SAN MARCELINO. ORACIÓN PARA PEDIR EL FIN DE LAS GUERRAS Y LA PAZ EN EL MUNDO



Oh glorioso Papa San Marcelino,
obtén para nosotros la gracia de acoger,
con el corazón abierto, la Palabra que salva:
Jesucristo, el único Salvador del mundo
ayer, hoy y siempre.

Oh glorioso Papa San Marcelino,
ruega por nosotros.

Oh glorioso mártir San Marcelino,
obtén para nosotros la sabiduría del corazón
e, iluminados por el Espíritu Santo, 
permítenos dar testimonio de la Verdad de la fe 
con valentía y amor.

Oh glorioso Mártir San Marcelino,
ruega por nosotros.

Oh glorioso San Marcelino,
tú seguiste a Jesús y testimoniaste tu fidelidad a él
con el don de tu vida: 

Te encomendamos esta la oración 
para obtener del Señor la ayuda necesaria
para que la Paz reine en nuestras vidas.

Que todas las naciones sean protegidas
de la ira y la confusión,
de los intereses económicos propios,
y que recobren los valores humanos
que a día de hoy, tanto se han perdido.

Obtén de Nuestro Señor para nosotros
la sensated y la cordura necesaria
para que su ley reine en nuestros corazones
y nos amemos y respetemos
como hermanos e Hijos de Dios que somos.

No permitas que haya derramamiento de sangre,
luchas y guerras fraticidas,
antes bien, que la paz
se instale en nuestros corazones
y seamos capaces de desear el mal ajeno,
viviendo siempre en Paz y Concordia.

Amén.

SAN MARCELINO

San Marcelino gobernó la Iglesia nueve años y cuatro meses romanos. Fue arrestado por orden de Diocleciano y Maximiano y llevado a sacrificar a los ídolos. No quiso hacerlo, y por lo tanto tuvo que ser sometido a varias torturas, tuvo miedo y echo dos granos de incienso al sacrificio. Esto causó una gran alegría a los infieles e inmensa tristeza a los fieles.

Pero luego sus miembros sanos vencieron sus pensamientos con su vigor debilitado y desdeñó las amenazas de los príncipes. Los fieles dirigieron serias amonestaciones al Sumo Pontífice, quien convocó a un concilio y fue sometido al juicio de los obispos. Estos dijeron:

“El sumo pontífice no puede ser juzgado por nadie, eres tú mismo quien debe considerar tu causa y juzgarla juiciosamente.” Se arrepintió, lloró mucho y se depuso, pero toda la multitud lo reeligió.

Cuando los Césares oyeron esto, lo arrestaron por segunda vez, y como de ninguna manera estaba dispuesto a hacer sacrificios a los dioses, lo hicieron decapitar. Con la ira hostil reavivada, el mes siguiente 17.000 cristianos fueron asesinados. 

Antes de ser decapitado, Marcelino se declaró indigno de recibir cristiana sepultura y excomulgó previamente a todos los que lo hicieran. Así que tu cuerpo llevaba 35 días sin enterrar.

Pasado ese tiempo, el bienaventurado apóstol Pedro se apareció a Marcelo, su sucesor, y le dijo: "Hermano Marcelo, ¿por qué no me entierras?" Y él contestó: "¿No estás ya sepultado?" El apóstol respondió: "Me considero insepulto mientras vea insepulto a Marcelino". Respondió Marcelo: "Pero señor, ¿no sabe usted que anatematizó a todos los que lo hicieran?" Pedro respondió: "Y tú no sabes que está escrito que se humilla será exaltado'? Esto es lo que debe ser respetado. Ve pronto y entiérralo a mis pies.” 

Esta orden se cumplió de inmediato.


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