LEYENDA DE NUESTRA SEÑORA DEL ESPINO


Eran tiempos de la invasión musulmana que habían conquistado algunas de las ciudades más importantes de nuestra península.

Los seguidores de Mahoma se habían adueñado de parte de España, a la que imponían sus leyes y costumbres de las que no podría librarse hasta pasados ocho siglos.


Iglesias y templos donde se rendía culto al Hijo de Dios, al Redentor de los hombres, eran profanados por los invasores sectarios del Corán, y donde antes se veneraba a la Virgen María, ahora se suplicaba el favor del falso Profeta.

Los cristianos, vencidos, habían tratado de evitar que las imágenes de la santísima Reina de los cielos cayeran en poder de los infieles.

Las iglesias serían convertidas por los musulmanes en mezquitas, y desaparecerán de ellas las imágenes de la Virgen y los santos, por lo que se ocultaban estas en oscuras cuevas en las montañas o eran escondidas en la espesura del bosque, donde yacerán por muchos años, hasta que llegasen tiempos mejores para los cristianos, en esta maravillosa España.

Grandes milagros y prodigios, obrados por el Omnipotente, señalarán a los fieles devotos de la Virgen María, los lugares y sitios donde han permanecido mientras la dominación de los agarenos.

Celebraba la iglesia católica la fiesta que anualmente dedica a la Virgen en el mes de Marzo.

Dos jóvenes pastores de Santa Gadea del Cid, en Miranda de Ebro, cuyos nombres nos trasmite la tradición con la historia que tratamos, diciendo que se llamaban Pedro García de Arde y Juan Encinas, caminaban juntos por el lugar donde se alzara en tiempos de la invasión mahometana el pueblo llamado Afontallana de la Yerma, despoblado y arruinado por el furor de los moros que pasaron a cuchillo a todos sus habitantes.

La maleza e infinitos arbustos habían cubierto y hecho desaparecer ya las ruinas del pueblo que tan triste suerte sufriera, y los pastores pasaban alguna vez conduciendo por aquel sitio sus ganados.

Fatigados los dos jóvenes de la caminata que hicieran aquel día, pensaron en descansar un momento tendiéndose sobre la maleza, pero al detener sus rebaños, distinguieron un hermoso roble en el que había una colmena, de cuya miel quisieron al momento disfrutar, abalanzándose los dos sobre el árbol.

Pero al hallarse junto al roble, notaron con sorpresa que entre este y un espino se encontraba una santa imagen de la Virgen.


Pronto corrió uno de los dos jóvenes pastores a noticiar en los pueblos vecinos el precioso hallazgo que había hecho con su compañero, mientras éste se quedaba guardando a la sagrada imagen.

Nadie dudó que aquella aparición de la Virgen habla sido milagro de los cielos que querían tuviera la Reina de los ángeles en aquel mismo lugar algún templo donde fueran los cristianos a adorarla y bendecirla.

Se pusieron a trabajar inmediatamente las gentes que vinieran con el joven pastor a admirar la sagrada imagen, y ahondando el terreno, y haciendo desaparecer la maleza que en aquellos lugares había, descubrieron las ruinas de la antigua iglesia de Montariana, fabricando allí mismo sobre sus derruidos paredones y los de su viejo cementerio, un pequeño santuario donde fue colocada la imagen de la Virgen encontrada entre el roble y el espino, por lo que desde luego fue denominado como Nuestra Señora del Espino.

Esto es lo que la tradición cuenta de la fundación y origen del tan celebrado monasterio donde la Virgen del Espino recibía solemnes y continuos cultos de una cofradía, de las que mayor número de hermanos ha tenido en la católica España.

En esta famosa cofradía entraban los cabildos de Toledo, Cádiz, Zaragoza, Calahorra, La Calzada y otros.

Hasta hace años subsistía aun el monasterio que se edificara para dar culto a la soberana Señora de los cielos, bajo la advocación de Nuestra Señora del Espino, donde tuviera primitivamente su humilde santuario.

Los monjes de este monasterio pertenecían a la orden de San Benito.

Los primeros que habitaron el tan renombrado monasterio fueron Juan Martínez de Fortechas, Ruiz Martínez, Manila Martillee y Juan Peros de Riocuriz, recibiendo los cuatro el hábito del abad del monasterio que de la misma orden existió entonces en Obarenes, en las sierras de Pancorbo.

Las gracias y privilegios que tuvo este monasterio son muchísimos, por lo que tememos entretenemos demasiado en su enumeración

Aun se podía ver, hace muy pocos años, y no sabemos también si en la actualidad, los sepulcros de varios ilustres señores, que después de varias donaciones y especiales favores hechos al monasterio de Nuestra Señora del Espino tenían en gran honor el poder disponer que descansaran sus cuerpos en la iglesia.

Profanado el monasterio en la guerra de la independencia por los franceses, sirvió a estos de cuartel lo mismo que a los ejército españoles en esta guerra.
 
Los generales Espartero, San Miguel, Castañeda y otros convirtieron posteriormente, durante la guerra civil, el monasterio del Espino en almacene y depósitos de víveres y efectos militares.

La devoción que se ha tenido a la sagrada imagen del Espino todavía se conserva entre las gentes de los lugares vecinos al monasterio.

Si no van como antes en procesión los vecinos de quince pueblos a postrarse ante el altar de la Virgen, aun en todos los labios de los habitantes de aquellos lugares, se oye pronunciar frecuentemente el nombre de Nuestra Señora del Espino, la que siempre será por ellos muy venerada y en todo tiempo acudirán como a su abogada y protectora.
 
 
 


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