El P. La Colombiére fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.
NOVENA EN SU HONOR
DÍA PRIMERO
MÁXIMA DEL SANTO: «Dios está en medio de nosotros y parece que no le reconocemos. Está en nuestros hermanos y quiere ser servido en ellos, amado y honrado, y nos recompensará más por esto que si le sirviésemos a Él en persona. Que cada uno considere en su hermano a Jesucristo».
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh Señor Jesucristo, que os habéis dignado hacer del bienaventurado Claudio el servidor fiel y el amigo de vuestro Sagrado Corazón, acordadnos por su intercesión, que seamos revestidos con las virtudes e inflamados con los sentimientos de vuestro Corazón. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos.
Amén.
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
DÍA SEGUNDO
MÁXIMA DEL SANTO: «La predicación es inútil sin la gracia, y la gracia no se obtiene sino por la oración. Si hay tan pocas conversiones entre los cristianos es porque hay pocas personas que oren, aunque hay muchas que predican».
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria. La Oración se dirá todos los días.
DÍA TERCERO
MÁXIMA DEL SANTO: «No tengo alegría semejante a la que experimento, cuando descubro en mi alguna nueva flaqueza, que se me había ocultado hasta entonces. Creo firmemente y siento gran placer al creerlo, que Dios conduce a los que se abandonan a su dirección y que se cuida aun de sus cosas más pequeñas».
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria. La Oración se dirá todos los días.
DÍA CUARTO
MÁXIMA DEL SANTO: «En reparación de tantos ultrajes y de tan crueles ingratitudes, adorable y amable Corazón de Jesús, y para evitaren cuanto de mi dependa el caer en semejante desgracia, yo os ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz; yo me entrego enteramente a Vos».
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria. La Oración se dirá todos los días.
DÍA QUINTO
MÁXIMA DEL SANTO: «No quiero temer ya ni las ilusiones, ni los artificios del demonio, ni mi propia debilidad, ni mis indiscreciones, ni aun siquiera mi desconfianza; porque Vos debéis ser mi fortaleza en todas mis cruces, y me prometisteis serio a proporción de mi confianza. “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Filipenses 4,13). Vos en todas partes estáis en mí y yo en Vos; luego en cualquier parte que me encuentre, ante cualquier peligro, cualquier enemigo que me amenace, tengo mi fuerza conmigo».
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria. La Oración se dirá todos los días.
DÍA SEXTO
MÁXIMA DEL SANTO: «Lo cierto es que, de todas las confianzas, la que más honra al Señor es la de un pecador insigne que está tan persuadido de la misericordia infinita de Dios, que todos sus pecados le parezcan como un átomo en presencia de esa misericordia».
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria. La Oración se dirá todos los días.
DÍA SÉPTIMO
MÁXIMA DEL SANTO: «No dude de que Dios le ha de dar por si, o por ese confesor, todo lo que le sea necesario, ni de que nunca dejará perecer un alma que preferiría morir antes que desagradarle. Es una gran injuria a su Señor, que soporta, conserva y colma de bienes a sus mayores enemigos; piense si querrá perder a los que no sueñan sino en servirle».
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria. La Oración se dirá todos los días.
DÍA OCTAVO
MÁXIMA DEL SANTO: «Teme usted que Dios le mande pruebas que no pueda soportar; es un pensamiento que le pasa por la imaginación, porque si creyera que así lo siente no le perdonaría esa desconfianza y el ultraje que haría a la sabiduría y a la bondad de nuestro Señor. No llega a entender todavía que es El principalmente quien lo hace todo en nosotros, excepto los pecados, y que no debemos considerar ni nuestras faltas ni nuestra debilidad, sino esperarlo todo de Él».
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria. La Oración se dirá todos los días.
DÍA NOVENO
MÁXIMA DEL SANTO: «Este Corazón se encuentra aún, en cuanto es posible, en los mismos sentimientos y, sobre todo, siempre abrasado de amor para con los hombres; siempre sensible a nuestros males; siempre apremiado del deseo de hacernos participantes de sus tesoros y de dársenos a sí mismo; siempre dispuesto a recibirnos y a servirnos de asilo, mansión, de paraíso, ya en esta vida. A cambio de todo no encuentra en el corazón de los hombres más que dureza, olvido, desprecio, ingratitud. Ama y no es amado y ni siquiera es conocido su amor; porque no se dignan los hombres recibir los dones por los que quiere atestiguarlo, ni escuchar las amables e íntimas manifestaciones que quiere hacer a nuestro corazón».
Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria. La Oración se dirá todos los días.
Claudio La Colombière, tercer hijo del notario Beltrán La Colombière y Margarita Coindat, nació el 2 de febrero de 1641 en St. Symphorien, Delfinado. Trasladada su familia a Vienne, recibió la primera educación escolar, que después completó en Lyón con el estudio de la Retórica y la Filosofía. En este último período precisamente se sintió llamado a la vida religiosa.
En uno de sus escritos, nos ha dejado esta confesión: «Sentía enorme aversión a la vida que abrazaba". Resulta fácil comprender esta afirmación en la vida de San Claudio, cuya naturaleza, muy sensible a las relaciones familiares y de amistad, era también harto inclinada a la literatura y al arte, y a cuanto hay de más digno en la vida de sociedad; pero no era hombre que se dejase guiar del sentimiento y decididamente ingresó en la Compañía de Jesús.
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