Oh glorioso mártir San Vidal,
que te uniste en matrimonio con la Santa Mártir Valeria
y fuiste padre de los santos mártires Gervasio y Protasio:
Tu que diste un admirable ejemplo
de virtudes cristianas, como esposo y padre,
vuelve tu mirada propicia sobre nosotros
y sobre todas las familias cristianas,
para que, en medio de los acontecimientos de esta vida,
podamos servir fielmente al Padre celestial
siguiendo el ejemplo de la Familia de Nazaret,
la guía más alta y verdadera
de todos los que aspiran a tu gloria eterna.
Preotege a mi familia, santo mío,
no dejes que el peligro les aceche,
y que sean libres de todo mal.
Que nuestras necesidades esté cubiertas,
y nunca nos falte un trabajo honrado,
digno y satisfactorio, que nos dignifique.
¡Venerado San Vidal, que viendo al doctor Ursicino
vacilar en la fe, lo animaste a una constancia invencible
con las palabras memorables:
"Tú, que has salvado a otros,
ten cuidado de no matarte!"
Obtén para nosotros la gracia
de grabar en nuestras mentes
que los bienes de la tierra de nada valen
si nos distraen del seguimiento de Cristo.
Oh querido San Vidal, que demostraste tanto valor
al profesar tu fe ante los verdugos
en medio de los tormentos más atroces,
obtén para nosotros también una fe tan firme,
una esperanza tan fuerte,
una caridad tan ardiente,
que ni las amenazas de los hombres,
ni las atracciones del mundo y las pasiones
pueden robar la palma
de los que te serán fieles hasta el final.
Ruega por nosotros o glorioso San Vitale.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos.
Oh Dios todopoderoso, que diste al mártir San Vidal
una constancia invencible
en medio de los tormentos del martirio,
transfórmanos con tu poder en verdaderos discípulos
y testigos de Cristo para compartir con él
la gloria del cielo.
Por Cristo nuestro Señor…
Amén.
SAN VIDAL
Vidal significa "vivir de tal [manera]", pues así como vivió exteriormente en las obras, vivió interiormente en su corazón. También Vidal viene de "vida" o de "vivir con alas", esto es decir, dotado de las alas de la virtud. Era como una de las bestias de Dios vistas por Ezequiel y que tenía cuatro alas, la de la esperanza con la que voló al Cielo, la del amor con el que voló a Dios, la del miedo con la que voló al Infierno, la del conocimiento con el que voló dentro de si mismo.
Su martirio, al parecer, se relató en el libro de los santos Gervasio y Protasio.
Vidal, militar consular, tuvo dos hijos de su esposa Valeria, Gervasio y Protasio. Una vez viajaba a Rávena con el juez Paulino, cuando vio a un médico cristiano llamado Ursicino, condenado a ser decapitado después de sufrir numerosas torturas. Al ver que comenzaba a debilitarse, Vidal le gritó: "Cuidado, hermano Ursicino, tú que eres medico y has curado a otros tantas veces, salva tu vida eterna. A través de mucho sufrimiento ya has llegado a la palma del martirio, así que no pierdas la corona que Dios te ha preparado.” A estas palabras Ursicino recobró el valor, y arrepintiéndose de su miedo recibió con alegría el martirio.
San Vidal dispuso que fuera enterrado con honor, y después de eso se negó a seguir acompañando a su jefe Paulino.
Este último se indignó mucho con Vidal, primero por negarse a acompañarlo, luego por impedir que Ursicino sacrificara a los dioses paganos cuando ya estaba a punto de hacerlo, finalmente por mostrarse ostensiblemente cristiano. Luego mandó que lo colgaran del potro.
Vidal dijo: "Tú eres muy tonto pensar en hacerme cambiar de opinión, yo que siempre he alentado la firmeza ajena" Paulino se dirigió a sus verdugos: "Llévenlo a la palmera, y si se niega a sacrificar a los dioses, caven una tumba tan profunda que salga al agua y entiérrenlo allí de espaldas y vivo"
Así lo hicieron y enterraron vivo al beato Vidal. Esto sucedió en tiempos de Nerón, quien comenzó a reinar alrededor del año 52 del Señor.
El sacerdote pagano quien había supervisado el martirio fue poco después poseído por el demonio y permaneció en ese lugar durante siete días gritando como un loco: "No me quemes, San Vidal"
Al séptimo día lo tiró el diablo en un río, donde murió miserablemente.
De regreso en Milán, la esposa de St. Vidal conoció a personas que sacrificado a los ídolos y que le insistían para comer lo que había sido sacrificado, a lo que ella respondió: "Soy cristiana, no puedo comer tus sacrificios".
Al oírla hablar así, la golpearon tan fuerte que los que la acompañaban se la llevaron medio muerta a Milán, donde tres días después emigró felizmente al Señor.
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