CRISTO EL POBRE. NOVENA PARA ALCANZAR EL LOGRO DE TUS DESEOS


ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS

Divino Jesús mío, que, bajo el humilde título de Pobre, te ofreces a nuestra contemplación, con el objeto de inspirarnos amor a la pobreza, a la humildad y a la paciencia, virtudes todas retratadas en tu Santísimo Rostro que vengo a contemplar postrado aquí a tus pies, quiero rendirte los homenajes de amor y de tierna devoción que tu Sagrada Imagen me sugiere. ¡Oh Bendito Jesús! Después que estás sujeto a la veneración de tus hijos, a cuantos pobres has socorrido, a cuantos necesitados has dispensado gracias a todas clases. Yo también imploro tus misericordias, pobre, necesitado y pecador como soy. No me rechaces, Padre Amoroso; no me dejes ir desconsolado. Tú conoces mis miserias, y sabes cuánto deseo la enmienda; pero me falta la fuerza. Nadie puede dármela sino Tú, que eres la fortaleza de mi alma. Concédemela, Señor Pobre, y, sin tener en cuenta mi indignidad, otórgame también las gracias temporales que te pido en esta novena y que deseo alcanzar para alabarte y engrandecer tu nombre toda mi vida. María, mi madre y mi esperanza, intercede a favor mío. Amén.

DÍA PRIMERO
ORACIÓN

¡Oh Jesús mío, tu que, siendo Rey desde toda la eternidad, infinitamente rico y poderoso, quisiste venir al mundo para enseñarnos la práctica de la pobreza, naciendo pobre en un pesebre, viviendo pobre en Nazareth y muriendo desnudo en una cruz, compadécete de nosotros! Despierta, Señor nuestro corazón adormecido, hazle comprender que la verdadera dicha consiste en amar tus máximas y ponerlas en práctica. A tus pies, Señor Pobre, renunciamos a nuestros gustos de hombre viejo, nos despojamos de todo, con verdadero deseo de imitarte en tu santa pobreza. Bendice nuestras resoluciones, y danos tu gracia para seguirte en el camino que nos has trazado, concediéndonos además la gracia que en esta novena pedimos. María, Madre amorosa, intercede con tu Divino Hijo en favor nuestro, y pídele que escuche benignamente nuestra petición. Amén.


DÍA SEGUNDO
ORACIÓN

¡Oh Dios mío, comprendo que, sin un socorro especial de tu gracia, jamás podré adquirir esa mansedumbre inefable que me recomiendas con tus palabras y que inspira tu piadosa imagen, bajo el título del Señor Pobre! ¡Cuánto tengo de que avergonzarme en esta materia: impaciencias, movimiento de cólera, ¡palabras hirientes, agitaciones interiores, propósitos quebrantados! Pero, por muchas que sean mis faltas, vuelvo hoy a Ti haciendo una firme resolución de corregirme en lo sucesivo. María, dulcísima Madre mía, has que tenga la victoria, para que tú misma con Jesús seas mi recompensa. Amén.

DÍA TERCERO
ORACIÓN

Concédeme, oh Dios mío, el don de lágrimas. Da a los demás la ciencia, el poder, la riqueza, la prosperidad; para mí lo que te pido es poder llorar, sino con lágrimas de los ojos, con lágrimas del corazón, mis innumerables pecados. Me uno a ti mismo, adorable Salvador, cuando abrumado de pena y de amargura, decías que tu alma estaba triste hasta la muerte. La expresión misma de tu Sagrado Rostro ante el cual estoy postrado, ¿qué es sino el reflejo de la tristeza que inunda su espíritu? Abre mis ojos, abre mi corazón a las lágrimas que dan la salvación, y que ellas corran abundantes hasta la muerte. María, consuelo y esperanza mía, ruega a Jesús por mí. Amén.

DÍA CUARTO
ORACIÓN

Amantísimo Jesús, principio y fin de todas las cosas, ¡cómo es posible que mi alma destinada para amarte y servirte, se haya dejado arrastrar indignamente hacia los bienes perecederos de este mundo, deseando y buscando lo que tan lejos está de satisfacerla! Hoy, iluminado con tan divina gracia, vengo, ante tu Santa imagen, a pedirte perdón y a rogarte que cambies mi corazón, haciéndolo insensible a las cosas exteriores que no dejan sino inquietud y vacío. Llénalo en cambio, de deseos sobrenaturales y de esa hambre y sed de justicia que solo Tú puedes saciar. Virgen Santísima, ayúdame con tu maternal protección. Amén.

DÍA QUINTO
ORACIÓN

Dios infinitamente bueno y Padre de la misericordia por excelencia, que no te cansas de perdonar, sino que con los brazos abiertos recibes a tus hijos ingratos, heme aquí a tus pies, implorando tu piedad. Yo me propongo perdonar a mis hermanos sus injurias, y darles cuando estén necesitados, para que Tú también me des y me perdones. Tu advocación de Señor Pobre me alienta sobre manera, pues si lo fuiste en los bienes materiales, en cambio eres rico e infinito en todas tus perfecciones, especialmente en la misericordia con que tratas a los pecadores. Úsala también conmigo para que en el gran día del Juicio pueda yo gustar sus efectos y alabarte por ellas eternamente. María, Madre de misericordia, pide por mí a tu Divino Hijo. Amén.

