San Spiridon, obispo de Trimythous, también escrito a veces como San Spiridon (~ 270–348) es un santo honrado tanto en las tradiciones cristianas orientales como occidentales. Spyridon es el santo patrón de los alfareros (por el milagro del tiesto) y de la isla de Corfú donde se le llama: “Αγιος Σπυρίδων ο πολιούχος,” (San Spyridon, el guardián de la ciudad) por el milagro de expulsar la plaga de la isla.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
Os suplicamos, Señor, que preparéis con vuestras inspiraciones y sostengáis con vuestros ausilios nuestras obras, para que todo cuanto os pidiéremos y practicáremos, de vos tenga siempre principio, y por vos tenga también un venturoso fin: por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA PRIMERO ORACIÓN
Venerado Santo mío Espiridión, son tantas mis iniquidades que ya llegan a ser innumerables. Volved, pues, os ruego, vuestros ojos compasivos hacia mis miserias. Alcanzadme del Señor luz para conocer mi gran ceguedad, y fervor para castigar mis graves culpas. Santo mío, yo me pongo en vuestras manos: os elijo por Padre, recibidme por hijo, y como a tal alcanzadme del piadosísimo Jesús que si ahora soy reo de muerte eterna, por vuestras súplicas me convierta a penitencia, para llegar por este medio a ser heredero de la bienaventuranza.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
DÍA SEGUNDO ORACIÓN
Cuanto más medito en vuestra vida, oh Santo mío, tanto más admiro vuestras grandes virtudes, y me avergüenzo al reconocer en mí un abismo de miserias. ¿Y qué, será posible que yo os ame y me precie de ser vuestro devoto, y no quiera imitar vuestros ejemplos? ¡Ah, amado Padre mío! Ya que hasta aquí no he sabido aprovecharme de los favores y de las luces que Dios me ha concedido, dignaos, por compasión, alcanzarme nuevas y abundantes gracias, para que yo no resista ya más a las inspiraciones divinas. He nacido para Dios; haced, pues, con vuestra intercesión que sujetándome desde hoy a sus adorables disposiciones, obre siempre con el fin de agradarle, y le consagre mi corazón amándolo en todo tiempo, en todo lugar y en cualquiera circunstancia en que se dignare ponerme, para poder amarlo después con vos en el Cielo por toda la eternidad.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
DÍA TERCERO ORACIÓN
Amabilísimo Santo mío, ¿cuándo tendré la dicha de que este mi corazón de piedra se convierta en un corazón de carne? Ah, dulce Padre y protector mío, si viviendo en este mundo fuisteis tan amoroso y tan afable, mucho más debéis mostrar vuestra caridad y dulzura ahora que estáis en el Cielo; pues si aquí gustasteis gota a gota de la caridad divina, allá la gozáis toda en su misma fuente. Alcanzadme, pues, que mi corazón se haga todo para todos, de suerte que a todos ame yo en Jesucristo. Ya os he escogido por Padre; justo es por lo mismo que os imito como hijo, para gloria de aquel buen Dios que os escogió, y a quien sean dudas continuas alabanzas por toda la eternidad.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
DÍA CUARTO ORACIÓN
Oh Santo abogado mío: ¿cómo podré decir que deseo amaros y ser vuestro devoto, cuando en nada procuro imitar vuestra santísima vida? Vos fuisteis todo para todos, procurando con el mayor empeño ser útil a vuestros prójimos, y yo ¿qué hago por ellos? Nada cuido del bien ajeno; pero lo que es peor, tampoco hago caso del propio. Haced, pues, oh Santo Espiridión, que procure la salvación eterna de los demás, y que con el mayor fervor desee y procure la mía. Los años pasan, y no me acabo de resolver a mudar de vida. Compadeceos de mí, y socorred mi lastimosa necesidad. Alcanzadme de Jesús, como protector mío, un poderoso auxilio que me haga romper de una vez todas mis cadenas, para que comienze ya a amar a aquel Dios, que merece solamente todo mi amor.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
DÍA QUINTO ORACIÓN
¡Oh santo protector mío Espiridión! Bien sabéis que soy merecedor del Infierno, y que si no estoy penando en sus llamas eternas no ha quedado por mí, que bastante he buscado con mis pecados cómo precipitarme en ellas para siempre, sino solamente por la infinita misericordia de Dios, que se ha dignado detenerme. Lo conozco, lo confieso, y sin embargo estoy tan lleno de soberbia, que además de complacerme vanamente de mí mismo, no sé sufrir una leve injuria, una palabra dicha contra mí. ¡Oh amado Santo mío, que en vida fuiste tan humilde!, rogad por mí, para que me reconozca a mí mismo, y me resigne a tolerar de buena voluntad cualquier agravio, acordándome de que tantas veces he merecido el Infierno. ¡Oh Santo humildísimo, interponed por mí vuestras súplicas ante el trono divino; pues estoy cierto de que a tan poderoso intercesor como vo , no ha de negar cos a alguna aquel Dios a quen amasteis tanto en vida, y a quien amáis ahora tan ardientemente en la feliz eternidad.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
DÍA SEXTO ORACIÓN
