LEYENDA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS MILAGROS


Hace años en Francia, se celebraba en la iglesia catedral de Saintes una solemne octava de la Purificación de Nuestra Señora, en conmemoración de un asombroso hecho que se presenció el último día de la misma octava.

En la noche de este día, cuando todos dormían y la iglesia estaba en total silencio, de pronto, comenzaron a tocar las campanas de la torre por si solas, y con sus sonidos se formaban combinaciones musicales armoniosas.

Abrieron la iglesia para investigar sobre lo que en ella estaba sucediendo, los que entraron observaron que nadie tocaba las campanas, y que había un enorme resplandor que provocaba una brillante claridad en la iglesia. Ya en ella, quedaron muy asombrados al ver que allí había muchas personas a las que de nada conocían y que estos en sus manos llevaban velas encendidas que ofrecían a la imagen de Nuestra Señora de los Milagros, que se veneraba en una de sus capillas, a la vez que entonaban himnos en su honor y cánticos de alabanzas.


Cuando  las celestes voces guardaron silencio, desaparecieron aquellos desconocidos devotos de manera milagrosa, y para que nunca nadie dudara de que este suceso prodigioso había sido real, uno de los componentes de aquel angélico coro, dejó allí mismo una vela que todavía se venera en la catedral con fervor y entusiasmo.
 
Los fieles devotos de María, vieron en aquel hecho milagroso una indicación o aviso que la celestial Madre de Dios les hacía, para que entendieran el agrado y la satisfacción con que ella recibía las ofrendas y el culto que le dedicaban y decidieron hacer cuanto estuviera de su parte para que desde aquél instante la veneración a la Santa Señora fuera divulgada, para que siguiera aumentando, y así en los casos de apuro y en las situaciones difíciles pudieran recurrir a ella con la total confianza de obtener su ayuda.

Desde entonces y a partir de este suceso se celebró con mayor pompa y mas solemnidad que nunca la octava de la Purificación en la que la Virgen recibía en su altar la veneración, ofrendas y oraciones de sus amados hijos.

Ante Nuestra Señora  de los Milagros, sus devotos sienten inflamarse su corazón que se llena de consuelo, teniendo sincera fe en el ardiente y puro amor que profesa María a sus hijos, a todos los pobres pecadores y a los más necesitados, a quienes ella en su infinita bondad sabrá recompensar por la devoción con que la veneran, siendo en todas ocasiones su mejor intercesora para alcanzar del Señor innumerables gracias o infinitos beneficios.


 

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