DÍA SEXTO
ORACIÓN

¡Bendito y adorado seas para siempre, oh Jesús mío, por haber querido servirnos de ejemplo vivo de la virtud de las virtudes, de esa virtud que nos asemeja a los Ángeles, y que se llama la pureza! ¡Cuántos encantos tiene para los que te aman y desean agradarte! Pero también cuántos peligros de empañarla, y hasta de perderla, nos rodean sin cesar. ¡El mundo, las pasiones, las tentaciones, todo conspira contra nosotros; tu gracia solamente combate con nosotros! Hoy vengo a encomendarte, Señor Pobre y Dios de toda Santidad, la pureza de mi alma y de mi cuerpo. No permitas que lo que es templo del Espíritu Santo, se convierta jamás en morada del enemigo de mi salvación. Yo me propongo luchar sin descanso, huyendo de las ocasiones, mortificando mis sentidos y frecuentando los Sacramentos para no perder esta joya inestimable. María Inmaculada y reina purísima, yo te pido de una manera especial ser tu imitador en esta virtud, que fue para ti la predilecta, pues por conservarla, lo habrías sacrificado todo. Conserva mi corazón puro, para que después de esta vida merezca yo el premio de la visión beatífica. Amén.

DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN

Aquí me tienes ¡Oh Señor Pobre! Hoy vengo a pedirte un don inestimable, y que mi alma anhela poseer: la paz del corazón. Mucho tiempo la he buscado vanamente en las criaturas; pero, reconozco que me he equivocado. Es a ti, oh Dios de paz, a quién he debido dirigirme. Tú eres el único que puedes dar la tranquilidad y el sosiego que apetece mi espíritu. Tú viniste a dar la paz al mundo agitado por el infierno y las pasiones; y la dejaste como herencia, antes de volver a tu Padre. Yo quiero adquirirla y conservarla, cueste lo que cueste, pues no hay dicha comparable a la de ser llamado hijo tuyo. María mansísima paloma, mensajera de la paz, infúndela en mi corazón como prenda segura de mi predestinación. Amén.

DÍA OCTAVO
ORACIÓN

¡Cuán dulce, Jesús mío, es tenerte por Maestro y Señor! Las mismas espinas, las mismas cruces de las tribulaciones y de los sufrimientos, ni me punzan, ni me pesan, antes bien se convierten en amables instrumentos para probarte mi adhesión y mi amor. Tú, oh Señor Pobre, que llevaste con tanta injusticia como generosidad el enorme peso de la cruz, ¿qué menos puedo hacer yo que cargar gustosísimo la que me tienes destinada? Aquí me presento, pues, para decirte que quiero ser desde hoy tu verdadero discípulo, tomar mi cruz y seguirte. María, sed mi fortaleza y mi socorro, para que yo lleve con alegría las cruces de esta vida. Amén.

DÍA NOVENO
ORACIÓN

Jesús y Dios mío, que has dicho: “Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis”, aquí me tienes, apoyado en tus divinas palabras pidiendo y buscando lo que tanto necesito para la vida espiritual y la temporal. Tú sabes, oh Padre amoroso, mejor que yo, lo que me falta; conoces mis necesidades y mis deseos, te suplico que los remedies y satisfagas. Si en mis peticiones hay algo torcido, dígnate, oh mi Dios, enderezarlas. Tú todo lo puedes. Si me falta la fe, la confianza, la perseverancia, suple tú a ellas. María, mi Madre y mi Perpetuo Socorro, ayúdame con tus poderosos ruegos a alcanzar de Dios el logro de mis deseos. Amén.

LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

La Exaltación de la Santa Cruz es llamado así porque en este día se exaltaba especialmente la fe y la Santa Cruz. Antes de la pasión de Cristo la cruz fue vulgar, porque estaba hecha de madera común e infructuosa, plantada en el monte Calvario donde nada daba fruto; era innoble, por estar destinada al tormento de los ladrones; era tenebrosa, por ser fea y sin ningún adorno; era mortífera, porque los hombres eran puestos en ella para morir; era fétida, por estar en ella los cadáveres. 

Despues de La pasión, fue exaltada de diversas maneras, yendo de lo vulgar a lo precioso, como dice André: "Salve, preciosa Cruz, etc." 

Pasé de infructuoso a fructífero, como anuncia el Cantar de los Cantares 7: "Subiré a la palmera y recogeré sus frutos" 

De innoble a sublime, como dice Agustín: "La cruz que fue instrumento de tortura para los ladrones pasó a la frente de los emperadores" 

De la oscuridad pasó a la luz, como comenta Crisóstomo: "En el Juicio la Cruz y las cicatrices de Cristo serán más brillantes que los rayos del sol" 

De la muerte vino a la vida eterna, de ahí que se cante: "Lo que antes conducía a la muerte, ahora es fuente de vida" 

De un hedor a un olor dulce, como dice el Cantar de los Cantares: "Mientras el rey estaba acostado, el nardo (es decir, la Santa Cruz) exhaló tu olor"

La Iglesia celebra solemnemente la Exaltación de la Santa Cruz
porque gracias a ella la fe fue grandemente exaltada. 