¡Oh Santo protector mío Espiridión! ¡Cuándo llegará el día en que desprenda mi corazón y mi afecto de los bienes de esta vida miserable! ¿Es posible que siempre he de pensar en la tierra, habiendo sido creado para el Cielo? Amable Santo mío, a vos recurro implorando vuestra protección: alcanzadme con vuestra intercesión poderosa toda la gracia que necesito, de aquel Dios a quien amais, y de quien sois amado: alcanzadme que aborrezca todo lo mundano y terreno, y que solo aspire a consiguir el Cielo. Allá se dirijan desde hoy todos mis pensamientos y todos mis deseos, y allá ponga en fin todo mi corazón. Amorosísimo Santo mío, dignaos escuchar mis súplicas por el amor que teneis a las almas, y por amor de aquel Dios, de quien gozáis y gozareis dichosamente por toda la eternidad.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
DÍA SÉPTIMO ORACIÓN
¡Oh Santo protector mío Espiridión! ¡Cuándo llegará el día en que desprenda mi corazón y mi afecto de los bienes de esta vida miserable! ¿Es posible que siempre he de pensar en la tierra, habiendo sido creado para el Cielo? Amable Santo mío, a vos recurro implorando vuestra protección: alcanzadme con vuestra intercesión poderosa toda la gracia que necesito, de aquel Dios a quien amais, y de quien sois amado: alcanzadme que aborrezca todo lo mundano y terreno, y que solo aspire a consiguir el Cielo. Allá se dirijan desde hoy todos mis pensamientos y todos mis deseos, y allá ponga en fin todo mi corazón. Amorosísimo Santo mío, dignaos escuchar mis súplicas por el amor que teneis a las almas, y por amor de aquel Dios, de quien gozáis y gozareis dichosamente por toda la eternidad.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
DÍA OCTAVO ORACIÓN
¡Oh gloriosísimo San Espiridión, que inflamado del celo por la gloria divina, no mirasteis a respetos humanos ni a peligro alguno por destruir los ídolos y las herejías! No tengáis a mal que os represente que si queréis, ahora mismo se os ofrece ocasión de ejercitar vuestro ardiente celo. Aquí tenéis a mi corazón hecho un altar sacrílego, en donde reciben adoración de mí tantos ídolos cuantos son los placeres, las riquezas y los honores que amo con tanto empeño. Ea, Santo mío, destruidlos con vuestra poderosa intercesión, para que llegue a conocer mi grande error en preferir a los bienes eternos unos bienes perecederos y momentáneos. Padre santísimo, si tanto hicisteis en vida por la gloria de Dios, cuando aún no participábais perfectamente de su divino amor, ¿cómo no lo habéis de hacer ahora que con tanta plenitud gozáis de él en su misma fuente? Por tanto, en vos confío, en vos pongo todas mis esperanzas: haced por vuestra grande caridad que no queden frustradas.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
DÍA NOVENO ORACIÓN
¡Oh Santo protector mío Espiridión! Vos supisteis por revelación la dichosa muerte que se acercaba ya a poner fin a vuestros días. A vos se concedió el ver a los ángeles que habían descendido del Cielo para conduciros a la gloria; y cortejado así por aquellos bienaventurados espíritus entrasteis al gozo del Señor. Gozad pues, enhorabuena, de vuestro Dios, por cuya fe padecisteis tormentos, por cuya gloria tanto trabajasteis en bien de las almas. Yo me congratulo con vos para vuestra felicidad, y me regocijo de corazon por vuestra paz y alegría sempiterna. Quisiera añadir nuevas coronas a las vuestras, y hacer que vos solo participarais tanto del amor divino, cuanto gozan juntos todos los serafines del Paraíso. ¡Oh dulce protector mío! Si no merezco que me anuncies cuándo se acerque la hora de mi muerte, hacedme al menos digno de vuestra asistencia en aquel terrible lance. No os olvidéis de mí, venid a socorrerme en aquel último combate, para que así auxiliado de vos pase de esta vida temporal a la eterna, en donde tenga la dicha inexplicable de veros y acompañaros a cantar para siempre las divinas misericordias.
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
RESPONSORIO
Fieles almas, que portentos
Buscáis, y dones del cielo,
Corred prontas al Carmelo,
Invocando a Espiridión,
Nuevo Elías, nuevo Eliseo,
Las congojas él destierra,
Fuego y aire, mar y tierra,
Domina en toda ocasion.
Los dolores de cabeza
Cura, en los ídolos manda,
Los duros pechos ablanda,
Las almas convierte a Dios:
Óyenlo, aunque se enfurecen
Los demonios infernales,
La muerte, el error, los males,
Todos escuchan su voz.
Su santo cuerpo incorrupto,
De los tiempos al abrigo,
Corfú guarda, fiel testigo
De su gloria y su poder:
En la tumba profetiza,
Por cumplir vuestro deseo,
Nuevo Elías, nuevo Eliseo,
Aún difunto viene a ser.
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo,
Repitiendo en este canto
Ahora y en la eternidad.
ORACIÓN
Oh Dios, que nos colmas de alegría en la intercesión
y merecimientos de tu Confesor y Pontífice San Espiridión: concédenos benigno, que consigamos de tu liberal gracia
los favores que te pedimos por su mediación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu Santo.
Amén.
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