alegría pero a la vez de temor, un Ángel les anunció la Resurrección de Dios, las hizo testigos de ella y a la vez las convirtió en Ángeles, en mensajeros de la Resurrección para otros.
Esta es seguramente la mayor influencia que puede tener un Ángel en nuestras vidas, lograr liberarnos de las piedras que nos bloquean. Es más sencillo permanecer tirados y delegar las responsabilidades en otros. Es más cómodo sentirse víctima que ser responsable por uno mismo. El Ángel que nos acompaña nos impide permanecer en el papel de víctima. Nos conecta con nuestras propias fuerzas. No sólo se encuentra en el exterior sino también en nuestro interior.
A veces necesitamos a personas que son como Ángeles, que nos dan valor para levantarnos y luchar. Pero resucitar, debemos hacerlo nosotros mismos.
Ya los niños conocen las tumbas. ¿Quién no ha enterrado de niño un pájaro y le ha colocado una cruz encima? Aparentemente sentimos que todo lo muerto debe enterrarse. Sólo así puede transformarse y resucitar. Debemos enterrar lo viejo, no podemos arrastrarlo en nuestras vidas siempre. Pero algunos niños se sienten ellos mismos como enterrados en una tumba. No pueden vivir, el ambiente terrible que los rodea no los deja respirar ni florecer.
A veces no podemos comunicamos con algunos chicos, pareciera como si una gran piedra los separara de la realidad. Los padres se preocupan mucho cuando su hijo se encierra en su tumba, no saben si un Ángel los salvará.
Esta historia del Evangelio según Mateo nos quiere hacer confiar en que la situación de estar enterrado tanto para un niño como para un adulto no es permanente. Que en el momento en que todo es oscuro, triste y deprimente, un Ángel aparecerá y comenzaremos a vivir plenamente, sin tumbas que nos limiten. El Ángel puede presentarse como un rayo que ilumina nuestra oscuridad y nos alienta a renacer.
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