En el año del Señor 615, el Señor permitió que su pueblo fuera azotado por la violencia del pagano. Khoroese, rey de los persas, puso a todos los pueblos de la Tierra bajo su poder y al llegar a Jerusalén, retrocedió aterrorizado ante la tumba del Señor, pero tomó una parte de la Santa Cruz que Santa Elena había dejado allí. 

Queriendo que todos lo adoraran como un dios, Khoroese construyó una torre de oro, plata y piedras preciosas, y en ella colocó imágenes del sol, la luna y las estrellas. Por medios sutiles y ocultos, como si fuera Dios, haría caer agua desde lo alto de la torre mientras en el subsuelo carros que corrían en círculo simulaban truenos y daban la impresión de que la torre se movía.

Le dio el reino a su hijo para que habitara en ese templo profano, y poniendo la Cruz del Señor a su lado, mandó que todos lo llamaran Dios. Kosroes se sentó en un trono, como el Padre, colocó el madero de la Cruz a su derecha, en el lugar del Hijo, y un gallo a su izquierda en lugar del Espíritu Santo, y les ordenó que lo llamaran Padre. Entonces el emperador Heraclio reunió numeroso ejército y se dirigió al río Danubio para luchar contra el hijo del Kosroes. Finalmente los príncipes decidieron enfrentarse solos sobre el puente, y quien ganara ganaría el imperio del otro sin causar bajas a los ejércitos. También se decidió que a cualquiera que tratara de ayudar a su príncipe le cortarían las piernas y los brazos y luego sería sumergido en el río. 

Heraclio se encomendó a Dios y a la Santa Cruz con toda la devoción que pudo. Ambos se lanzaron a la lucha y el Señor concedió la victoria a Heraclio, quien subyugó al ejército enemigo y sometió a la fe cristiana a todo el pueblo de Kosroes, otorgándoles el santo bautismo.

Kosroese, por su parte, ignoraba el resultado de la guerra, ya que, como era odiado por todos nadie le dijo nada. Al llegar allí y encontrandose en el trono de oro, Heraclio dijo: "Ya que, a tu manera, has honrado el madero de la Santa Cruz, si aceptas el bautismo y la fe en Cristo guardarás la vida y el reino; si vas en contra de eso, te cortaré la cabeza con mi espada"

Como Kosroese no estaba de acuerdo, Heraclio desenvainó su espada y le cortó la garganta. Como había sido rey, Heraclio lo hizo enterrar. 

Junto con Heraclio había encontrado a su hijo de diez años, a quien había bautizado, y cuando lo había sacado de la fuente sagrada, le había dado el reino paterno.

Heraclio destruyó la torre y distribuyó la plata como botín a sus Ejército. El oro y las piedras preciosas fueron reservados para la reconstrucción de iglesias que el tirano había destruido. Luego tomó la Santa Cruz y se la llevó a Jerusalén. Descendiendo del Monte de los Olivos, Heraclio montó su caballo real y ataviado con vestiduras imperiales, quiso entrar en la ciudad por la puerta que lo hizo el Señor en el momento de la Pasión. De repente las piedras de la puerta se derrumbaron y bloquearon como si fuera un muro o una pared. Ante el asombro de todos, un ángel del Señor apareció sobre la puerta con una cruz en la mano y diciendo: "Cuando el Rey del Cielo entró por esta puerta para la Pasión, no lo hizo con vestiduras regias, sino humildemente, sobre un asno, dejando un ejemplo de humildad para sus seguidores".

Así que el ángel partió. Entonces el emperador lloró, se quitó los zapatos, se quitó la ropa hasta quedar vestido con una camisa, tomó la cruz del Señor y humildemente la llevó hasta la puerta. Inmediatamente desaparecií la dureza de las piedras y la puerta volvió a aparecer, dejando libre la entrada.

El olor más dulce que la Santa Cruz había exhalado a través del vasto espacio viajó desde que fue sacada de la torre de Kosroese, en tierra de los persas hasta Jerusalén, volvió en ese tiempo y los rehizo todos con su suavidad admirable. 

El rey devoto dirigió esta alabanza a la Cruz: 

"Oh Cruz más resplandeciente que todas las estrellas, famosa en el mundo, tan bondadosa con los hombres, más santa que nada, la única digna de llevar el valor del mundo! ¡Dulce madera! ¡Dulces claveles! dulce punta de espada! ¡Dulce lanza! ¡Dulce cruz que soportó tanto peso! guarda a los que aqui están bajo su estandarte para alabarla!" 

Así, la preciosa Cruz fue reemplazada y los viejos milagros reaparecieron. Muertos resucitaron, cuatro paralíticos fueron curados, diez leprosos fueron purificados, quince ciegos encontraron de nuevo la luz, los demonios huyeron, muchos se libraron de diversas enfermedades. El emperador restauró las iglesias, las llenó de regalos reales y partió.

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