SAN AMANDO. ORACIÓN PARA QUE ENEMIGOS Y TRAIDORES NO PUEDAN DAÑARTE


"En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, Yo Amando, miserable y pecador, creo que la bondad divina nos dirige en todas las circunstancias de nuestra vida y misericordiosamente quiere salvarnos. 

Es bien sabido cómo hemos viajado lejos en todas las provincias y entre todas las naciones, por amor de Nuestro Señor Jesucristo, anunciando la palabra de Dios y administrando el bautismo. La bondad divina nos ha rescatado de muchos peligros y nos ha traído hasta el día de hoy. 

ORACIÓN CONTRA ENEMIGOS Y TRAIDORES

San Amando: Amado siervo de Dios,
que con tus buena obras y condescendencia
conseguirte que Él te asistiera en innumerables peligros
siendo protegido de todo peligro y traición
en las más adversas circunstancias:
Ruega e intercede por mí,
para que obtenga su protección
cuando enemigos, acechadores y traidores
quieran hacer de mi su víctima.

Que la infinita bondad de Nuestro Creador
sea el arma que pueda esgrimir ante ellos
y así mismo queden desarmados
de toda intención de maldad y alevosía.

Que yo, protegido bajo Su Santo Manto
vea que todo aquél que desee mi mal
quede desconcertado y huya
como tu lo lograste al enviar
a la serpiente y a tus asesinos
a un lugar recóndito donde arrepentidos
no pudieran hacer mal a nadie.

Se mi protector y guía, amado santo,
guíame con tu amor y fortaleza
para que mi cuerpo y mi alma
queden al servicio de Dios Nuestro Señor
hasta el fin de mis días.

Intercede por mi para que sea
el más fiel y abnegado devoto
cumpliendo la Ley de Dios.

Y que cuando llegue el momento
de mi partida de este mundo
pueda gozar de tu compañía en el Cielo
junto a la Corte Celestial,
y pueda agradecerte todos los favores
que a este siervo de Dios has prestado
en este valle de lágrimas terrenal.

Amén.

Rezar Padre Nuestro, Ave María y Gloria.


SAN AMANDO

Amando, así llamado por su amabilidad, poseía las tres cualidades que hacen a un hombre especial. 

Primero, su compañía fue agradable, recordando lo que dice. Proverbios, 18: "Hay amigos cuya grata compañía los hace más especiales que un hermano". 

Segundo, su conducta era honesta, tan agradable a todos los que lo veían, como está en Ester, capítulo 2. 

Tercero, tenía una hermosa y agradable apariencia, como Saúl y Jonatán, por lo que se dice en 2 reyes, capítulo 1.

Amando, hijo de padres nobles, ingresó a un monasterio a una edad temprana.

Un día, paseando por el monasterio, se encontró con una enorme serpiente, a quien en virtud de la señal de la cruz y la oración, obligó a regresar a su escondite, ordenándole que no saliera más de allí. 

San Amando estuvo quince años junto a la tumba de San Martín, mortificándose con un cilicio y alimentándose solo de agua y pan de cebada. Posteriormente viajó a Roma, donde quería pasar la noche en oración en la iglesia de San Pedro, pero el guardián no lo consistió y le sacó irreverentemente de allí. Habiendo dormido ante la puerta de la iglesia, St. Pedro se le apareció en un sueño y le ordenó que fuera a la Galia para reprender a Dagoberto por sus crímenes, pero el rey, enojado, lo expulsó de su reino

Cuando este rey, que no tenía hijos, obtuvo su deseo gracias a las oraciones dirigidas a Dios, se preguntó quién bautizaría al niño, y se acordó de Amando. Buscaron a Amando, lo llevaron a la presencia del rey, que cayó a sus pies, le rogó que lo perdonara y que bautizara al hijo que el Señor le había dado. En cuanto a la primera petición de perdón, Amando accedió, pero en cuanto a la segunda no lo hizo, por temor participar en asuntos seculares. Finalmente cedió a la petición del rey, y como en el momento del bautismo cuando hay que decir Amén nadie hizo, fue el mismo niño quien lo hizo. 

Después de eso, el rey lo nombró Obispo. Sin embargo, viendo que la mayoría de los habitantes de la ciudad despreciaban su predicación, se fue a Vasconia. Allí, un bufón que se burló de sus palabras fue poseído por el demonio y comenzó a desgarrarse con los dientes. Poco después de haber confesado que había injuriado al hombre de Dios, murió miserablemente.

Una vez un obispo mandó guardar el agua en que Amando se había lavado las manos, y algún tiempo después ella brindó la curación de un ciego. Otra vez, Amando quiso construir un monasterio, y obtuvo el acuerdo del rey, pero no la del obispo del pueblo vecino, que envió unos sirvientes para matarlo o expulsarlo. Estos le dijeron a Amando que los acompañara y que le mostrarían un lugar adecuado para erigir el monasterio. A pesar de presentir su mala intención, los siguió hasta la cumbre del monte donde querían matarlo, porque deseaba mucho el martirio. Pero he aquí,  que la montaña estaba envuelta por una lluvia tan abundante y una tormenta tan fuerte que no podían verse. Pensando que iban a morir, se postraron pidiendo perdón, rogándole que los dejara ir con vida. Luego ofreció una oración ferviente y el clima se volvió sereno.

Los verdugos volvieron a casa, San Amando escapó de la muerte y luego efectuó muchos más milagros, hasta que descansó en paz alrededor del año del Señor 653, en tiempo de Heraclio.

Sus últimas palabras cuando ya presentía su muerte:

"Ahora, con un cuerpo agotado por largos trabajos y largas fatigas, llegados a una vejez extrema, teniendo sólo un resto de vida, esperamos que nuestra partida de este mundo esté cerca. Ya que Dios se ha dignado traernos a esta humilde morada llamada Elnon, y que con la ayuda de la munificencia real hemos podido edificar con nuestro propio trabajo, rogamos y conjuramos, en presencia del Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, ningún obispo, abad o laico se oponga, si Dios ha decidido que yo deje aquí el mundo, que mi débil cuerpo descanse en este monasterio entre los hermanos a quienes ya hemos recomendado el cuidado de nuestro cuerpo y alma.  

Y si acontece que la muerte me sorprende en un viaje o en cualquier otro lugar, que el abad y los hermanos de Elnon tienen derecho a reclamar y traer mi cuerpo enclenque a su monasterio”.


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