EL ÁNGEL QUE NOS LIBERA DE LOS MIEDOS, LÍMITES, Y BLOQUEOS


En los Hechos de los Apóstoles Lucas nos narra la liberación milagrosa de la prisión de Pedro por medio de un Ángel. 

Herodes había enviado a Pedro a prisión. 

"La noche en que Herodes se lo iba a llevar, Pedro estaba durmiendo entre los soldados atado con dos cadenas. También había ante la puerta unos guardias que custodiaban la cárcel. De pronto se presentó el Ángel del Señor y la celda se llenó de luz. El Ángel lo golpeó en un costado y lo despertó diciéndole: "Levántate aprisa". Entonces, cayeron las cadenas de sus manos. Le dijo el Ángel: "Ponte las sandalias y el manto y sígueme". 

Y salió siguiéndolo sin darse cuenta de que era realidad lo que sucedía gracias al Ángel, le parecía que era una visión. Pasaron la primera y la segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. Esta se abrió sola. Salieron y anduvieron hasta el final de una calle. De pronto el Ángel desapareció." (Hch. 12,6-10). 

Muchos se sienten como Pedro encerrados en una cárcel, custodiados por soldados. Pedro no parece tener ninguna oportunidad. La cárcel pueden ser nuestros miedos que nos han atado, encarcelado. Puede ser también una relación muy absorbente o nuestros propios límites. Uno tiene la impresión de que no puede salir de sí mismo, estamos encerrados en nosotros mismos, en nuestras pasiones llenos de bloqueos e impedimentos. 

A la derecha y a la izquierda hay dos soldados que representan la Ley. A menudo es custodiada nuestra cárcel interior por los representantes de nuestro súper-yo, que nos empuja a hacer cosas que no queremos y a sentimos culpables por todo. Los soldados nos castigan inmediatamente si hemos contradicho las reglas del súper-yo. 

Pedro debe incluso dormir junto a estos soldados. El súper-yo puede volverse una instancia de control que nos persigue incluso hasta en los sueños. Frente a cualquier acción, nos juzga. Muchas personas se sienten en sus calabozos igual que Pedro. Creen que no tienen ninguna salida, necesitan entonces de un Ángel que se presente por la noche y los libere de las cadenas, para que los despierte y los encamine hacia la libertad. Pero el propio prisionero es quien debe levantarse solo. Sólo cuando se es activo, pueden caer las cadenas. 

El Ángel da además otras órdenes: 

"Vístete y ponte las sandalias. Sígueme." 

Quien se siente carcelero de sus propios miedos, pasiones o depresiones debe juntar él mismo fuerzas, debe abrocharse el cinturón y ponerse las sandalias. El cinturón simboliza la disposición de hacer aquello que podemos hacer. Las sandalias y el abrigo simbolizan la disposición a ponerse en marcha y seguir al Ángel. Mientras tras el Ángel vaya delante de nosotros, ningún arma puede dañarnos. 

Los custodias del súper-yo no tienen poder frente al Ángel cuando él nos acompaña. 

Las voces del súper-yo callan y el Ángel nos lleva la libertad, la vida, la ciudad. 

Tal vez se nos aparece el Ángel en medio de un sueño. Pedro casi no puede distinguir si se trata de un sueño o la realidad. El sueño se hace realidad y realmente ha podido salir de la cárcel. 

Cuando un Ángel se nos presenta, a menudo no sabemos si es realidad o sueño. Pero también el sueño es una realidad que tiene influencia sobre la realidad exterior. 

Si en sueños nos liberamos de nuestras cadenas, seremos también en la vida real más libres. Lo que sucede en el inconsciente influye sobre la conciencia. Si soñamos que perdemos a nuestros perseguidores, estamos en la realidad un paso más cerca en el camino a nuestra libertad y realización.



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